Washington, D. C., 27 de marzo de 2021.- En 2020, el norte de Kenya se vio afectado por la peor plaga de langostas del desierto que ha afectado al país en 70 años. Los enjambres destruyeron los cultivos y amenazaron la seguridad alimentaria de 3 millones de personas. La plaga provocó una devastación similar en algunos de los países más pobres de África, Oriente Medio y Asia meridional, cuando los Gobiernos y las comunidades se preparaban para la pandemia de Covid-19.
¿Por qué se produjo esta infestación tan rara y generalizada (y sigue ocurriendo)? La extensión y la intensidad de esta plaga de langostas se relacionan con el cambio climático, como resultado de poderosos ciclones en la península arábiga y lluvias intensas que hicieron germinar zonas normalmente secas donde se reproducen las langostas. Los vientos ciclónicos ayudaron a que los enjambres se desplazaran hasta el este de África. Mientras Kenya y otros países se enfrentaban a la pandemia, el cambio climático añadió otra capa de riesgo, que se espera que se intensifique en el futuro y las personas más vulnerables sufran las peores consecuencias.
Hoy, después de 25 años de avances en la reducción de la pobreza mundial, nos encontramos en una situación inestable. La pobreza va en aumento. Se estima que, tan solo en 2020, la cantidad de personas que viven en la pobreza extrema subió de 88 millones a 115 millones, debido a la pandemia. El cambio climático podría empujar a hasta 132 millones de personas adicionales a la pobreza, de aquí a 2030.
El mundo no puede volver a la senda de la reducción de la pobreza sin afrontar los desafíos del cambio climático. Debemos ayudar a los países más pobres a adaptarse y a ser más resilientes. Este esfuerzo no consiste solo en construir diques y refugios contra ciclones, sino que también mejorar el bienestar de las personas —que incluye la salud, educación, acceso al agua potable, saneamiento y empleo— así como proteger la biodiversidad y los ecosistemas que sostienen vidas y economías.
La Asociación Internacional de Fomento (AIF) del Banco Mundial se dedica a apoyar a los países más pobres en todos estos frentes. Durante casi una década, la AIF ha puesto especial atención en el cambio climático en sus programas de asistencia para responder a la creciente demanda de los países en desarrollo. En la actualidad, la AIF contempla el riesgo climático en todos sus proyectos y trabaja con asociados para llegar a las personas más pobres, que viven a menudo en comunidades aisladas y entornos afectados por fragilidad, conflicto y violencia. Por ejemplo:
La AIF proporcionó USD 43 millones para responder a la invasión de langostas en el norte de Kenya y ayudar a las personas afectadas por la plaga. Esta asistencia se entrega a través de un proyecto de agricultura climáticamente inteligente, mediante el cual se ayuda a los agricultores a enriquecer el suelo y adoptar otras prácticas de uso sostenible de la tierra. Uno de los objetivos del proyecto es empoderar a las comunidades para que inviertan en infraestructura que marque la diferencia en la vida de la población local.
En la aldea de Biliq, esto se ha concretado en un nuevo sistema que captura y almacena agua para 1000 personas y sus 9,500 cabezas de ganado. Entre otros beneficios, el sistema de almacenamiento de agua de lluvia permite que las mujeres y niñas no tengan que salir a buscar agua diariamente. Estos proyectos forman parte de un esfuerzo mucho mayor, apoyado por la AIF, para aumentar las inversiones en infraestructura y servicios y ayudar a los refugiados y las comunidades de acogida en el norte y el noreste de Kenya.
En Yemen, menos del 10 % de las personas tiene acceso a electricidad después de años de conflicto. La atención de salud, la educación y muchos otros servicios se han visto enormemente afectados. El Proyecto de Emergencia de Acceso a la Electricidad, en asociación con la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos, está instalando sistemas de energía solar para suministrar electricidad a centros de salud y escuelas. El proyecto, respaldado por una donación de USD 50 millones de la AIF, se ampliará a cientos de instalaciones sanitarias de todo el país y permitirá a las clínicas abastecerse de vacunas contra la Covid-19 que requieren almacenamiento en frío. Este esfuerzo es una de las numerosas iniciativas que se llevan a cabo para responder a necesidades urgentes en el país, que abarcan desde la pandemia de Covid-19 hasta los servicios urbanos y la plaga de langostas del desierto.
En las islas del Pacífico, que se están enfrentando al aumento del nivel del mar y ciclones más frecuentes e intensos debido al cambio climático, la AIF apoya la preparación ante desastres y la creación de resiliencia. Después del paso del ciclón Harold de categoría 5, en abril de 2020, que causó daños en carreteras, hospitales, escuelas, hogares, cultivos e infraestructura hídrica, Vanuatu pudo acceder rápidamente a USD 10 millones en fondos de emergencia, a través de una donación para políticas de desarrollo sobre gestión del riesgo de desastres con una opción de giro diferido ante el riesgo de catástrofe (CAT-DDO) (PDF, en inglés), financiada por la AIF. Tuvalu también accedió a fondos de emergencia tras el ciclón Tino en enero de 2020. Las CAT-DDO complementan el Programa para la Resiliencia de la Zona del Pacífico, del Banco Mundial, que apoya sistemas de alerta temprana, infraestructura resiliente y resiliencia fiscal en estos países vulnerables.
Estas son solo algunas de las muchas maneras en que la AIF apoya a los más pobres frente a los desafíos del cambio climático. Podemos y debemos hacer más para aportar más innovación en la lucha contra el cambio climático en los países más pobres. Esto incluye un enfoque a largo plazo, y trabajar para prevenir crisis apoyando la transición a un futuro más verde, resiliente e inclusivo. Millones de vidas dependen de ello.
* Juergen Voegele, vicepresidente de Desarrollo Sostenible del Banco Mundial
