En décadas pasadas cuando los supermercados y tiendas de autoservicio no existían en el comercio mexicano, la mayoría de las personas surtían su despensa doméstica en las tiendas de abarrotes, en algunos casos, pero, en general, acudían a la propia región a recolectar los productos que la misma les ofrecía o cultivaban en sus huertos y criaban especies menores para la subsistencia y para completar la economía hogareña de la dieta básica, como frutas, verduras, semillas, hongos y granos, gallinas, huevo y otras aves y animales comestibles menores.

La carne se acostumbraba consumir sólo los fines de semana, especialmente los domingo, y cuando había algún evento especial en la familia o en la comunidad que congregaba a la población. El resto del año la dieta era lo más natural posible. “Cuando hay para carne es vigilia”, solía decir la conseja popular.

Por eso, llamó poderosamente la atención que la semana pasada, la marca alimentaria Knorr y el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) unieran fuerzas para presentar un nuevo esquema de dieta mundial, denominado Los 50 Alimentos del Futuro, entre los que se cuenta, precisamente, esos productos que eran la base de los platillos caseros de antaño, según cada región del planeta.

Pareciera ser una medida mundial del eterno retorno. De hecho, así es la vida. Lo es en la moda, en uso y costumbres y hasta en la política y la economía. ¿Por qué no debía ser en la dieta?.

Por supuesto que hay razones de salud y, sobre todo, ambientales, pues en la actualidad se libra una fuerte batalla en la lucha por la tierra entre los desarrollos habitacionales para dotar de casa a la población con los pecuarios que buscan satisfacer con proteína animal el hambre de la población, proteína que también ofrecen en algunos vegetales.

El problema se acrecienta porque, cada día, se alzan más voces en favor de que se provea a los consumidores con productos cárnicos, provenientes de animales de libre pastoreo, en vez de los que se obtienen de granjas o de sistemas de encerramiento y cuyos animales se les alimenta y engorda a base de vitaminas sintéticas y se les protege con antibióticos que, posteriormente, pasan al consumidor y crean en el organismo humano la resistencia a los antibióticos, un tema de discusión, a la fecha.

Pero la nueva dieta no es única, sino parte de un movimiento mundial que promueven diversos organismos internacionales que toman como referencia los Objetivos del Milenio, de Naciones Unidas (ONU).

En las últimas semanas vienen apareciendo en redes sociales informaciones del Foro Económico Mundial que dan cuenta de cómo en varios países europeos operan nuevos mecanismos de lucha contra la voracidad de las grandes corporaciones económicas mundiales.

Está el caso de la organización finlandesa Kierratykerkus que se dedica a recolectar productos comestibles a punto de su vencimiento para prepararlos y otorgarlos a menesterosos o, en una especie de reciclaje, y ofertarlos a la población a precios muy módicos.

En otras regiones del centro europeo también existen organizaciones sociales que promueven la renta de utensilios que no son necesarios en forma permanente, con lo que se evita la adquisición particular de cosas que sólo se van a utilizar una, dos o tres veces y que después se desechan.

Esos son los vientos que ahora soplan sobre la faz de la tierra. Casi, casi una vuelta al pasado. Todo para salvar la salud humana y al planeta.

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