Recordar la masacre racial de Tulsa cien años después

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Washington, d. C., 28 de mayo de 2021.- Un siglo después de que turbas de blancos armados dieran muerte a entre 100 y 300 personas negras y destruyeran Greenwood, una destacada comunidad negra de Oklahoma, los estadounidenses todavía confrontan la masacre racial de Tulsa del 31 de mayo y el 1 de junio de 1921.

El presidente Biden visitará Tulsa para conmemorar el centenario de los ataques, reunirse con los supervivientes y visitar el Centro Cultural de Greenwood. Se ha comprometido a luchar contra el racismo, promover la equidad racial y apoyar a las comunidades desfavorecidas.

El 1 de junio, los investigadores comenzarán a exhumar una fosa común que descubrieron el pasado octubre, dijo Phoebe Stubblefield, antropóloga forense de la Universidad de Florida.

No sabrán cuántos cuerpos están enterrados hasta después de la exhumación, que podría durar hasta dos meses. Los investigadores intentarán, con el permiso de la comunidad, identificar los restos con análisis de ADN. También examinarán los restos en busca de traumatismos, como heridas de bala y quemaduras, dijo Stubblefield.

Los padres de Stubblefield vivían en Tulsa y su tía abuela, Anna Woods, sobrevivió a la masacre. La exhumación se produce 20 años después de que las autoridades de Tulsa ignoraran un informe y una recomendación (PDF, 9,8 MB) de la Comisión de Oklahoma para buscar una fosa común y considerar la reparación para los supervivientes o sus descendientes. El alcalde de Tulsa, G.T. Bynum, reabrió el caso en 2018 y la ciudad contrató a investigadores como Stubblefield para realizar estudios geofísicos.

“Estamos trabajando por esta verdad y rehaciendo esta historia que las versiones anteriores de Tulsa y el estado trataron de borrar”, dijo Stubblefield.

Las alegaciones de que un adolescente negro había agredido a una chica blanca alimentaron la masacre, uno de los actos de terror racial más mortíferos de la historia de Estados Unidos. Tras que los vigilantes blancos no consiguieron linchar al adolescente, dirigieron su rabia hacia el próspero distrito de Greenwood, rico en petróleo, también conocido como “Black Wall Street”.

A lo largo de 48 horas, los blancos mataron a cientos de negros de Tulsa e hirieron a más de 800. Las turbas saquearon, destruyeron e incendiaron casas, negocios y otras instituciones de Greenwood, dejando a 10,000 personas sin hogar.

Desde la ventana de su oficina, el abogado de derechos civiles Buck Colbert Franklin vio varios aviones dando vueltas y escuchó lo que sonaba como granizo cayendo sobre su edificio de oficinas, según su relato como testigo ocular. Cuando vio que varios edificios ardían desde arriba, se dio cuenta de que la turba también atacaba desde el aire. Mientras huía de su oficina, Franklin vio bolas de trementina ardiendo en la acera.

Franklin pasó a defender a los supervivientes de la masacre en los tribunales, trabajando desde una tienda de campaña porque la turba quemó su edificio de oficinas. Su trabajo hizo que el Tribunal Supremo de Oklahoma anulara una ordenanza de Tulsa que impedía a los supervivientes reconstruir sus casas a menos que utilizaran materiales ignífugos, una ley que Franklin consideraba una apropiación de tierras por la ciudad.

El parque B. C. Franklin de Tulsa, construido en 1972, rinde homenaje a Franklin por sus contribuciones. El Parque de la Reconciliación John Hope Franklin, que lleva el nombre de su hijo, el distinguido historiador y líder de los derechos civiles, conmemora la masacre y forma parte de la Red Afroestadounidense de Derechos Civiles. El Parque de la Reconciliación John Hope Franklin representa escenas de la masacre y rinde homenaje a B. C. Franklin y a otros de los primeros líderes negros de Tulsa.

“A menudo no tenemos estatuas de personas que admiramos”, dijo John W. Franklin, nieto de Buck Colbert Franklin, hijo de John Hope Franklin y director emérito del Museo Nacional de la Historia y la Cultura Afroestadounidenses del Instituto Smithsoniano. “Así que cuando tienes… un parque con el nombre de un hombre negro o una mujer negra en esa comunidad, levantas esa historia, ya ve”.

Los funcionarios locales y las fuerzas del orden nunca responsabilizaron a nadie por su papel en la masacre. Los supervivientes cuyos hogares y negocios fueron destruidos nunca recibieron compensación. Los muertos no fueron conmemorados oficialmente durante décadas.

El diario The Washington Post informó que una superviviente de 107 años de edad, llamada Viola Fletcher, su hermano, Hughes “Uncle Red” Van Ellis, de 100, y una tercera superviviente, Lessie Benningfield Randle, de 106 años, son los principales demandantes en una demanda de reparaciones. Están demandando a Tulsa, al condado de Tulsa, a Oklahoma y a la Cámara de Comercio de Tulsa, alegando su culpabilidad por la masacre.

El Congreso les invitó a prestar declaración 12 días antes del centenario de la masacre. “Por favor, no permitan que me vaya de esta tierra sin justicia, como todos los otros supervivientes de la masacre”, dijo Ellis a los legisladores.

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