Más que un matiz

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Con gran soltura confundimos propiedades y finalidades, elemento de lecturas y texto.

El discurso parcial beneficia la ideología y la tosquedad en el conocimiento de lo fundamental, que así llevado a la práctica “apoya” una afirmación equivocada devenida en monólogo cuando era imprescindible el diálogo.

El signo (del latín signum) es el objeto, señal, fenómeno o acción material que, por naturaleza o acuerdo —por conocimiento directo o analogía—, representa o sustituye una idea compleja. Entre éstos encontramos en la práctica diaria: los elementos para representar al zodiaco, los rasgos antiguamente colocados junto o bajo la firma de los profesionales en las diversas disciplinas humanas; los distintivos propios durante las ceremonias religiosas; los necesarios para determinar el más, el menos, la multiplicación y la división… etcétera en el terreno de las matemáticas; los trazos significantes para la comprensión en la construcción por parte de los arquitectos, de los ingenieros, de la música y toda grafía cuya finalidad es destacar o determinar el valor o grado del sujeto enunciado.

Un símbolo (del latín simbõlum, y éste del griego σύμβоλves), es la representación externa perceptible de una realidad íntima en la práctica y aceptación convencional a través de las asociaciones de las palabras y/o signos con finalidad de generar una reacción emocional personal con las variantes respectivas de persona a persona. Es materia y solución pictórica, escultórica, arquitectónica…  para sintetizar un discurso, para exteriorizar limitadamente una idea. La comprensión de un símbolo exige un mínimo asentado en la experiencia para dotar de valor al elemento, realidad manifiesta en los elementos no alfabetizables (por ejemplo los constitutivos en textos científicos que si bien emplean las letras del abecedario y sus números, su valor subyacente corresponde a una experiencia diferente) a los que confundimos con abreviaturas. Ejemplo de lo anterior son los denominativos para los puntos cardinales, las correspondientes a las diversas monedas del mundo, los determinativos de los elementos en la tabla periódica…

Por su parte icono o ícono (del francés icône, proveniente del ruso ikona, y éste, a su vez del griego bizantino εκν, –νος cuyo significado literal es imagen), es una representación religiosa de pincel o relieve, usada en las iglesias cristianas orientales. En su origen remite al trabajo en una tabla pintada con técnica bizantina cuya figuración supone una semejanza con el objeto representado o remite por relación a aquel. En la vida práctica consideramos un ícono a los correspondientes en la identificación de características y circunstancias en el traslado por las carreteras. Son la representación gráfica sencilla o compleja en el hacer del diseño gráfico a fin de dotar de personalidad diferenciable entre un universo a las diversas firmas competidoras en el mercado. Son elemento recurrente en los diagramas de flujo y la comunicación computarizada.

En su práctica religiosa, fuera de la común confusión, el ícono es un elemento de refuerzo durante la oración. Ante él ora el creyente pero no es al ícono al que dirige su oración, es por medio de él que eleva sus oraciones a un poder superior que le resulta intangible y arduo de asir, esa es la finalidad de un ícono. Es objeto de respeto y manifestación cultural más no el objeto de adoración, porque cada uno de ellos con sus elementos constitutivos narra y asienta las cualidades de lo representado, es un texto complejo narrado en figuras y color (volúmenes y luminosidad) para describir a quienes carecen de la posibilidad del lenguaje (propio o ajeno) la valía y elementos de ella para el “lector”. “Representa” al santo, no “es” el santo. En la Historia del Arte, el Icono o Ícono, cubre una larga y nutrida trayectoria aún no agotada.

Con el nombre/término de semiología (del griego σnμɛἵᴏv,  signo, y logia) entendemos el estudio de los signos aplicados en la vida social. La semiología estudia el signo y aborda la interpretación y producción del sentido, pero no trata el significado (que es abordado por la semántica) ni las denominaciones, incluyendo en estas las verbales (estudiadas por la lexicología, la lexicografía y la onomástica) y las no verbales (que estudian la simbología, la iconografía y la iconología), se identifica con la lingüística en cuanto abarca sistemas de signos puramente humanos, entre ellos los verbales, pero también sistemas de signos no verbales pero igualmente humanos, como los códigos de los gestos, la vestimenta etcétera, que son propios de la vida social. Una escuela de la misma, la semiología rusa o formalismo ruso, lleva por finalidad el análisis de las artes y la cultura.

Por último, y para evitar tanta confusión terminológica, en 1969 la Asociación Mundial de Semiótica, reunida en Venezuela, acordó englobar todas en la denominación semiótica. Así, confundir semiología con semiótica es tan errado como confundir símbolo con icono.

Todo lo anterior expuesto de manera harto superficial ya que cada uno de esos vocablos entraña dificultades que en un juicio llano confunde y aporta interpretaciones aberrantes. La lengua no es asunto somero, contiene una gran riqueza y por ello introduce dificultades que hace apasionante si no su conocimiento certero, si un acercamiento respetuoso al ser obra y resultado de generaciones de hablantes con deseo de entendimiento común y de estudiosos preocupados.

En asuntos de la lengua nada es simple, estático ni superficial; la sencillez es logro del esfuerzo común, acumulable, responsabilidad de sus hablantes.

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