Las mujeres rurales como agentes de cambio en Guatemala

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Hugo Us* / BID

Washington, D. C., 19 de octubre de 2023.- Son las 8 de la mañana y Julia, de veintiún años, no puede ocultar la alegría y emoción que le produce ir a dar una jornada más de capacitación en el salón comunitario. El sol calienta la mañana y el ruido del agua al caer con fuerza en una catarata cercana le trae una brisa fresca. Vive en la zona fronteriza entre México y Guatemala, al norte de Huehuetenango. Junto a 570 mujeres ha mejorado su autoestima, habilidades para la vida y participación social como parte de un proyecto para mejorar las cadenas de valor de café y cardamomo.

Su rol de promotora le ha permitido aprender, pero, sobre todo, a enseñar a otras veintiséis personas de su comunidad – catorce hombres y doce mujeres. Además de mejorar las técnicas agrícolas y la calidad de los productos, el proyecto les ha permitido fortalecer también la seguridad alimentaria. Han creado huertos comunitarios con especies nativas de alto valor nutritivo como el chipilín o el amaranto y las mujeres se han involucrado activamente en el manejo de los huertos.

El valor del trabajo de las mujeres
Las mujeres y jóvenes que viven en áreas rurales de Guatemala tienen dificultades para encontrar una fuente de ingreso debido a las escasas oportunidades educativas o económicas. Por lo general, son los hombres quienes ejercen el liderazgo y las mujeres suelen participar menos. Julia ha constatado que el proyecto ha permitido ampliar no solo las oportunidades económicas, sino también ha mejorado la autoestima de las mujeres rurales. Ha sido positivo observar cómo cada vez más los hombres de las comunidades reconocen la importancia de la participación y contribución de las mujeres. Julia confía que las niñas que van creciendo tengan más oportunidades que las que ella ha tenido.

Desafíos que enfrentan las mujeres rurales
A pesar de que Guatemala ha transitado hacia una población más urbana, la población rural sigue siendo importante. De acuerdo con el censo de 2018, las mujeres constituían el 51.5% del total de la población. Del total de mujeres, el 45.8% vivía en el área rural y el 54.2% en áreas urbanas. Las mujeres rurales constituyen el 23.6% de la población, y las mujeres rurales indígenas representan el 13.5% de la población total.

Las mujeres del área rural del país enfrentan múltiples desafíos. Entre estos desafíos destacan el acceso a la educación, oportunidades económicas y mayor capacidad de agencia.

1. Barreras en educación
Los niveles de alfabetismo han aumentado en los últimos años, aunque las mujeres y en particular, las mujeres rurales, tienen niveles inferiores a los hombres. Esto se acentúa en aquellas mujeres mayores de 24 años. Por ejemplo, el nivel de alfabetismo de mujeres urbanas (entre 15 y 24 años) era, en 2018, de 96.3% comparado con 91.2% de mujeres rurales. Para las mujeres mayores de 24 años, el alfabetismo en mujeres urbanas era de 84.3%, y para mujeres rurales, de 66.6%. Las mujeres rurales son las que presenten menores años de escolaridad comparado con las mujeres urbanas o los hombres rurales o urbanos. La siguiente gráfica resume los años de escolaridad para diferentes grupos de población donde se acentúan las brechas educativas que enfrentan las mujeres rurales. De las mujeres rurales, son las mujeres mayas las que presentan los niveles más bajos (3.3 años de escolaridad promedio).

2. Reto en materia de oportunidades económicas
Las limitadas oportunidades educativas afectan a su vez las oportunidades económicas en términos de inserción en el mercado formal de trabajo, habilidades digitales o acceso a oportunidades de emprendimiento. Una parte importante de las mujeres mayas rurales (27%) se desempeñan en trabajos no remunerados (comparado, por ejemplo, con el 14.3% de los hombres mayas rurales y el 4.9% de los hombres no indígenas rurales). Esta situación se relaciona con el hecho de que un 83% de las mujeres rurales no están cubiertas por el seguro social (comparado, por ejemplo, con el 47.6% de hombres urbanos).

3. Desafíos en la capacidad de agencia
La capacidad de agencia tiene que ver con las posibilidades y condiciones con que cuenta una persona para tomar decisiones. Tiene que ver con la mayor o menor disponibilidad de opciones, con su seguridad física y psicológica. En el caso de las mujeres, estas condiciones se reflejan en, por ejemplo, edad de primer embarazo o violencia basada en género.

Los embarazos a edad temprana se acentúan más en las adolescentes rurales comparado con las urbanas. Así, el 52% de las mujeres reportaron haber tenido su primer embarazo en los rangos de 15 a 19 años. En el caso de las mujeres urbanas esto se logra retrasar: la mayoría de ellas reporta su primer embarazo (52.4%) en el rango de 20 a 45 años. Los embarazos más tempranos suelen repercutir, a su vez, en menos posibilidades de completar sus estudios. La disponibilidad de recursos para salud sexual y reproductiva estás más limitada para las mujeres rurales. De esa cuenta, según datos de la Encuesta Nacional de Salud Materno Infantil (Ensmi 2015), el 44.7% de mujeres rurales reportó no usar métodos anticonceptivos comparado con el 31.8% de mujeres urbanas.

Oportunidades para un mayor empoderamiento de las mujeres rurales
Para lograr un país con mayor bienestar y desarrollo se requiere la inclusión activa de y la generación de oportunidades para las mujeres rurales. Vivir en una zona rural debería ser una elección, y no estar asociado a menores oportunidades educativas o económicas.

En materia de educación, los desafíos se concentran en generar cobertura en la educación secundaria que permita a las adolescentes poder completar sus estudios y, eventualmente, poder seguir con educación superior. Asimismo, es importante ampliar los servicios de salud particularmente, pero no exclusivamente, en materia de salud sexual y reproductiva. Esto requiere también el involucramiento de las comunidades para propiciar un ambiente seguro para las adolescentes y mujeres rurales de manera que puedan tener más opciones. De igual manera, es fundamental ampliar los servicios de justicia para las mujeres rurales de manera que puedan reportar y ser atendidas de manera más oportuna ante los delitos relacionados a violencia basada en género.

Por otro lado, hay importantes desafíos en materia de empoderamiento económico. Las mujeres rurales son quienes tienen menor participación dentro de la población económicamente activa. Mejorar las oportunidades en este ámbito requiere ampliar la cobertura e idoneidad de los programas de capacitación para aquellas mujeres que no pudieron completar sus estudios en el sistema formal. Muchas de las zonas altamente rurales del país son aquellas que, a su vez, reciben más remesas. La mayoría de migrantes son hombres jóvenes rurales dejando a las mujeres al frente de los hogares. Con frecuencia, las remesas tienen un destino para el consumo. Sin embargo, es crucial encontrar opciones que permitan dar un uso más productivo y sostenible a las remesas de manera que, sea un activo fundamental que permita a las mujeres tener mayor autonomía económica.

Las zonas rurales del país están llenas de mujeres como Julia que esperan tener la oportunidad de mejorar sus vidas y contribuir a sus familias y sus comunidades.

* Hugo Amador Us Alvarez. Se desempeña como Especialista Senior en Desarrollo Social de la División de Género y Diversidad en la oficina en Guatemala del Banco Interamericano de Desarrollo. Su experiencia de trabajo con pueblos indígenas ha incluido los países de México, Belice, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá, Perú, Chile y Argentina y abarcan temas de desarrollo económico, seguridad alimentaria, turismo comunitario y desarrollo con identidad con enfoque territorial. Es además el enlace con sociedad civil para la oficina del BID en Guatemala. Posee una licenciatura en Economía (Guatemala) y, gracias al Fulbright Scholarship Program, una maestría en Ciencias Políticas (Estados Unidos). Pertenece al pueblo Maya K’iché.

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