Funcionarios e investigadores de la Universidad Autónoma Chapingo (Uach) pidieron al gobierno federal tener la voluntad política de reactivar el campo mexicano como respuesta a los múltiples problemas generales que enfrenta el país, en estos años.

El rector de la universidad, Sergio Barrales Domínguez e investigadores de esta casa de estudios, se pronunciaron por sacar del Tlcan a la agricultura nacional y sostuvieron que las amenazas de Donald Trump son una gran oportunidad para “prescindir de la comida norteamericana”, impulsar el mercado interno y la producción alimentaria nacional “sólo hace falta voluntad política” y dejar de lado “las presiones extranjeras”.

La Uach es la más importante universidad agronómica del país y en décadas anteriores al arribo de la tecnocracia al gobierno federal nutrió de cuadros básicos y gerenciales a las dependencias gubernamentales del campo, al igual que cuadros políticos de nivel secundario, principalmente porque los estudiantes provienen de áreas rurales nacionales.

En conferencia de prensa, Barrales Domínguez donde alertó una debacle en soberanía alimentaria y acceso a alimentos de calidad por falta de producción nacional, carencia de empleo, falta de ingreso bien remunerado y exceso en importación de granos básicos, hortalizas y oleaginosas de dudosa procedencia.

Dijo que la Uach está lista para participar en la renegociación del Tlcan, en la elaboración de políticas públicas a favor del campo y la creación de mercados locales y regionales de alimentos para cerrarle el paso a los intermediarios y abaratar el costo de los mismos.

Expuso que tiene importancia la producción de alimentos para alcanzar la autosuficiencia alimentaria, pero, de igual manera, esos productos tienen que se nutritivos para que esos alimentos no sólo calmen el hambre, sino también nutran al organismo humano.

Habló de más de 56 proyectos del Programa Especial de Extensionismo y Vinculación Universitaria y presentó dos estrategias aplicables en el medio rural para la producción alimentaria: la cosecha de agua de lluvia para la siembra y consumo humano, y la producción de alimentos con biofertilizantes y uso de dispositivos ahorradores de combustibles que encabezan los investigadores Juan Rafael Sánchez Bravo y Gerardo Noriega Altamirano.

Pedro Ponce Javana, subdirector de Servicio y Extensión de la Uach, respaldó la postura de Barrales Domínguez y coincidió con los conferencistas de que urge dejar de lado la visión gubernamental de que la agricultura es “sólo negocio” cuando ésta debe ser considerada como un sector estratégico para el país.

Aseguraron los ponentes que México no sólo tiene la capacidad para garantizar la soberanía alimentaria del país, sino también evitar una hambruna a nivel mundial debido a la biodiversidad que existe en el territorio mexicano.

Sobre el gasolinazo y sus efectos en el medio rural, Barrales Domínguez indicó que definitivamente habrá impacto, de un 20 por ciento, en los costos de operación de pequeños productores pero también, agregó el investigador Gerardo Noriega Altamirano, habrá repercusiones por la paridad peso-dólar en la compra de fertilizantes de ahí que la Uach cuente con propuestas viables y ya en aplicación para reducir en casi un 50 por ciento dichos gastos que permitan al campesino mantenerse motivado para sembrar la tierra.

Para ello, dijo Barrales Domínguez, hace falta recuperar la autoestima del campesino, producir barato es posible así como dejar de dar “mochilas, bultos de cemento y Procampo”, pues muestra de lo anterior, explicó investigador Juan Rafael Sánchez Bravo es el programa de Chapingo que enseña al campesino a cosechar agua de lluvia en las comunidades más marginales del país para la siembra y consumo humano donde se “le ve como sujeto de cambio y no como objeto”.

Los conferencistas presentaron sólo dos de sus 56 alternativas para rescatar al campo mexicano de su debacle y dijeron que pueden ser utilizadas como políticas públicas para el sector aunque hace falta “voluntad política del Estado” y no hay motivos para temer a las amenazas de Donald Trump; “por el contrario, está la posibilidad de recuperar el control alimentario de México”.

Lo anterior porque, expusieron, en México se come, pero no se nutre; se importa el 30 por ciento del frijol, el 50 por ciento de trigo, el 80 por ciento se arroz y más de 17 millones de toneladas de maíz amarillo sin considerar frutas, hortalizas y oleaginosas así como alimentos procesados.

Si bien el Estado puede asegurar que existe seguridad alimentaria en el país porque hay disponibilidad de alimentos en el anaquel de centros comerciales y mercados, difícilmente puede sostener que todos sus habitantes se alimentan pues al carecer de ingresos, la ingesta de carbohidratos por persona supera el 70 por ciento mientras que las proteínas y vitaminas quedan relegadas de ahí que estemos en una alerta sanitaria por diabetes y obesidad, además de cifras constantes de desnutrición.

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