Cómo la tecnología puede fortalecer la democracia

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Washington, D. C., 28 de marzo de 2023.- Los activistas a favor de la democracia dependen del acceso abierto a Internet. Utilizan aplicaciones, redes sociales y otras tecnologías para concienciar, reclutar activistas y organizar protestas y utilizan las redes sociales para promover campañas de votación y otras iniciativas de participación comunitaria.

Aunque los activistas de muchos tipos utilizan las herramientas de las redes sociales, una Internet abierta es especialmente valiosa para las voces marginadas que, de otro modo, no podrían llegar a su público.

“Para la gente que está en las redes sociales es prácticamente imposible evitar los recordatorios y la incitación al voto”, afirma Jen Golbeck, profesora de la Universidad de Maryland que estudia las redes sociales.

La libre circulación de información a través de Internet y las redes sociales contribuyen al debate abierto y al intercambio de ideas, dos principios cruciales de la democracia.

“Lo que pasaba con [Martin Luther] King [Jr.] o Ella Baker es que no podían simplemente levantarse y sentarse en la mesa del desayuno y hablar con un millón de personas”, dijo DeRay Mckesson, un activista de Black Lives Matter (las vidas de los negros importan).

Entre los usuarios de las redes sociales en Estados Unidos, el 23% dijo haber cambiado de opinión sobre algo por lo que vio en las redes sociales, según una encuesta de Pew en 2020.

En Estados Unidos, el movimiento Black Lives Matter comenzó en 2013 y ganó adeptos a través de las redes sociales en respuesta a las matanzas de afroestadounidenses a manos de la policía.

En Estados Unidos, las mujeres que sobrevivieron al acoso y la agresión sexual compartieron sus historias y organizaron protestas a través de las redes sociales.

Aunque Tarana Burke, una organizadora de movimientos de base, fundó uno contra el acoso y la agresión sexual en 2006, la visibilidad del grupo aumentó sustancialmente después de que la actriz Alyssa Milano enviara un tuit diciendo “me too” (yo también) en 2017. La etiqueta #MeToo desencadenó el activismo mundial.

Miembros de la comunidad Lgbtqi+, como la actriz Laverne Cox y la activista Chella Man, utilizan Twitter y YouTube, respectivamente, para concienciar sobre los temas relativos a los transgénero.

Las herramientas de las redes sociales pueden trascender las fronteras nacionales, potenciando la acción ciudadana internacional. La Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja lanzó la campaña #ClimateChangedMe (el clima me hizo cambiar) en Twitter para abordar el cambio climático, fomentar la participación de los ciudadanos y hacer un llamamiento a la acción política sobre el tema. Voluntarios y activistas hablan de la crisis en vídeos compartidos.

“Para mí, las redes sociales son ‘el poder de los sin poder’. Son catalizadores. Es la posibilidad de que gente común o activistas que no necesitan tener un cañón, un periódico o un canal de noticias, puedan manifestarse, conectarse, dialogar con otros y manifestar su rechazo con lo que están viviendo”, dijo Andrés Cañizález, periodista venezolano y director de la organización sin ánimo de lucro Medianálisis.

Los cubanos utilizaron las redes sociales para protestar por las condiciones económicas en julio de 2021, cuando los manifestantes se reunieron en La Habana y otras 20 ciudades. En respuesta, el gobierno restringió el acceso a Internet y aprobó leyes para limitar el uso de las redes sociales para organizar protestas.

Los activistas de Irán dependen de Instagram para comunicarse porque es la única plataforma de redes sociales que el gobierno no bloquea. Las protestas antigubernamentales de julio de 2021 se extendieron a Teherán y a varias ciudades después de que circularan por las redes sociales vídeos de manifestantes gritando consignas antigubernamentales.

Uno de los desafíos a los que se enfrentan los activistas digitales son los regímenes represores que intentan restringir, distorsionar o manipular la libre circulación de información en línea. En esos países, los activistas eligen aplicaciones de mensajería que pueden utilizar sin la interferencia del gobierno y cambian de plataforma cuando se impone una prohibición.

Los ciudadanos de Bielorrusia utilizaron sus teléfonos para publicar vídeos en línea durante las manifestaciones contra los resultados de las elecciones de agosto de 2020 que consideraban fraudulentas. En Birmania, los activistas recurren a las aplicaciones de mensajería encriptada Telegram y Signal para protestar contra la represión gubernamental de los medios de comunicación tras el golpe militar de febrero.

Olga Nos, en Ucrania, escuchó tantas quejas sobre niños que enfermaban después de comer en los comedores escolares, que decidió investigar por su cuenta. Para averiguar cómo adquirían los alimentos las escuelas locales, recurrió a DoZorro, una red digital anticorrupción creada por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional. “Cuando abrí los contratos, vi que no había requisitos de calidad ni inspecciones”, dijo Nos.

A través del portal de supervisión DoZorro, Nos y otros padres empezaron a hacer un seguimiento de los contratos de alimentos. Al final, sus esfuerzos se tradujeron en la exigencia de que todas las licitaciones para la adquisición de alimentos en las escuelas contengan requisitos de calidad.

Cuando una segunda oleada de Covid-19 asoló la India este año, los ciudadanos recurrieron a las aplicaciones para solicitar los suministros que necesitaban para ellos o sus familiares y publicaron información sobre las camas de hospital y los suministros de oxígeno disponibles.

Los estadounidenses aprendieron a utilizar la tecnología de forma creativa para superar las necesidades de distanciamiento social durante la pandemia, ya que los niños asistían a la escuela en línea y las comunidades religiosas se reunían a distancia.

“Me ha hecho abrirme a utilizar las charlas por video para conectar con amigos distanciados físicamente. Hay gente a la que antes sólo veía por Facebook o en persona dos veces al año, pero ahora hacemos una charla de vídeo en grupo una vez al mes y estoy más cerca de ellos que nunca”, dijo una mujer de 39 años en Estados Unidos.

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