Polan Lacki*

1 – En ella no se pierde tiempo en atribuir nuestros problemas agrícolas y rurales al colonialismo, al imperialismo, al neoliberalismo, a la globalización, a los subsidios y medidas proteccionistas que los países ricos proporcionan a sus agricultores, al FMI, al Banco Mundial, a la OMC, a los Tratados de Libre Comercio o a otros supuestos «enemigos externos», que están totalmente fuera de nuestro control. Prefiere la actitud más pragmática y constructiva de enfrentar los «enemigos internos» porque, éstos sí, pueden y deben ser evitados, corregidos o eliminados por nosotros mismos.

2 – Adopta esta posición porque las instituciones y personas que apoyan el desarrollo rural están siendo financiadas y pagadas para ayudar a solucionar los problemas rurales a través de medidas factibles de ser adoptadas y no para problematizar las soluciones ni para confundir a los agricultores con diagnósticos que no resisten a una argumentación seria.

3 – Aquí se menciona que atribuir la causa del subdesarrollo agrícola y rural a los factores mencionados en el punto 1 suele ser un «mecanismo de defensa» que utilizan quienes, al no tener capacidad técnica para solucionar los problemas rurales, necesitan identificar uno o preferentemente muchos culpables externos para justificar u ocultar su inoperancia.

4 – Tal como se demuestra en «El libro de los pobres rurales», disponible en la página web http://www.polanlacki.com.br/agroesp los habitantes del campo son pobres porque son ineficientes como productores agrícolas y como generadores de ingresos; y son ineficientes principalmente porque no poseen los conocimientos necesarios para evitar y/o corregir los errores que, involuntariamente, ellos mismos cometen. Como regla general, ellos no saben producir con eficiencia para alcanzar altos rendimientos, no saben obtener los insumos con costos más bajos, no saben administrar racionalmente sus fincas, no saben diversificar la producción, no saben incorporar valor a las cosechas ni comercializarlas con menor intermediación; todo lo anterior no por culpa de ellos, evidentemente.

5 – Por estas razones aquí se propone que no sigamos, durante años y décadas más, echando a los demás la culpa por los problemas que son causados por nosotros mismos, muy especialmente por nuestro inadecuado y obsoleto sistema de educación rural que es, sin lugar a ninguna duda, el principal causador de la pobreza y del subdesarrollo imperantes en las zonas rurales.

6 – Sugiere que, sin perder más tiempo con interminables y estériles discusiones académicas, el referido sistema de educación rural asuma la responsabilidad de mejorar y adecuar la formación y capacitación de los profesionales en ciencias agrarias y de los niños que estudian en las escuelas fundamentales/primarias rurales. De modo que los primeros estén aptos a enseñar y los últimos estén aptos a aprender lo siguiente: qué y cómo los productores rurales deben hacer para «eficientizar» la producción agropecuaria e incrementar sus ingresos, a través de la corrección de los errores descritos en el punto 4.

7 – Advierte a los agricultores que ellos están perdiendo tiempo y oportunidades al ilusionarse de que sus problemas serán resueltos por los diputados y senadores o por los economistas del Banco Central, del Banco Agrícola y del Ministerio de Hacienda, a través de créditos, subsidios y medidas proteccionistas. Aquí se les recomienda que renuncien a estas «aspirinas» y busquen soluciones duraderas y definitivas; exigiendo de sus gobiernos una educación útil y emancipadora, cuyos contenidos curriculares sean utilizables/aplicables por ellos mismos en la solución de sus problemas cotidianos. Una educación útil en el sentido de que les proporcione los conocimientos, las aptitudes, las habilidades y hasta los valores y las actitudes, que son necesarios para que ellos quieran, sepan y puedan corregir sus ineficiencias. Pero, que puedan corregirlas utilizando las herramientas de la ciencia, de la tecnología, de la administración rural y de la organización de los agricultores con propósitos empresariales y comunitarios y no utilizando efímeros paliativos crediticios que los mantienen, año tras año, dependientes de la demagógica «generosidad» de gobiernos populistas.

8 – Para ser llevada a la práctica, afortunadamente, esta propuesta no requiere de altas decisiones políticas, créditos abundantes y baratos, inversiones de alto costo, subsidios, ni garantías oficiales de precios y de comercialización de las cosechas. Aquí no se solicita que gobiernos paternalistas solucionen los problemas de los agricultores pues se demuestra que ellos mismos pueden hacerlo. Con tal fin apenas se reivindica lo absolutamente imprescindible: una educación de excelente calidad, con contenidos curriculares adecuados a las necesidades de vida y de trabajo imperantes en las zonas rurales y en las actividades agropecuarias.

9 – Afirma que, después que tengamos esta educación emancipadora, la pobreza del campo será eliminada por los propios habitantes rurales dentro de sus hogares, de sus fincas, de sus comunidades y de los mercados rurales. Porque la voluntad, la decisión y la capacidad personal de cada extensionista y de cada agricultor de solucionar los problemas del agro, será muchísimo más eficaz que la, siempre reivindicada y nunca lograda, voluntad y decisión política de los gobiernos. Porque los propios agricultores eliminarán las causas que originan su pobreza, en vez de seguir esperando por migajas gubernamentales que intentan, sin éxito, contrarrestar los efectos provocados por la falta de conocimientos.

10 – En resumen, está fundamentada en un desarrollo más endógeno que exógeno, al demostrar que el éxito de los proyectos de desarrollo agrícola y rural depende:

a) mucho más del profesionalismo de los agricultores que del paternalismo de sus gobiernos;
b) mucho más de conocimientos adecuados que de recursos abundantes; los agricultores suelen fracasar en sus actividades agrícolas, no necesariamente porque les falten recursos productivos, sino porque les faltan el saber y el saber hacer para lograr que dichos recursos generen más producción y más ingresos;
c) mucho más de la competencia y del pragmatismo de los extensionistas y de los maestros rurales, que de la elocuencia de los políticos;
Por todas estas razones, el desarrollo rural debe empezar desde abajo hacia arriba y desde adentro hacia afuera y no desde arriba hacia abajo ni desde afuera hacia adentro. Consecuentemente, las acciones gubernamentales en apoyo a las familias rurales, sin lugar a ninguna duda, deberán empezar en el pupitre de la escuela y no en la ventanilla del banco.

Los propios educadores pueden hacerlo, con o sin decisiones superiores y recursos adicionales.

La factibilidad y la eficacia de esta propuesta están demostradas en los textos de apoyo incluidos en la sección Artículos de esta página web http://www.polanlacki.com.br. En dichos textos también están sugeridas las medidas muy sencillas que, los propios profesores y extensionistas, podrán adoptar para mejorar la calidad, la utilidad y la aplicabilidad de los contenidos educativos. Podrán hacerlo, aunque sus respectivas instituciones no reciban recursos adicionales, aunque los gobiernos no adopten las decisiones políticas que ellos tanto reivindican a las autoridades nacionales y provinciales. Porque, gran parte de los cambios aquí propuestos sencillamente no requiere de recursos adicionales ni de decisiones políticas de alto nivel; aunque ambos sean deseables.

Los interesados en recibir otros artículos de mi autoría, todos gratuitos, podrán solicitármelos a través de mi correo electrónico polan.lacki@uol.com.br.

* Polan Lacki es un reconocido agrónomo brasileño. Fue consultor de la fao, es educador, conferencista y asesor en empresas agropecuarias de Brasil.

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