Ciudad de México, 1 de septiembre de 219.- Tal como se esperaba, el primer informe constitucional del presidente López Obrador no aportó grades líneas políticas, económicas o sociales a desarrollar durante el siguiente año de su administración. Todo lo expuesto en las casi dos horas que duró la ceremonia, son hechos y acciones que ya están en marcha o en espera de concretarse.
Llamó la atención que en la mampara que colocaron a sus espaldas se leía claramente “Tercer Informe de Gobierno”, lo cual no es del todo cierto. Hacía referencia a los dos informes que anteriormente había presentado: uno, a los 100 días de gobierno (algo que usualmente acostumbran hacer gobiernos de varios países); el otro, al que presentó el 1 de julio pasado, para celebrar un año de su triunfo en las urnas, pero ninguno de los dos tuvieron el carácter de constitucional, sino de un especial estilo de gobierno.
Hay dos datos que rayan más en la curiosidad que en el quehacer gubernamental: El primero, referente a la alusión de que para el 2024 (al término de su gestión administrativa) la población mexicana estará bien. Esto es algo que en buena lógica se cataloga como futuribles, o sea, deseo que, si bien puede cumplirse porque existen todas las condiciones para hacerlo, no se logra, porque intervienen múltiples factores que evitan tal cumplimiento.
El otro: hacer de los mexicanos personas felices. Esto es algo que, desde unos años atrás, se viene insistiendo en la comunidad universal. De hecho, organismos internacionales cuentan con escalas de medición sobre la felicidad en los países, que dan a conocer cada año.
México se encuentra en el número 23 del top de los países más felices del mundo. La medición de este año sumó 6 mil 595 puntos.
México se ubica en este listado entre República de Malta y Francia. En la región latinoamericana, Costa Rica ocupa el primer lugar; le siguen México, Chile y Guatemala. Venezuela es el país menos feliz de la región.
