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jueves, octubre 10, 2024

Agrocidio: Carta al Papa Francisco

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Su Santidad Papa Francisco,
Presente

Bienvenido a la tierra del maíz donde, a la fecha, las mujeres y hombres sentimos que nuestra carne y corazón están hechos de maíz. Usted podrá en su visita percibir cómo el maíz es un elemento identitario presente en cada aspecto de nuestra vida desde el arte, la cultura, la ciencia; qué decir de la comida. Podrá degustar, cada día, un platillo diferente realizado con maíz. Incluso, en el mismo olor que nos envuelve podrá percibir al maíz. Actualmente, nos alimentamos cotidianamente de maíz: más de la mitad de las calorías diarias que consumimos provienen del maíz y una tercera parte de las proteínas. En esta tierra preparamos el maíz en cerca de 600 diferentes formas: tacos, tostadas, tlacoyos, etcétera.

En esta región del planeta conocida como Mesoamérica que incluye a México Guatemala, El Salvador, Belice, Honduras, se creó, gracias al trabajo de domesticación y selección de los antiguos pobladores, la maravillosa planta que es el maíz. Después de múltiples debates, se ha reconocido por los científicos que fue por el conocimiento y trabajo de los antiguos pobladores de esta zona del planeta –uno de los ocho centros de origen de la agricultura que fue posible la transformación del teocintle, un pasto con un pequeño fruto similar a un dedo, en maíz. Al domesticarlo, los mesoamericanos lograron construir una civilización con un sistema de pensamiento, una cultura, una cosmovisión, un panteón.

El maíz logró, gracias a su adaptabilidad, llegar a todos los confines del planeta; hoy, encontramos maíz desde el nivel del mar hasta las alturas de los Andes, es por esta razón que nuestro maíz es el cultivo ideal para enfrentar el cambio climático. En la actualidad, es uno de los tres cereales que alimentan a la humanidad y que se ha convertido en el producto agrícola más difundido en el mundo. Con su gran versatilidad en usos, es insumo de la mayor parte de los alimentos industrializados, ya sea como almidón o jarabe.

Este maravilloso cereal fue un regalo de los pueblos mesoamericanos al mundo, junto con él, los antiguos mesoamericanos domesticaron más del 15% de las especies de las que hoy se alimenta la humanidad. Por mencionar algunas, tenemos los frijoles, las calabazas, el jitomate, el aguacate, la vainilla, el amaranto, el algodón, la chía y un largo etcétera. El maíz es para nosotros, una planta sagrada, nuestra madre y origen, sin embargo, hoy la avidez del capital busca apropiarse de ella, convertirla en una mercancía. Al introducirle genes se ha posibilitado su patentamiento y esto permite el control de las semillas y de la producción de la alimentación de la humanidad.

Como usted señaló en la Carta Encíclica Laudato Si “Sobre el cuidado de la casa común” en lo que parece, de acuerdo a la bibliografía, hace referencia a la experiencia de su tierra natal: “… En muchos lugares, tras la introducción de estos cultivos (genéticamente modificados), se constata una concentración de tierras productivas en manos de pocos, debido a «la progresiva desaparición de pequeños productores que, como consecuencia de la pérdida de las tierras explotadas, se han visto obligados a retirarse de la producción directa» [113]. Los más frágiles se convierten en trabajadores precarios, y muchos empleados rurales terminan migrando a miserables asentamientos de las ciudades. La expansión de la frontera de estos cultivos arrasa con el complejo entramado de los ecosistemas, disminuye la diversidad productiva y afecta el presente y el futuro de las economías regionales. En varios países se advierte una tendencia al desarrollo de oligopolios en la producción de granos y de otros productos necesarios para su cultivo y la dependencia se agrava si se piensa en la producción de granos estériles que terminaría obligando a los campesinos a comprarlos a las empresas productoras”.

En esta tierra del maíz, los perversos mecanismos del paradigma tecnoeconómico y tecnocrático que subordina a la política al cual usted denuncia con claridad, se han impuesto, a través de las políticas agropecuarias, desde que en 1992 se firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Tlcan), el cual incluyó a nuestro maíz en la mesa de negociación. La élite gubernamental y empresarial decidió que era mejor importar alimentos de mala calidad, entre ellos maíz transgénico, y ̈exportar ̈, valga decirlo de esta manera, a nuestros campesinos de manera ̈ilegal ̈ a Estados Unidos para producir esos alimentos que importaría el país. Esto nos ha llevado a lo que se ha llamado un Agrocidio, en donde se han aniquilado a los campesinos y a los pueblos indígenas para despojarlos de las riquezas que han creado y preservado en sus territorios (recursos genéticos, agua, bosques, minerales). Después de más de 20 años del Tlcan, vivimos en la tierra que regaló al mundo muchas de las plantas de las que hoy se alimenta, una severa crisis alimentaria: el hambre se incrementa en nuestro país y, al mismo tiempo, aumenta la obesidad, los dos grandes flagelos de la alimentación moderna en el mundo. Se ha generado y agravado el complejo conflicto socio ambiental que usted nos invita a solucionar mediante una profunda Conversión Ecológica.

Aun cuando el Gobierno ha hecho todo lo necesario para permitir la siembra de maíz transgénico en México, un amplio movimiento social hemos logrado evitarlo. Encabezado por quienes han preservado a lo largo de los siglos las semillas: campesinos que comprendieron a cabalidad la amenaza que el control corporativo por medio de los transgénicos, implica sobre las semillas, uno de sus bienes más preciados. Junto a ellos, un amplio abanico de actores desde la sociedad hemos pugnado por evitar esta catástrofe para nuestro país. Por medio de una innovadora demanda colectiva que entablamos en 2013 en contra del maíz transgénico, autorizado por el gobierno mexicano a favor de las transnacionales, hemos logrado que en México se abra un proceso judicial que permita abordar, como usted ha señalado, “todos los aspectos éticos implicados (…) para asegurar una discusión científica y social que sea responsable y amplia, capaz de considerar toda la información disponible y de llamar a las cosas por su nombre”. Gracias a este diálogo logrado ante la autoridad judicial entre la sociedad, el gobierno y las empresas transnacionales se han logrado clarificar aspectos vitales:
I. Las empresas trasnacionales han reconocido que habrá flujo genético de los transgénicos hacia las razas nativas y pares silvestres lo cual, necesariamente afecta el derecho humano a la biodiversidad en tres ámbitos: el derecho a la conservación; el derecho de las generaciones futuras para, por ejemplo, obtener variedades para adaptarse a los cambios climáticos, y el derecho al libre intercambio de semillas sin contaminación transgénica.

II. Las autoridades de salud mexicanas han reconocido el riesgo sanitario de la siembra de maíz transgénico, al aceptar que no se realizan estudios sobre el impacto que podrá causar su siembra.

III. La autoridad mexicana en materia de agricultura, reconoció que los transgénicos no son necesariamente más productivos y sus semillas son más caras.

IV. La autoridad mexicana en materia de ciencia y tecnología admitió que la investigación en biotecnología ha sido acaparada por las empresas trasnacionales a partir de la publicación de leyes impulsadas por estas corporaciones.

Por eso, Papa Francisco, le solicitamos que durante su visita a México haga mención a este tema crucial, al confirmar su apoyo especial a los pueblos indígenas y campesinos, ya que, a pesar de que ellos han trabajado por siglos para producir y reproducir la base de la alimentación de este país y del mundo, están sufriendo un despojo continuo de la vida y riquezas que generosamente han compartido y comparten con el mundo.

Firmantes: maestro Francisco Toledo; Sergio Cobo González SJ, director Fundación San Ignacio de Loyola; Fray Miguel Concha Malo OP, director Centro de Derechos Humanos Fray Vittoria; José Luis Bustamante, Pro Oax Colectividad demandante contra la siembra de maíz transgénico. Campaña Nacional Sin maíz no hay país, 
Ma OGM (No OGM, en maya) y Carnaval del Maíz.

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