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martes, abril 23, 2024

Días de guardar

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Pocas veces durante al año, la Ciudad de México amanece adormilada. Hoy, Viernes Santo o de Cuaresma, es uno de esos contados días del calendario.

Salvo los comercios, los demás establecimientos cerraron sus puertas por tratarse de un día festivo, impuesto por la tradición judeo-cristiana que conmemora la muerte de Jesús, en el Calvario.

Con el paso del tiempo, esta fecha dejó, prácticamente, de ser una celebración religiosa para convertirse en parte de la semana de asueto, recreación, descanso y diversión.

Viajar a las playas o a los lugares de origen de quienes no son oriundos de la Ciudad de México forma parte de esas celebraciones o, simplemente, reposar en casa, ver televisión, escuchar música y pasar el día en el facebook con celular en la mano, es lo actual.

Tal vez, lo que mejor ilustre este día fue una caricatura de hace algunos años, publicada en el diario Excélsior, que mostraba una inmensa fila de autos que se dirigían al Puerto de Acapulco para vacacionar. A su paso, se encontraban a Jesús con la cruz a cuesta que caminaba solo con destino al Distrito Federal. Su semblante era de fatiga, cansancio y agotamiento.

Un vacacionista que viajaba en coche con su familia y algunos amigos, al ver a Jesús en esas condiciones, se asomó por la ventanilla del conductor y le grito desde su mullido sillón: “Hey, tu. Vas en sentido contrario”.

Esta expresión marca el cambio de visión ante la Semana Santa o Semana Mayor. Antes hubo un pasado que muchos ignoran. Correspondió a los tiempos de acendrado catolicismo en México.

En esos años, todo era pecado y las iglesias se cubrían de mantos morados, símbolo de la penitencia. Hasta los mismos santos que estaban dentro de los recintos sagrados eran cubiertos de la misma forma.

No había servicios religiosos, las campanas enmudecían, la gente vestía de negro, estaba prohibido escuchar música, no se podía comer carne por la vigilia, sólo se permitía degustar carnes blancas a enfermos y débiles de salud, el ayuno era práctica común y hasta bañarse se veía como un acto pecaminoso.

El único acto oficial y centro del Viernes Santo era la conmemoración del peregrinaje, muerte y crucifixión de Jesús, a las 3 de la tarde, ceremonia que aún se mantiene vigente en muchos lugares y que en la Ciudad de México tiene su máxima expresión en Iztapalapa.

Existen otras ceremonias similares, aunque de menor difusión. La mayoría de ellas de reconocimiento meramente local a las que acuden personas que mantienen viva esa tradición y que, por lo general, son de edad adulta; pocas familias, escasos niños y, mucho menos, jóvenes.

De ninguna manera es que se hayan perdido las tradiciones, sino que la historia sigue su curso y muchas alegorías caen en desuso; otras, se modifican, y unas más desaparecen, según el desarrollo de las sociedades.

En México, el catolicismo ha ido perdiendo adeptos a grandes pasos; otros tipos de manifestaciones religiosas o de expresión escatológica (conjunto de creencias referentes al fin de los tiempos) van llenando esos huecos.

Mañana será Sábado de Gloria cuando, precisamente, por esas restricciones humanas, el espíritu se volcaba en alegría. En la Ciudad de México se acostumbraba lanzar cubetazos o simples chorros de agua a quien caminaba por la vía publica, hasta que la autoridad los prohibió y tuvo que llegar al encarcelamiento de quien festinaba así este día para escarmiento de los demás.

La costumbre tenían una connotación, eminentemente popular, y ahora ha dejado de usarse en todo el Valle de México.

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