Mujer que sabe latín…

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Un viejo refrán al que acostumbraban recurrir nuestras abuelas sostiene que “mujer que sabe latín…ni tiene marido ni buen fin”.

Durante muchos años se consideró con una de las bases del matriarcado que, junto con la siguiente: “Dios y hombre”, significaban el deseo máximo de la madre, en especial la latina.

De hecho, Rosario Castellanos, la excelsa escritora mexicana, publicó la novela “Mujer que sabe latín…”, en 1973.

Todo esto viene a cuento por la manifestación femenina realizada el domingo pasado en la Ciudad de México, en la cual, el Monumento a la Revolución resultó insuficiente para dar cabida a las miles de mujeres que se desplazaron, tanto de la propia capital nacional como de su conurbación, en especial, Ecatepec, municipio mexiquense catalogado como uno de los más agresivos en el país, en materia de feminicidios.

Desde luego, la inmensa concentración del Monumento a la Revolución y la columna que posteriormente marchó sobre Avenida Juárez para incorporarse a Paseo de la Reforma hasta el simbólico Ángel de la Independencia, no lo constituyeron sólo mujeres.

Algunos contingentes estuvieron formados por parejas (esposos, novios o sólo parejas) y algunas (muy pocas, por cierto) familias, con niñas menores que portaron leyendas como la siguiente: “Tengo dos años y marcho para que más adelante no se violen”.

Salvo algún leve desaguisado, la marcha-mitin transcurrió en orden, con las demandas consabidas, en diversos caracteres y múltiples forma, pero en esencia el mimo mensaje: rechazo al acoso por parte del hombre, en todas sus manifestaciones.

Un análisis somero sobre la libertad femenina indica que la lucha no es nueva.

Los datos más antiguos se remontan a mayor de 1911 cuando el 8 de marzo se celebró el Día Internacional de la Mujer, en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza.

Por supuesto que empujes decisivos en esta lucha los dieron Simon de Beavoir, esposa de Jean Paul Sartre, y Rosa Luxemburg, entre otras más, en los albores del feminismo.

En México, fue clásica la parodia “Liberación femenina”, cantada por Oscar Chávez, donde expone, en 1975, todo lo que vendrá y que, a la fecha, se ha cumplido.

La reunión internacional se celebró en junio de 1973 y para presidirla, el presidente Echeverría designó a Ojeda Paullada (Pedro), en ese tiempo secretario de Gobernación.

“Pero como es hombre, nos preside una… tostada”, canta Oscar Chávez, rememorando el rechazo total al hombre por parte de las mujeres.

Por eso, la marcha del domingo pasado no fue otra cosa que esa manifestación de la nueva tabla de valores que recorre el mundo. Todavía es incompleta y, algunas veces, quizás, hasta incomprensible, pero así ha caminado el mundo.

La mujer actual ya no se espanta con saber latín y le interesa muy poco el fin; tampoco espera como sus abuelas de antaño tener un hijo varón para estar satisfecha y que cuando esté vieja vea por ella.

Muchos sicólogos han tratado de desentrañar esos misterios del matriarcado y han dado algunos apuntes, aunque todavía se quedan lejos de los que es, en realidad, esa tradición ancestral que en algunas comunidades indias se conoce con el genérico de usos y costumbres.

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