¡Qué lástima
que no pudiendo cantar otras hazañas,
porque no tengo una patria,
ni una tierra provinciana,
ni una casa solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo
que ganara una batalla,
ni un sillón viejo de cuero,
ni una mesa, ni una espada,
y soy un paria
que apenas tiene una capa…
venga, forzado a cantar, cosas de tan poca importancia! 1

La Librería, así, con iniciales en mayúsculas determina en la experiencia personal una historia o un montón de destalles que así la forjan.  Las crónicas establecen que a la Librería Madero (Madero 12, Centro, Distrito Federal hoy definido con las frías y escuetas siglas de CDMX) la fundó don Tomás Espresate Pons, catalán nacido en Portbou, Gerona, el 11 de agosto de 1904 y fallecido en la Ciudad de México en el transcurso del año de 1994,  en el año de 1948 2, otros fijan la fundación de la Librería Madero en el año de 1951, que en realidad corresponde al establecimiento formal de la Imprenta Madero, consecuencia editorial de la anterior.

En lo personal, la Librería Madero— a más de la sorprendente cantidad y calidad de títulos, autores y ediciones— poseía dos nombres: Ana María Cama Villafranca y Azucena Adell Gras, ambas hijas de catalanes republicanos que hallaron una promesa de vida en México, cómplices para la profanación de una media botella de Terry, residuo ligado a las visitas del poeta León Felipe 3 —repuesta incontables veces para evocar «Vencidos»— 4 , el recuerdo una gata adoptada («la socia»), una pequeña oficina y libros sobre libros, encimados en múltiples cajas, apilados ordenadamente en el tapanco, en «parada» majestuosa en los estantes, en el mostrador ante el arrepentimiento de un cliente, y el aroma del café express acompañado del «humito»compañero; tres dependientes, de la visita de compradores habituales y de acercamiento fugaz; de las Iras compartidas, frustraciones ventiladas; de anécdotas irrisorias, destrozadas sin enojo; de un porvenir, aún por venir sin prisas…

¡Cuántas veces Don Quijote, por esa misma llanura,
en horas de desaliento así te miro pasar!
¡Y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura,
y llévame a tu lugar;
hazme un sitio en tu montura,
caballero derrotado, hazme un sitio en tu montura,
que yo también voy cargado de amargura
y no puedo batallar!
4

Entre plática y chacoteo, de la atención a un cliente con solicitud específica, queda el descubrimiento de un título nuevo, de un autor ignorado, el recuerdo de las penurias en temporada de «bajas» o de aquellas ya pasadas cuando regalar un libro por la Navidad/Fin de Año o la conmemoración de un nacimiento le entregaban al beneficiado un poco de la vida propia. Y, al final del día, una copita de Terry en honor de don León Felipe para aromatizar un viejo violín o a una Oración sólo por ser poema.

Señor, yo te amo porque juegas limpio;
sin trampas —sin milagros—;
porque dejas que salga,
paso a paso,
sin trucos —sin utopías—,
carta a carta, sin cambiazos,
tu formidable
solitario. 5

La información reciente la dota con nuevo domicilio y otro rostro, quizá algún día me venga bien visitar la «Antigua Librería» aunque me resultará extraña la estructura, incomprensible la ausencia de Ana María Cama Villafranca y la distancia de Azucena hoy enfrascada en actividades de la escena teatral. Con esperanza lejana deseo encontrar el aroma del café express y con nula el sabor de aquel hurto a una reliquia compartida reiteradamente, esta vez no será la triada —pues quedó en par por la ausencia de Anamary— para un regreso imaginario de cuando eramos jóvenes, las canas eran oferta lejana y el futuro una lectura interminable.

¡Qué pena si este camino fuera de muchísimas leguas
y siempre se repitieran
los mismos pueblos, las mismas ventas,
los mismos rebaños, las mismas recuas!

¡Qué pena si esta vida tuviera
—esta vida nuestra—
mil años de existencia!

¿Quién la haría hasta el fin llevadera?
¿Quién la soportaría toda sin protesta?
¿Quién lee diez siglos en la Historia y no la cierra
al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha?
Los mismos hombres, las mismas guerras,
los mismos tiranos, las mismas cadenas,
los mismos farsantes, las mismas sectas
¡y los mismos, los mismos poetas!

¿Qué pena que sea así todo siempre!
¿Siempre de la misma manera! 6

1.- León Felipe. Autorretrato. (¡Qué lástima!). Poemas y poetas imprescindibles. elalmanaque.com
2.- 1948 fpabloiglesias.es y portbou.cat con remisión a wikipedia; erróneamente fijada en 1938 por exiliados mexico.blogspot.mx
3.-Felipe Camino Galicia de la Rosa, nacido el 11 de abril de 1884 en Tábara, Zamora,España; fallecido el 18 de septiembre de 1968 en la Ciudad de México.
4.- León Felipe, por él mismo. Antología Poética. 13. Vencidos. youtube.com Musicalizado e interpretado por Joan Manuel Serrat, corte 10 en el disco Mediterráneo, editado en 1971.
5.- León Felipe. Oración. Versos y Oraciones del Caminante. las9musas.net
6.- León Felipe, por él mismo. Antología Poética. 11 . ¡Qué pena! youtube.com

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