La vigilancia estatal en China: Una prisión al aire libre en Sinkiang

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Washington, D. C., 22 de abril de 2019.- Cámaras de seguridad con tecnología para el reconocimiento facial, estaciones de policía que vigilan el movimiento de cada persona, restricciones a la libertad de credo, extraños viviendo en tu hogar.

Así es la vida en la provincia china de Sinkiang.

En China está en curso una campaña para suprimir la identidad étnica, cultural, religiosa y lingüística de las minorías musulmanas. Desde abril de 2017 más de un millón de uigures, personas de etnia kazaja y miembros de otros grupos minoritarios musulmanes han sido arrestados en campos de concentración, con informes de que han sido golpeados, torturados, obligados a renunciar al islam y hacer que memoricen la propaganda del Partido Comunista de China.

Pero incluso para aquellos que han evitado ser internados en los campos, Sinkiang de hecho se ha convertido en una prisión al aire libre por el uso de una combinación de vigilancia con alta y baja tecnología y de tácticas intimidatorias.
Vigilancia con alta tecnología

Los uigures y las minorías étnicas están bajo vigilancia constante. El reciente Informe del Departamento de Estado sobre Derechos Humanos describe las muchas maneras en que el gobierno chino vigila y rastrea a sus ciudadanos en Sinkiang:

• Cámaras: Una amplia red de cámaras de seguridad vigilan las calles, las tiendas y las mezquitas.
• Bases de datos: Programas para la inteligencia artificial que utilizan tecnología para el reconocimiento facial, el reconocimiento de voz, así como para el reconocimiento de la manera de caminar para crear una base de datos de los uigures en Sinkiang.
• Comunicaciones: Constante control y vigilancia de las llamadas telefónicas, mensajes de texto, mensajes de correo electrónico, redes sociales y de otros tipos de comunicación digital.
• Puestos de control: Cada 500 metros los habitantes de Sinkiang están obligados a presentar sus documentos de identidad, someterse al control de las cámaras para el reconocimiento facial y entregar sus teléfonos celulares para que sean revisados con programas especiales de computación.
• Biométrica: Las minorías están obligadas a someterse a pruebas físicas durante las cuales los funcionarios gubernamentales recolectan su ADN, escanean sus ojos y se le toman sus huellas digitales.

Las empresas tecnológicas chinas han ganado miles de millones con la vigilancia de los uigures. Compañías como SenseTime, Yitu, Megvii, Hikvision y CloudWalk han elaborado programas especiales para vigilar a los uigures y rastrear sus desplazamientos, de acuerdo a un reportaje al respecto por el diario The New York Times.

Vigilancia con baja tecnología
Los uigures no están solos ni siquiera en sus hogares. Están obligados por las autoridades chinas a quedarse en sus residencias privadas, con la intención de evitar que realicen sus prácticas islámicas.

Los uigures no tienen opciones. Esos “familiares”, como son llamados, los obligan a mostrar lealtad al Partido Comunista de China y vigilan a sus anfitriones para determinar si éstos tienen tendencias “extremistas”, como: ¿Tienen los uigures una copia del Corán en su casa? ¿Una alfombra de oración? ¿Titubean cuando se les ofrece carne de cerdo o alcohol?

Estos vigilantes tienen un poder completo sobre sus familias uigures, informando sobre su lealtad y prácticas religiosas y creencias, además de recomendar si deben ser enviados a los campos de concentración, de acuerdo con un informe de ChinaFile, una revista en línea publicada por el Centro de Relaciones entre Estados Unidos y China, en la Sociedad de Asia.

Se extiende por China y más allá
La vigilancia de los uigures en China se extiende más allá de Sinkiang. Por ejemplo, las estaciones del metro de Beijing y Shanghái ya tienen instalados sistemas para el reconocimiento facial y el rastreo telefónico de los celulares, dice Ferkat Jawdat, un ingeniero uigur en programas de computación que vive en Estados Unidos y que en marzo se reunió con el secretario de Estado, Mike Pompeo, para conversar sobre la situación en Sinkiang.

La vigilancia de los uigures en China también se extiende más allá de sus fronteras, invadiendo la soberanía de otros países para acosar y amenazar a los uigures que viven en el extranjero.

Mihrigul Tursun, que escapó de Sinkiang a Estados Unidos en 2018, dijo que ella ha sido seguida desde el momento en que decidió a hablar sobre sus experiencias en los campos. “Me aterrorizó ver que el gobierno chino todavía me podía amenazar desde tan lejos”, dijo Turson en declaraciones realizadas en 2018.

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