Ciudad de México, 4 de enero de 2021.- Uno de los paradigmas en torno a la producción de cacao es el alto coste de biodiversidad que tiene el que se siembra a sol, puesto que implica la deforestación de amplias zonas. De acuerdo con Nisao Ogata, doctor en Botánica por la Universidad de California, entre 1990 y 2005, en los países africanos de mayor producción del grano, los árboles de sombra de 25 metros de altura disminuyeron de 14 a 1 por hectárea. Esta tendencia comenzó desde 1980 cuando los pequeños productores en África, el lugar donde más se produce cacao, decidieron cambiar sus sistemas de cultivo de sombra a sol por demostrarse que los sistemas de cultivo a sol son más productivos que aquellos que son de sombra, como los de México.

De acuerdo con un estudio realizado en Ghana, uno de los principales factores que conduce al abandono del cultivo de sombra es el “progreso técnico”, que consiste en la introducción de híbridos de cacao seleccionados para condiciones de sol.

En 180 entrevistas realizadas a campesinos, estos tienen la convicción de que a las semillas híbridas de cacao no les gusta la sombra, por lo que los productores se han mudado al esquema solar deforestando su entorno. Además, mencionan que el uso de tratamientos químicos y fertilizantes, entre otras prácticas, son las que mejoran la producción a sol, puesto que llegan a conseguir cosechas cuatro veces más abundantes que los sistemas de cultivo a sombra.

De acuerdo con Ogata, el aspecto de mayor influencia en los procesos de deforestación en los países africanos es la migración humana. “Cuando los migrantes se establecen en un sitio determinado, realizan un arreglo con el dueño de la tierra por medio de un contrato conocido como “abunu” para sembrar una nueva plantación de cacao, cultivarlo y compartir las utilidades con el propietario. Así, los migrantes, sin arraigo, ni patrones culturales relacionados al cultivo, se desempeñan con el único propósito de recibir un ingreso tan pronto como sea posible y, para esto, requieren de materiales genéticos de rápido crecimiento y grandes cantidades de fertilizantes y plaguicidas”, detalla Ogata en el libro El cacao, alimento divino.

Con la esperanza de obtener mejores ingresos por sus cosechas los agricultores han favorecido la deforestación y la contaminación del suelo por los químicos utilizados en sus cosechas por lo que, de acuerdo con Ogata, implementar este sistema en México significa conducir al colapso biológico, cultural y ecológico de los sitios originales donde se domesticó el cacao y se perfeccionó el uso y manejo racional de las selvas lluviosas.

En México, los cacaotales son una extensión de la selva que, aunque es manipulada por la mano del hombre, tiene un uso más sostenible, ya que el cultivo a sombra protege la biodiversidad biológica. Sin embargo, para favorecer más a los agricultores mexicanos, Ogata sugiere una comercialización a través de mercados especializados dispuestos a pagar por un producto que es el resultado de un cuidadoso manejo, sin olvidar el proceso milenario con el que se domesticó el cacao y lo que le dio un exquisito aroma y sabor, pues el cacao mexicano proviene de una variedad criolla que solo se encuentra en nuestro país, lo que les da un fino aroma frente a las otras variedades.

“Es en las selvas mexicanas donde se desarrollaron variedades de cacao de alta calidad que no pueden hallarse en ninguna otra parte del planeta, por tanto, necesitan recuperarse, propagarse y conservarse”, comentó en el libro publicado por Fundación Herdez, cuyo objetivo es contribuir a la revalorización de los alimentos mexicanos a través de la colección Tonacayotl: nuestro sustento.

Por ello, el académico de la Universidad Veracruzana sugiere que para construir una alternativa económica de las comunidades locales del sureste mexicano se necesitan al menos cinco principios rectores: autonomía, solidaridad, autosuficiencia, diversificación productiva y manejo sustentable regional.

El libro El cacao, alimento divino, editado por Fundación Herdez, recibió en el 2020 el reconocimiento a “Lo mejor de lo mejor”, por los premios encargados de reconocer los mejores libros de cocina y de vino en el mundo, los Gourmand World Cookbook Awards.

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