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Existe una estadística terrible: al menos, una de cada tres mujeres y niñas sufrirá violencia o abuso durante su vida.

Según las Naciones Unidas, menos del 40 por ciento de las víctimas buscarán ayuda. Aquellas que lo hacen, habitualmente recurren a sus amigos o familiares. Sólo en raras ocasiones, menos del 10% de las veces, las víctimas acuden a quienes mejor pueden ayudar a poner fin al abuso y a encontrar los recursos que necesitan para continuar con sus vidas: la policía.

Cindy Rodríguez, en sus 28 años como policía en Las Vegas, era muy consciente de esto. De hecho, lo ha vivido.

Mientras crecía, Rodríguez vio cómo su padre abusaba de su madre. «Desde muy pequeña vi cómo podía generarse violencia en un hogar», afirmó. Para evitar que su madre se fuera, su padre la amenazó con quitarle la vida a uno de sus seres queridos. Finalmente, su madre dejó aquel matrimonio, pero sufrió años de dificultades financieras; su única ayuda fue que su hija era lo suficientemente mayor como para ocuparse de sus hermanos menores.

Como agente del orden «fue muy importante para mí haber vivido esa experiencia», dijo Rodríguez. Entender por qué las víctimas se quedan con quienes abusan de ellas la ayuda a responder a las llamadas por violencia en el hogar —y le ayudó a capacitar a nivel internacional a agentes de las fuerzas del orden como parte del programa de la Academia Internacional de Policía (Ilea) del Departamento de Estado.

En noviembre de 2015, en Budapest, Rodríguez enseñó a sus colegas de Kosovo, Ucrania y Hungría cómo las fuerzas del orden pueden responder eficazmente a la violencia doméstica, a pesar de contar con recursos limitados y de la dificultad para convencer a las víctimas para que den un paso al frente.

¿Por qué las víctimas no se animan?
Rodríguez describió un escenario doméstico típico, en el cual el abusador, habitualmente, un hombre, es atrapado o, por alguna otra razón, se compromete a poner fin a los ataques violentos. Después de una breve «etapa de luna de miel» la violencia vuelve casi sin aviso, desencadenada por cualquier cosa, desde un comentario inesperado hasta por haber quemado la cena. Pero a menudo las víctimas se quedan.

«Él la atrae. Obviamente, ella está enamorada. Puede haber dificultades financieras. Tal vez ella no trabaje. O hay niños involucrados», dijo. Ya hay consecuencias claras por poner fin a una relación de pareja «si a eso le sumamos la cuestión del abuso, las cosas se complican aún más», afirmó Rodríguez.

Una estrategia eficaz de la policía es que los mismos oficiales patrullen rutinariamente las mismas zonas, ya sea en una zona rural, donde la mayor parte de la gente se conoce entre sí, o en un determinado distrito urbano, lo que causa una interacción habitual con esa comunidad. Cuando un vecino o alguien del hogar llama, el oficial sabe inmediatamente si la denuncia proviene de un sitio que la policía ya visitó. El oficial puede detectar patrones de abuso y ofrecer la asistencia adecuada.

Rodríguez también enseñó a sus contrapartes del extranjero la forma en que ella y su personal del Departamento Metropolitano de Policía de Las Vegas usan los medios sociales para difundir anuncios de servicio público, que incluyen aquellos que informan a las víctimas sobre cómo obtener ayuda.

La reputación es fundamental para romper el “techo de cristal”
Muchos de los alumnos de Rodríguez dijeron que es raro ver a una mujer policía en un papel de liderazgo tan importante y tan evidentemente respetada por sus compañeros hombres. Las pocas mujeres que trabajaban en sus propias delegaciones de las fuerzas del orden habían sido contratadas hacía poco y tan sólo comenzaban a adquirir experiencia.

«Usted se desenvuelves con mucha competencia. Resulta muy obvio que [sus colegas] le respetan», dijo una estudiante. «¿Cómo lo logró?».

Los grupos, como la “Asociación Internacional de Mujeres Policía”, proporcionan mentores, capacitación, contactos personales y reconocimiento para aumentar la cantidad de agentes del orden mujeres y personal de apoyo femenino en todo el mundo. (Depto. de Estado)

Z «Poco a poco», respondió Rodríguez. Para combatir los estereotipos y la discriminación, Rodríguez aprendió que «hay que desenvolverse de manera extremadamente profesional [porque] tu reputación te precederá, para bien o para mal».

Rodríguez comentó que, gracias a su experiencia en Budapest, «Me di cuenta de que mi mensaje y las lecciones que aprendí son universales y llegan a todos los hombres, mujeres, culturas, razas y países».

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