Mario Molina, indiscutible referencia del ambientalismo mexicano

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Ciudad de México, 7 de octubre de 2020.- La política ambiental de México tiene un referente indiscutible: José Mario Molina Pasquel y Henríqez, quien no solo lo es para México, sino también para el mundo por sus investigaciones sobre el agujero de ozono en el Antártico, que le valieron el Nobel de Química, en 1995.

Molina falleció hoy, a los 77 años de edad. Sus últimas batallas las dio con sus aportaciones para la lucha contra el Covid-19, una teoría que habla de las partículas más diminutas que flotan en el ambiente y que podrían ser parte de los contagios de esta pandemia. Curiosamente, su muerte estuvo relacionada como consecuencia de problemas respiratorios del Covid-19.

Otra coincidencia, de esas que se presentan en la vida sin que se tenga una explicación lógica, es que la muerte de Mario Molina se da un día después que la francesas genetista Emmanuelle Charpentier y su contraparte estadounidense Jennifer Doudna ganaran el Noble de Química 2020, por sus investigaciones sobre las “tijeras moleculares”, un avance revolucionario para modificar los genes humanos y reescribir de alguna manera el ADN, convirtiéndose así en el primer equipo 100% femenino en recibir este galardón.

Las batallas de Molina contra el cambio climático que, en parte, cimentaron los Protocolos de Montreal, estuvieron enfocadas a una nueva visión del desarrollo económico con la inclusión de aspectos medioambientales que ahora son parte de los programas de los Objetivos del Milenio de Naciones Unidas (ONU).

Los estudios que realizó a ese respecto son amplios y de reconocimiento universal, por lo que es prolijo hablar de su vida y obra. Los testimonios de todo tipo abundan y dieron origen al Centro Mario Molina para Estudios Estratégicos sobre Energía y Medio Ambiente, un centro consultor para políticas ambientales en México.

Al ser uno de los descubridores de las causas del agujero de ozono antártico, recibió, junto con Paul J. Crutzen y Frank Sherwood Rowland, el Premio Nobel de Química de 1995 por su papel para la dilucidación de la amenaza que representan los gases de cloro, bromo, dióxido de carbono y otros a la capa de ozono de la Tierra, con lo que se convirtió en el primer ciudadano mexicano en recibir el Premio Nobel de Química. El primer tratado internacional que ha enfrentado con efectividad un problema ambiental de escala global y de origen antropogénico, por lo que se le reconoce como un mexicano universal.

En las políticas públicas de México destacaron las referentes a la siembra de árboles que dieron un vuelco a la tradición del tumba-roza y quema que utilizaban los hombres del campo para abrir tierras al cultivo, en especial del maíz, en zonas forestales, y la del pago por servicios ambientales que proponía pagar a dueños de lugares donde nacían manantiales, ríos o que contaban con lagos que, más tarde, dotan de agua a las ciudades.

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