El Agricultor Primero

La salsa de tomate, fiel compañera de las papas a la francesa, el arroz con pollo, la hamburguesa y la pasta, entre otros, pasa por un largo proceso para llegar a nuestras mesas. Su principal protagonista es el jitomate, el popular fruto rojo que nació en las tierras de Perú, Bolivia y Ecuador, y se extendió hasta Europa en tiempos de la conquista.

Sin embargo, los europeos no lo consumieron hasta finales de 1,800, pues creían que la planta era venenosa y sólo la usaban con fines decorativos. Mientras que en América del Sur sí era considerada todo un manjar de dioses.

Un manjar que dio vida al cátsup o ketchup, la salsa o pasta de tomate en 1876 y se ha quedado desde entonces para acompañar muchas de nuestras comidas. Sin embargo, este popular producto se compone de más ingredientes que dan un adicional al sabor de la salsa. Por suerte, estamos aquí para contártelos.

Claramente, el ingrediente principal es el jitomate, más específicamente la pulpa de jitomates maduros, los cuales se siembran en toda la región. En la preparación de la salsa es indispensable que los jitomates estén maduros un 70%, es decir, amarillos, para que al llegar a la producción, su maduración esté completa y garantice un mejor sabor y consistencia al producto. Es por ello que los seleccionados siempre son los jitomates tipo pera –los que usamos generalmente en ensaladas– ya que cuentan con menor contenido de agua en su interior.

No todos los frutos seleccionados cuentan con la misma apariencia, hay algunos que tienen pequeñas manchas de coloración, son deformes, un poco menos maduros, incluso con espacios vacíos en su interior. Aun así, son perfectos para la producción y consumo, pues han sido cultivados con toda la destreza y tecnología agrícola.

Además del fruto rojo, a esta popular salsa se le añaden diferentes elementos e ingredientes como lo son el agua, aceite de oliva, vinagre, sal, especias, cebolla, ajo, canela, clavo, conservantes y salsa de soya.

La soya, uno de los cultivos más importantes del mundo, es el ingrediente que logra dar a la salsa el sabor umami, el quinto sabor básico que detecta nuestra lengua.

Por otra parte, existe un toque picante en el producto que se debe a los ajos tipo cuello blando, los cuales toman este sabor al ser cultivados en climas fríos. Además, al ser blanco cuenta con más dientes, teniendo entre 10 y 40, lo que hace más productivo el proceso para la salsa de tomate.

Otras variedades de ajo, como los rosados, violetas, morados, colorados, castaños o negros también se usan en la elaboración de la salsa de tomate. Su uso en las salsas depende de los climas de las zonas de cultivo y qué tanto picante la marca quiera darle a su producto.

Otro ingrediente importante en la salsa es la cebolla deshidratada. Este proceso de completo secado puede tardar 2 a 3 días si se hace de forma manual al dejar la cebolla al aire libre bajo el sol. O un día y medio si se hace con un deshidratador, el cual es más eficiente y productivo en la elaboración industrial del producto.

Pero antes que las cebollas pasen por este proceso, éstas deben estar limpias y, para ello, los agricultores disponen de tecnologías que cumplen la tarea de forma fácil y ágil. Gracias a esta tecnología, logran limpiar 32 cebollas por minuto, mientras que con herramientas tradicionales se limpiarían 22 por minuto.

Ahora que sabes de dónde viene la salsa de tomate, te invitamos a reconocer el trabajo de los agricultores, quienes con su trabajo cultivan y cosechan los mejores jitomates para llevarlos en diferentes presentaciones hasta tu mesa.

Anuncio

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí