Anna Paulla Kelly Moura, de once años, está segura de que algún día alguien de su barrio de Rocinha, una de las partes más pobres de Río de Janeiro, irá al espacio.
“Algún día”, dice.
Y dado que la curiosidad de Anna Paulla la trajo al Centro Espacial Johnson de la Nasa en Houston, donde condujo un vehículo de exploración del tamaño de un camión a través de un cráter marciano simulado y se probó el casco de un astronauta para saber el tamaño, quizá sea ella.
Su aventura de la Nasa comenzó cuando entregó una redacción en la escuela que rebosaba de preguntas sobre exploración espacial. Eso llamó la atención de la personalidad de la televisión brasileña Luciano Huck. La estrella del programa televisivo de Brasil “Caldeirão do Huck” se ofreció a llevar a Anna Paulla a visitar la agencia espacial estadounidense.
El astronauta jefe de la Nasa, Chris Cassidy, quien accedió a recibirla por un día en las instalaciones de la Nasa en Houston, rápidamente notó su curiosidad.
“¿Puedes comunicarte con tu familia desde el espacio?”, preguntó Anna Paulla a Cassidy. Él le aseguró que los astronautas pasan parte de cada día enviando y leyendo correos electrónicos, como hacen tantas personas en la Tierra. Le dijo que los astronautas también tienen llamadas de vídeo con sus seres queridos una vez por semana.
“¿Qué se debe hacer para llegar a ser astronauta?”, quería saber Anna Paulla. Cassidy admitió a Anna que la Nasa rechazó su primera solicitud para convertirse en astronauta. Pero él perseveró, y después de dos años de capacitación, fue aceptado. Voló en el transbordador espacial y trabajó en la Estación Espacial Internacional.
Cassidy compartió consejos con Anna Paulla. No hay un solo camino, dijo, pero recomendó seguir con los estudios de ciencias.
Anna Paulla también tenía preguntas sobre la comida. Como respuesta, Cassidy le permitió probar algunos de los alimentos que los astronautas comen en el espacio.
Se probó un traje espacial en el vasto submarino Laboratorio de Flotabilidad Neutra, donde los astronautas en entrenamiento simulan la ausencia de gravedad. Y visitó las pantallas de las computadoras que brillaban en el famoso Centro de Control de la Misión de la Nasa, donde ingenieros de la Nasa ayudaron a poner a un estadounidense en la luna hace 50 años.
Anna Paulla dijo que su día en la Nasa fue similar a un día en la escuela: lleno de nuevos conocimientos.
“Si un día voy al espacio, seguro que caminaré en la luna”, expresó.