Cuando se rompen los sueños infantiles

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Ciudad de México, 24 de septiembre de 2019.- A mediados del siglo pasado, teólogos cristianos y católicos desarrollaron la Teología de la Liberación como un mecanismo efectivo para hacer frente a las condiciones imperantes de marginación social en las comunidades eclesiales de los países en vías de desarrollo.

Colocaron a las estructuras prevalecientes en el centro del debate. “América Latina vive en pecado mortal”, dijeron, para poner en claro cuál era la situación reinante en esos momentos. Ese pecado mortal lo constituían las oprobiosas estructuras socioeconómicas y políticas existentes. Para romperlas surgieron en el seno de la Iglesia Católica los sacerdotes obreros y jerarcas eclesiásticos rebeldes.

Ahora esas estructuras pecaminosas se sintetizan en el cambio climático que aqueja a la humanidad y que rompe los sueños infantiles. La voz que lidera el cambio se llama Greta Thunberg, una adolescente de 16 años que ya puso a temblar a la misma Organización de Naciones Unidas con su discurso disruptivo en el que acusó a los gobiernos, políticos y empresas de enterrar los sueños infantiles.

Sumamente molesta y con lágrimas en los ojos, ayer, en la máxima tribuna de la ONU, acusó a los líderes mundiales de traicionar a su generación por su inacción frente al cambio climático. “Vienen a nosotros, los jóvenes, buscando esperanza. ¿Cómo se atreven?”, les preguntó.

“Han robado mis sueños y mi niñez con sus palabras huecas y, sin embargo, soy una de las más suertudas. La gente está sufriendo, la gente está muriendo, ecosistemas enteros están colapsando”, afirmó.

Antes, había afirmado: “No quiero que estén esperanzados, quiero que entren en pánico. Quiero que sientan el miedo que yo siento a diario. Y quiero que actúen”, les dijo, en su panel en Davos.

Greta Thunberg comenzó en 2018 un movimiento para pedir a los gobiernos acciones claras para frenar el cambio climático. Inició el 20 de agosto del año pasado con una serie de protestas a las afueras del Parlamento Sueco. Lo hacía sola, cada viernes en horario escolar. Tenía sólo 15 años de edad cuando empezó sus protestas.

Es hija de una cantante de ópera y un escritor y dramaturgo y, poco antes, le habían diagnosticado Síndrome de Asperger, un trastorno profundo del desarrollo cerebral, caracterizado por deficiencias en la interacción social y en la coordinación motora. Se hace evidente por los inusuales y restrictivos patrones de interés y conducta. Este comportamiento fue observado y descrito por primera vez por Hans Asperger, un médico austriaco, cuyo trabajo fue traducido al resto del mundo en los años 80.

La preocupación de Greta por el cambio climático inició a los ocho años cuando comenzó a aprender sobre la contaminación de los mares y la extinción de las especies. El impacto que le causó la hizo entrar en depresión, ante el hecho de ver que a nadie le importaba el cambio climático y que nadie hacía nada para detenerlo.

Así comenzó sus protestas a las afueras del Parlamento Sueco. Este hecho le ganó popularidad, misma que se acrecentó con su discurso en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en 2018.

Las protestas de los viernes en horas de clases que se saltaba se convirtieron en un movimiento mundial, llamado Fridays for Future, cuya máxima manifestación, hasta ahora, se tuvo el viernes pasado cuando cientos de miles de alumnos y adultos protestaron simultáneamente en más de 150 países.

El próximo viernes 27 se tiene planeada otra marcha a nivel global y se estima que más de cuatro millones en los cinco Continentes participen. En un año, esos son los logros de Greta Thunberg por devolver a los niños sus sueños y anhelos.

Ante estas protestas, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, dijo que los jóvenes están unidos y es imposible frenarlos. Luego de escucharlos el sábado pasado, los elogió por haberlo transformado de pesimista en optimista en la lucha contra el calentamiento global.

A la voz de Greta se unieron los de la activista fijiana Kamal Karishma Kumar; la keniana Wanjuhi Njoroge, y el argentino Bruno Rodríguez.
Esta cumbre juvenil es la primera que las nuevas generaciones celebran en la sede de la ONU.

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