Los mexicanos que África nos dio

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Según la Encuesta Intercensal 2015 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), casi 1.4 millones de mexicanos se reconocen como afrodescendientes, lo que equivale a 1.2% de la población total; de esta población, 51% son mujeres y el resto, hombres.

La ubicación demográfica de afromexicanos se ubica principalmente en 7 estados: Guerrero, con 6.5%; Oaxaca, 4.9%; Veracruz, 3.3%; Estado de México, 1.9%; CDMX, 1.8%; NL, 1.5%; BCS, 1.5%; mientras que Zacatecas, Durango, San Luis Potosí, Sinaloa, Aguascalientes y Guanajuato reportan datos menores a 0.1%. La mayoría de las entidades oscila entre 0.8% y 0.1%.

Las estadísticas de la población afromexicana revela escasos márgenes de desigualdad si se las compara con las de la media nacional (MN); así, por ejemplo, la escolaridad en afrodescendientes (AD) es de 8.9 grados, mientras que en el resto del país es 9.1 grados. La relación en cuanto al analfabetismo es 6.9% AD, mientras que la MN es 5.5%.

Respecto del acceso a tecnologías de información y comunicación (TIC), la relación MN-AD es: televisión, 93% contra 91.3%; telefonía celular, 78.6% y 78.1%; computadoras, 32.6%-32.9%, e internet, 32.9%-34.3%; como se ve, en cuanto al acceso a estas dos últimas TIC, los afromexicanos se sitúan por encima del resto de la población.

En otro documento, el libro Afrodescendientes en México. Una historia de silencio y discriminación. Editado en 2016 por el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (Inah) se destaca que, tras la Revolución de 1910 se inició en nuestro país un proyecto de nación que implicó el concepto de “mexicanidad”. Políticos e intelectuales confluyeron que los mexicanos deberían reunir las mejores características de las “razas” que componían su población e historia, esto es, la herencia europea y americana y del pasado prehispánico y colonial, ignorando la tercera raíz de ese mestizaje: los africanos.

Al contrario de lo que ocurrió en Europa, en México se consideró que en el “mestizo” se encontraba la fórmula para forjar la unidad demográfica y cultural de la nación. Sin embargo, este concepto no involucraba a los afrodescendientes en la formación del país pues los prejuicios raciales señalaban a las personas “negras” como indeseables, portadoras de vicios e incapaces de adaptarse al progreso.
Los africanos y sus descendientes pasaron de la esclavitud a la invisibilidad histórica en nuestro país en cuatro siglos, pese a que participaron en la lucha de liberación de la nación. Si bien no se niega la colaboración de personajes como José María Morelos, Guadalupe Victoria, Vicente Guerrero, Melchor Ocampo o Juan Álvarez, poco se dice sobre su ascendencia africana.

La participación y contribución de los africanos en la formación de México es innegable desde el primer momento en que llegaron a la Nueva España que, junto con Perú, fueron los dos virreinatos que más población africana recibieron, de los 12.5 millones de esclavos que llegaron a América entre los años 1580 y 1640. Luego de un siglo, el comercio de esclavos en Nueva España disminuyó; con todo, los descendientes de africanos, en la víspera de la Guerra de Independencia, rondaban ya el millón de personas.

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