Durante muchos años me pareció una situación indescriptible y asombrosa la situación de los ganaderos mexicanos, desarrollo que tiene su máxima expresión en el norte del país, región caracterizada por su clima desértico y semidesértico que hace impensable el éxito una actividad que requiere de mucha agua y grandes praderas con pastizales para sostenerse y, lo que es más increíble: ser sostén de una pujante economía regional.

Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Zacatecas y Baja California son entidades pecuaria de reconocimiento internacional.

Mi asombro fue mayor cuando conocí las pampas argentinas, lugar privilegiado en el país suramericano, donde los ganaderos locales se reían cuando les comentaba que en México se consideraba latifundio a una extensión territorial de más de 20 mil hectáreas cuando ellos poseían 100 mil, 200 mil, 300 mil y hasta 400 mil hectáreas para pastar su ganado.

Igual sucedió cuando, invitado por los ganaderos texanos, conviví con productores pecuarios de Amarillo, Texas, la mítica ciudad de la franja de la Ruta 66 con sus históricos ranchos que aún conservan la tradición del Cadillac Ranch, como expresión de esa actividad, donde los hatos ganaderos se arrean con avioneta, en vez de hacerlo con hombres montados a caballo, como era mi imagen tradicional.

Fue un gran amigo, ganadero tabasqueño, Héctor Manuel Fojaco Sumuhano, integrante de la Confederación Nacional de Pequeños Propietarios (CNPP), quien me develó algunos misterio del éxito de los ganaderos mexicanos norteño, además de mis experiencias vividas con ellos durante las celebraciones de sus asamblea ordinarias anuales.

Los logros de esta actividad consistían en que los ganaderos norteños compraban reses criollas en el centro, golfo y sureste nacionales, las transportaban al norte donde las engordaban en los fértiles campos del sur de Estados Unidos, luego las regresaban a México para venderlas en pie y los norteamericanos regresaban ese mismo ganado comercializado en cortes americanos.

Tenía que ver también el desarrollo de razas mejoradas genéticamente y hasta dieron los primeros pasos en la aplicación tecnológica de última generación en sus hatos ganaderos.

Entendí que se trataba de una actividad altamente comercial que requería dedicación, aplicación, estudio y muchos conocimientos para hacer de la ganadería un modo económico y financiero de vida.

En esto basaban su riqueza, porque los ganaderos, agrupados en la Confederación Nacional Ganadera (Cng, ahora convertida en Cnog), constituyen desde siempre una de las ramas de la explotación agropecuaria más dinámicas y ricas del país, a grado tal que organizaciones político sociales como la Confederación Nacional Campesina (CNC) y la misma Cnpp (ahora denominada Confederación Nacional de Propietarios Rurales, Cnpr), intentan competir con ella, pero sin éxito alguno.

Hoy, inicia en Tijuana, BC, la LXXX Asamblea General Ordinaria de la Cnog. Lo hace de frente al nuevo rostro, dibujado desde hace unos años atrás a la fecha, de la relación producción pecuaria con consumo de carne, a nivel nacional e internacional.

El consumo de productos cárnicos en todas sus manifestaciones (incluyendo, por supuesto, la leche) están frente a una revisión de la dieta mundial que tiende hacia una disminución y a la búsqueda de alternativas con supuestos de mejoras a la salud humana.

Recomendaciones de organizaciones mundiales de la salud indican que no es tan conveniente consumir tantos productos cárnicos, sobre todo los de tipo industrializado y, en las pirámides del Bien Comer ocupan un lugar secundario.

Esas recomendaciones tienen que ver no sólo con aspectos de salud, sino también de economía, porque el precio de la carne ha subido en forma considerable y ya no es tan accesible para las grandes mayorías de la población nacional, a excepto del pollo.

Existe otro ingrediente valorable: el ámbito ambiental. La producción pecuaria compite fuertemente, en muchas regiones, con el ser humano para la obtención del agua y del espacio para vivir, porque para el desarrollo de una actividad pecuaria exitosa se requiere de amplias pradera o su alternativa que es el ganado estabulado, pero, al parecer, no es tan sano como el de pastoreo y para su buen cuidado necesita de grandes dosis de antibióticos que algunos trabajadores de la salud consideran como potenciales de mala calidad de vida, ya que esa sobredosis de antibióticos que se aplica al ganado lo vuelve resistentes a virus que, más tarde, pasan esas resistencias al consumidor y eso estaría en la base de la falta de respuesta efectiva que muchos humanos registran a los antibióticos recetados para hacerle frente a algunos problemas de salud.

Otras consideraciones más podrían encontrarse en la moderna expansión de la actividad pecuaria, algunas de ellas ligadas al desarrollo de la mejora pecuaria, a través de los organismos genéticamente modificados (OGM) que, aunque no certificados del todo como causantes de modificaciones genéticas en el consumir, sí causan ciertas inquietudes en algunos sectores de la sociedad actual.

Estas razones han hecho que autoridades agropecuarias promuevan con fuerza alternativas de alimentación, como son frutas, verduras y, últimamente, alta promoción de productos del mar.

Todas estas cuestiones estarán en la mesa de las discusiones de la asamblea pecuaria citada que las tendrá que tomar en cuenta para continuar siendo una actividad palanca del desarrollo del campo mexicano.

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