Esta noche cuando el reloj marque el último segundo y se escuche la última campanada, familias y amigos, reunidos en torno a una mesa, levantarán su copa o vaso (aunque sea de unicel) y brindarán por el nacimiento de un nuevo año. El presente habrá muerte en ese preciso instante.

Así, las tradicionales frases decembrinas de ¡Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo! escribirán un capítulo más en la vida de cada uno, aunque, a decir verdad, sólo la primera tendrá un más o menos deseo cumplido; la segunda será únicamente una añorada esperanza que saldrá de los labios de todos.

México inició a mediados de la década de los ochentas del siglo pasado, su camino hacia el futuro sin retorno.

Pasó de ser un país con una economía cerrada a otro distinto: abierto y con adecuaciones a todos los niveles para insertarse en el mundo moderno. Todo ello para bien o para mal, según la visión propia de cada individuo y de su visión política que nunca es buena consejera, tal como lo demuestra la realidad actual cuando los políticos ocupan el último peldaño de la aprobación social y hasta un hecho anecdótico: los XV años de Rubí sin gastar un solo peso obtuvieron la más amplia difusión que ya la hubiera querido, al menos en su milésima parte, algún político de cualquiera de los tres niveles de gobierno, como lo llaman los cánones de la liturgia político-administrativa.

El capítulo más relevante de esta nueva vida de México se dio en 1994. Ese 1 de enero, mientras se tomaba el desayuno, la sociedad leyó en los periódicos (ni radio ni televisión eran protagonistas, todavía en materia informativa matutina), entre asombrada y asustada, sin entender nada, cómo unos indígenas de Chiapas, entidad ubicada en el sur del país, limitante con Guatemala, bajo el mando de un tal subcomandante Marcos, se levantaban en armas y retaban frontalmente al Ejército Mexicano.

Ese día, precisamente, entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Tlcan). Fue un despertar abrupto, socialmente inesperado.

A partir de esas fechas, cada año nuevo trae amaneceres que, en lo económico, sobre todo, nada tienen de un próspero Año Nuevo, sino un reajuste a la economía doméstica. “La cuesta de enero”, se le llamaba antes; ahora convertida en “cuesta de todo el año”, por la liberación de los precios de todos los productos: los de la canasta básica, los de uso generalizados y hasta los denominados suntuarios.

Este año, el 2017 ya tiene su bautizo: será el gasolinazo y la consecuente cauda de incrementos a todos los productos y servicios, habidos y por haber.

No será sorpresa. Las redes sociales se encargaron de multiplicar y magnificar el hecho previo. Nadie podría decir que el gasolinazo lo agarró desprevenido. Las motivaciones del aumento son otra cosa y cada quien las expondrá según su propio parecer.

Esto es interesante, porque las redes sociales no sólo se adelantan a las noticias sobre los medios de comunicación tradicionales, sino que también arrojan, en la práctica, otras formas de ver y enfocar la realidad al ir más hacia la emoción que a la inteligencia.

De hecho, desde la aparición del libro “La inteligencia emocional”, de Daniel Goleman, se modificó de raíz la percepción de la realidad. El mundo actual pareciera que es más emotivo que cerebral. Al menos, eso demostraría la realidad cotidiana.

El avance de las ciencias aporta nuevas luces en todos los ámbitos del saber. Antes del éxito editorial de “La inteligencia emocional”, ameritados médicos de nivel internacional habían demostrado que el estómago es, de hecho, un segundo cerebro y cuando las neuronas presentan anomalías, el estómago contiene casi similar numero de ellas capaces de sustituir la función del cerebro.

Así, el viejo dicho de pensar con el cerebro más que con el estómago, sería otro más de los mitos destrozados por el avance científico, que en poco tiempo, dará un paso más adelante para convertir a las máquinas es humanoides, cercanos a los bíblicos Adán y Eva.

Por ello, cuando esta noche se choquen los vasos para desear la felicidad del Año Nuevo, la conciencia universal estaría más viendo hacia el futuro deseable que la realidad actual, pese a los gasolinazos, en México, y los respectivos problemas existentes en cada una de las naciones que conforman nuestro mundo.

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