Para Herminia y María de Jesús.

Al sur-surponiente de la ciudad de Lagos de Moreno (1942 msnm) —nombrado «Pueblo Mágico» el 16 de noviembre del 2012—, en el Estado de Jalisco, uno de sus variados atractivos naturales e históricos lleva por nombre «Cerro de la Mesa Redonda». Su peculiar estructura tiene una altura superior a los 2500 msnm y poco más o menos 1000 metros de diámetro en su plataforma casi circular. Queda a la izquierda de la carretera en el sentido Lagos de Moreno-San Juan de los Lagos, lado derecho sobre la autopista Aguascalientes-San Luis Potosí, paso obligado en las constantes peregrinaciones hacia el Santuario de la Virgen de la Limpia Concepción en la vecina ciudad puesta bajo la protección de San Juan (el Bautista). «El origen del ‘Cerro de la Mesa Redonda’ corresponde a la actividad basáltica cuaternaria y modelado por procesos erosivos de tipo regresivo y gravitatorio.» 1

Independientemente a un estudio específico acerca de las condiciones orográficas que determinan la forma de sus laderas escabrosas y su plataforma superior en donde las cactáceas y zacatón comparten el espacio con águilas, halcones, buitres, conejos, mapaches, coyotes, tlacuaches… dan rostro a la conseja y leyenda de riquezas escondidas y formas fantasmales en rededor de las cruces erigidas por los habitantes de la cercanía para honra de «El Santo Madero».

«… frente de la Mesa Redonda, pronunciamiento montañosos a modo de cono truncado, regular, casi trazado a compás. Un vaquero asciende por las encrespadas veredas canta, a voz en cuello, un corrido campirano; el novelista esparce la mirada sobre la espesura de los arbustos para localizarlo. Sólo el eco, después de golpear los enhiestos acantilados que coronan la Mesa, baja con variable intermitencia… Allá en los más altos riscos de la Mesa, está la siniestra Cueva, escondite donde el amo don Julián y los de su estirpe consuman los asesinatos que hay que cubrir con reserva. Sólo él y sus esbirros conocen la entrada…» Del gran tesoro oculto en alguna cueva perdida, hay variadas referencias con más o menos detalles, algunas bajo un manto de simplicidad y otras dispuestas con fantasía desatada.

«Además, El Jaral Hacienda ha sido testigo de importantes acontecimientos históricos como: La Guerra Cristera (1926-1929). Donde tuvo participación el jefe cristero de Lagos de Moreno llamado Martín Díaz… Después de la guerra, la mayoría de las haciendas fueron abandonadas.» 3

«… Siguieron más conflictos —entre el gobierno federal y el poder eclesiástico— y las diferencias se agudizaron con la bendición de la primera piedra del monumento a Cristo Rey en el Cerro del Cubilete, en Silao, Guanajuato el 11 de enero de 1923. Al evento asistió el delegado apostólico, cardenal Ernesto Filippi. El gobierno de Obregón consideró el acto como un desafío a la Constitución, por lo que procedió a expulsar del país a Filippi con el argumento de que, además de ser extranjero, había oficiado culto fuera del templo. Otro problema lo representó la celebración del Congreso Nacional Eucarístico en la ciudad de México, considerado ilegal. Se aplicó el artículo 33 constitucional para expulsar a los sacerdotes extranjeros y se destituyó a los funcionarios de gobierno que asistieron…» 4

De manera por demás escueta en un tema complejo —referencia vergonzante para la sociedad mexicana lejana a una plática sin apasionamientos y un análisis desprejuiciado—, sólo para un intento de comprensión de ese movimiento armado cuyo descontento popular proviene de la pugna entre los jerarcas católicos asociados con hacendados cuyos privilegios vieran bajo amenaza que sin recato alguno y en contra del quinto mandamiento de su fe, ataron los intereses terrenales a los “designios divinos” frente a la disposición de las autoridades federales respecto a la aplicación de las leyes patentes tras el movimiento de la Revolución Mexicana —aunque su origen queda en las Leyes de Reforma— proclive a variados enfoques y aplicaciones en el orden estatal y con daños en la economía nacional, quedan algunas de las causas evidentes del conflicto aún sin aclarar del todo:

«●El gobierno, por medio de la Ley Calles pretendía limitar el número de sacerdotes por habitante y tener una mayor injerencia en los asuntos internos de la Iglesia Católica. ●No se le reconocía personalidad jurídica propia a la iglesia católica ni a ninguna religión, los actos de culto sólo podían hacerse en los templos y con un permiso por parte del gobierno, además se prohibió cualquier tipo de educación con carácter religioso. ●Inició justamente porque el gobierno del General Plutarco Elías Calles quiso hacer reformas al Artículo 130 de la Constitución, persiguiendo a la Iglesia Católica en general y, además, haciendo que todo aquél sacerdote que quisiera ejercer tuviera que ser mexicano y [en algunos Estados de la Federación] casado por la fuerza. ●El gobierno persiguió a los cristeros y consideró ilegales los actos de culto realizados fuera de los templos encarcelando y fusilando a los transgresores…

«Consecuencias: ●Los obispos mexicanos tomaron la decisión de suspender los cultos en los templos y autorizaron que […] pudieran realizarse en casas particulares. ● [Los] Creyentes se levantaran en armas como protesta en contra del gobierno. ·El gobierno persiguió a los cristeros y consideró ilegales los actos de culto realizados fuera de los templos… ●Años después, los obispos llegaron a un arreglo con el gobierno en el sentido de reanudar los cultos, calmar a los insurrectos y a cambio el gobierno dejaría de inmiscuirse en los asuntos internos de la Iglesia a la que no se le reconocía de todas formas personalidad jurídica alguna y tampoco se permitió (al menos oficialmente) la existencia de escuelas confesionales. ●Las dos etapas de la guerra cristera

trajeron como consecuencia la muerte de más personas que durante la Revolución Mexicana y una profunda división entre la población.» 5

En el Boletín de Pastoral. Revista Diocesana Mensual fechada en San Juan de los Lagos, Jal., en mayo de 2002, con número 238, en su página 4 aparece el nombre de Pánfilo Limón. 29 de octubre 1929. Cerro de la Mesa Redonda; en la misma queda el nombre de Martín Díaz. …31 de octubre 1929. (¿un familiar homónimo?), aunque en la página 5 correspondiente al Decanato II, Lagos de Moreno anota: Cap. Martín Díaz (…1936). Cabe mencionar que el conflicto bélico con denominación de «Guerra Cristera» surgido de la «Ley Calles» ocupó los años de 1926 a 1929. Hay datos y nombres significativos: «15 de Marzo [1926].- Primer combate Cristero de gran importancia en San Julián, Jalisco, los cristeros al mando del General Miguel Hernández y Victoriano Ramírez ‘El Catorce’ infringen una derrota al 780 Regimiento de Caballería al mando del General Espiridión Rodríguez… 21 de Junio [1929].- Reunión en Palacio Nacional entre Monseñor Leopoldo Ruíz y Flores, Delegado Apostólico, Monseñor Pascual Díaz y Barreto, Secretario del Comité Episcopal y el Licenciado Emilio Portes Gil, Presidente de la República, en la cual llegaron al acuerdo de terminar con la lucha armada que ya tenía tres años y que tanto había costado a la Nación; 300,000 muertos, la mayor emigración de mexicanos al extranjero y la producción agrícola había caído cerca de un 70%… 1932-1936.- Un nuevo levantamiento surge en Jalisco encabezado por Lauro Rocha, no tuvo el éxito que tuvo el primero puesto que ya estaban abiertas las iglesias. Este levantamiento tuvo su fin con la muerte de Lauro Rocha en la Villa de Guadalupe.» 6

El asunto religioso debilitó aún más a la endeble economía nacional, reactivó los rencores adormecidos por el resultado del levantamiento revolucionario, enfrentó el movimiento agrario  al latifundismo defendido por los gobiernos federal y local. El empecinamiento de ambas jerarquías —la terrena y la espiritual— postergó el bienestar de sus representados, destrozó la tranquilidad, los parcos bienes, a las familias, las vidas… contaminaron tanto al fervor religioso como a las metas materiales. Las tensiones no terminaron con la firma de los acuerdos de 21 de agosto de 1929 que dejó un daño irreparable entre la jerarquía religiosa y el grueso de la población dolorida con un arreglo poco favorable. En la inestabilidad, surgirá la llamada «Segunda Guerra Cristera» a raíz del «Grito de Guadalajara» de Plutarco Elías Calles que marcará una serie de reformas al sistema educativo mexicano culminadas con el proyecto de la llamada «educación socialista»; motivo para manifestar la crueldad (tortura, linchamientos, asesinatos) en contra de los maestros por grupos insertos en el movimiento cristero y, ésto último, para fundamentar el descrédito a la imagen del levantamiento, más en el acomodo del poder católico que bajo inspiración cristiana.

Una de las calles en Lagos de Moreno —hacia el nororiente, cercana a la carretera Lagos de Moreno-San Luis Potosí, por el rumbo de Cañada de Ricos—, iniciada desde la carretera Lagos-León hasta un recodo adelante de El Marinero, tiene por nombre el de Martín Díaz.

El Corrido de Martin Díaz Jefe Cristero de Lagos de Moreno narra la historia de la batalla del Cerro de la Mesa Redonda en donde vencieron y humillaron al ejército federal: «En el nombre sea de Dios / voy a empezar a cantar / los versos de Martín Díaz / que no he podido arreglar,/ en esa Mesa Redonda / comenzaron a pelear .// Martín le dice a Limón / ¿Qué dices tú compañero, / esta noche nos bajamos / aunque nos rompan el cuero? / Nomás me cuidas la espalda / a ver si de veras puedo. // Limón le dice a Martín / la noche está muy contraria / se ven muchas lucecitas / que parecen luminarias, / hoy les rompemos el sitio / con pura reglamentaria. // Martín le dice a su gente / tomen bien sus posiciones / nomás no den tanto blanco / que no los vean los aviones / ya están cayendo descargas / sobre sus federaciones. // Martín le dice a Limón / con una voz muy ladina / Voy a empezar a bajar / me llevo mi carabina / la Virgen de Guadalupe / me servirá de madrina. // Bajó Martín adelante / con su caballo estirando / no sabiendo que el gobierno / ahí lo estaba esperando [¿?], / él con su 45 a varios iba tumbando. // Corre caballo alazán / corre por esas montañas / has podido con el tercio / contimás con las barañas. / ¿Qué pensarían los «pelones» / que no nos sobraban ganas? // Que vida la de Martín, / que vida tan arriesgada / que andando entre tanta bala / no le haya pasado nada. // Sería por las oraciones / que su madre le rezaba. // Otro día por la mañana / ya estaba alboreando el día / Ya no llores madrecita / ya estoy en tu compañía. / Aquí termina el corrido / del capitán Martín Díaz.» 7

Los Alegres de Terán interpretan con ligeras variaciones y un inicio  diferente su versión titulada «La Mesa Redonda»; con modificaciones a «Los versos de Martín Díaz “adjudicados a Juan Manuel y Ángel Moral 8; también aparece en John Holmes McDowell, «¡Corrido! The living ballad of Mexico’s Western Coast», Capítulo tres, páginas 150 y 151 con el aviso inicial de: «Realizado por Juvencio Vargas en su casa en Acapulco, enero 22, 1989. [Incluye partitura en tiempo moderato] Algunas variantes se pueden encontrar en Avítia Hernández (1997: 4:200-201) y Olvera de Bonfil (1994, 55-59)». En otro espacio el nombre de don Patricio (Ticho) Arellano aparece para la autoría del corrido. El aporte de Dueto Los Traviesos posee algunas frases adjudicadas a los personajes aparecen contrarias a las versiones divulgadas. En esta interpretación del corrido hay nombres y fechas que en otras quedan por hecho conocido y de habla cercana. 9 Otra más, por corresponder al aporte plasmado en un documento sonoro, resulta de trascendental importancia la afirmación que aparece en el disco Corridos de la Revolución Cristera, con número 20 de la valiosa serie de la Fonoteca del INAH, que en la segunda cuarteta, después de la presentación terminada en «… que no he podido arreglar.», queda la afirmación de «En esa Mesa Redonda ya lo iban a fusilar…»  (¿?) 10  además de algunas pequeñas variantes con respecto a las otras letras consultadas y escuchadas.

Karla Zafiro Rizo Contreras 11 en su trabajo “Adiós a la Mesa Redonda…” asienta: “… En tanto, en el corrido compuesto e interpretado por Martin de Santiago  lo recuerda en el relato de la Cristiada, dándole un rol protagónico a Martín Díaz…” y a continuación integra un largo texto donde incluye detalles extras de la batalla y una diferencia extraordinaria: “…La vida de los cristeros / que vida tan agraciada, / pasando entre tanta bala / y que ni una les tocara. / Sería por las oraciones / que sus padres les rezaban…”.

Hasta hace pocos años, antes de desaparecer la generación que por aquellos años eran niños pequeños supieron, de primera voz, que Martin Díaz —el capitán cristero en Lagos de Moreno— dirigió la exitosa salida de su atrincheramiento en el cerro de la Mesa Redonda acompañado por Juan Vázquez, Raymundo González, Pedro Velázquez y Pánfilo Lara. Eran pocos, sólo «poco más de una docena de cristeros los que enfrentaran a varios cientos de federales» auxiliados por avionetas cuya metralla «… lo único que hacía era matar compañeros federales.» A los defensores parapetados en las alturas, solamente les infringieron una baja. En otros recuerdos el abandono de la casi inexpugnable Mesa Redonda la obligó el envenenamiento —desde el aire mediante avionetas— del estanque de agua disponible y fecundo habido en la plataforma superior. Y, no todos los combatientes resultaron ilesos ya que aquellos que no lograron el escape, prendidos por los federales les cortaron las plantas de los pies y así los llevaron, paso a paso a los pueblos cercanos en donde los fusilaron para escarmiento de los alzados.

Una viñeta contraria a la “santidad” del enfrentamiento: “Martin De Santiago identifica del levantamiento armado en Lagos de Moreno a un sacerdote: el padre Jesús González estaba en el Santuario, después de cinco años de participar en la guerra de revolución cristera grande, la de 1926 al 1927 <<el padre Jesús González tuvo la culpa de ese combate en La Mesa, porque le mandó una carta a Bruno y a Martin de aquí, de que los mandaba a llamar al Santuario >>. El entrevistado recrea el dialogo que sostuvieron en el Santuario aquel día, recuerda que fueron siete personas a la cita y que él era el menor, con 12 años de edad.

“Padre pues venimos a ver paʽque nos quiere. —Ah, sí, te mandé una carta ¡quiero que vuelvas a agarrar las armas Martin! —Dice Bruno: — Padre, ya no hay gente, ya la gente que andaba agarró miedo, ya no quieren ir. —Luego le dice el padre: —Si no agarras las armas, chingas a tu madre—. Luego dijo: —Bueno padre, si así es, usted lleva la responsabilidad. Échenos la bendición.” 12 Queda además insinuada la época de la Batalla del Cerro de la Mesa durante el 20, 21 y 22 de octubre de 1935.

En cuanto a la “anhelada” pacificación: «El alto costo del enfrentamiento para ambas partes y la intervención personal del embajador de Estados Unidos en México, Dwight W. Morrow, quien traía entre sus principales encomiendas la terminación del conflicto, lograron que se dieran las bases para un avenimiento entre el comité episcopal y el gobierno.

«Los acuerdos que finalizaron la guerra, firmados por la jerarquía católica y el gobierno de México, fueron llamados por el ciudadano común ‘Los arreglos’, con toda la carga de desprecio que tiene el uso de la palabra. La expresión ‘ya se arreglaron’ implica una negociación turbia, secreta, alevosa. Por supuesto las personas que así los llamaron no se equivocaron.

«Una vez negociada la paz se pidió a los combatientes cristeros abandonar las armas, rendirse de manera incondicional y ominosa. La aceptación de tan dolorosa medida solamente se entiende al considerar el enorme apego y obediencia que tenían los combatientes a sus ministros religiosos.

«No extraña saber que los acuerdos no fueron respetados. Una vez que los combatientes cristeros entregaron sus armas, el gobierno desató una cacería humana, dando como resultado que fueron asesinados más cristeros después de la amnistía, que durante la guerra.» 13

Don Andrés de Alba, vecino de San Juan de los Lagos recuerda la estancia temporal del capitán Martín Díaz en el rancho de don Pedro Muñoz, durante el año de 1932 (es pues que Martín proseguía el movimiento por su cuenta o de carácter defensivo puesta su cabeza en precio), previo a un combate en la zona. Más adelante narra  la traición y muerte del capitán cristero: «Cosas de la política y ajustes de cuentas… Victorio de Alba mató al capitán Martín Díaz, que creo pertenecía a Lagos, de un rancho que se llama Santa Anita. Otros se fueron a otros estados para disfrazarse, pero a Martín Díaz lo mató Victorio de Anda, porque le hacía a las yeguas y a los burros, para el gobierno [y] para los cristeros; vino Martín ya medio derrotado con tres soldados; ‘qué bueno que viniste’ le dijo muy político y abusado; paró todas las yuntas, paró a todos los medieros, y los mandó a sus casas, y le dijeron a las esposas que mataran gallinas para hacer mole y sopa de arroz, total que se hizo la fiesta y empezaron a traerle tequila y tequila… a Martín Díaz, lo emborracharon y lo mataron… El colofón del crimen: el ganadero se va a México y recibe facilidades para poner un establo en Tacuba, pero su verdadero negocio fue la contratación de braceros…» 14  Ésto sucedió el 12 de septiembre de 1936 —terminada la guerra— y en el hecho la crónica oral involucra a la familia de Anda ya que «… nunca pudieron de frente porque le tenían miedo.» Martín no fue el único de los líderes sacrificados en diferentes tiempos y circunstancias por decisión oficial y mediante traición, en esa lucha silenciada quedan los nombres de: P. Aristeo Pedroza, Trinidad Mora, Lauro Rocha, Luciano Serrano, Ramón Aguilar, Primitivo Jiménez, José Padrón, Pedro Quintanar, Porfirio Mallorquín… David Rodríguez, Vicente Cueva, José Velasco, Florencio Estrada, Lorenzo Arreola, Feliciano Flores y las decenas de seres anónimos que pretendieron con la barrera de un «detente» y las balas bendecidas, mantener su forma de creencia liados a tiros contra el poder establecido que poco o nada escuchaba los reclamos de los grandes grupos humanos. Finalmente, en 1941, la rendición del jefe cristero Federico Vázquez en Durango, finiquita el terrible periodo bélico del movimiento despectivamente denominado «cristero», con esta capitulación, queda cerrado “oficialmente” el doloroso enfrentamiento entre mexicanos para oportunamente olvidarlo.

El capitán Martín Díaz fue un ser vivo que transita en la memoria colectiva de las comunidades en donde realizó sus operaciones bélicas. De él quedan dos pasajes de su vida; uno en el corrido y sus múltiples variantes que mantienen en la memoria los turbulentos tiempos de esta nación y el otro el de su trágica muerte por traición. Él encarna en el rasgueo de la guitarra y la voz de los cantantes ocasionales un momento despreciado y peor comprendido en las sangrías continuas que al amparo de «ideales» dividen y enfrentan familias, merman la vida, la tranquilidad y el futuro de quienes suponen que lo absoluto de «su verdad» es «la gran verdad» defendida por sus representantes en ambos espacios de su existencia. De muchos otros, el pueblo llano, «la carne de cañón» manipulada que en algún tiempo sólo tuvo una mala vida que le arrebataron, nos quedan las fotografías borrosas de su momento final en el paredón, tras su fusilamiento, pendientes de los postes al lado de la traza ferroviaria y de árboles, muertos con saña «para ejemplo» de los equivocados y un puñado de imágenes elevadas a los altares. Para otros, los «fanáticos» son el hazmerreír que representa el oscurantismo retrógrado en esta sociedad, en tanto que el grupo en pugna es un atado de demonios: ambos exacerbados con engaños.

De Martín al menos sabemos de tres hijos: Martín, Inés y Leonor (religiosa en la orden de las Hermanas Siervas de la Encarnación); Blas, Nabor, Eulogio, Román, Timoteo y Feliciano Díaz son la generación anterior de Martin y alguno de los dos primeros fue el padre del capitán cristero.  15

En un país dominado por un patriarcado atemperado por un cariño especial y poderoso por la madre, extraña que en ningún escrito o referencia de pasada, aparezca el nombre y apellido de la madre de Martín Díaz, ni siquiera en «Las mujeres de mi general. Corridos de la Costa Chica y del Bajío»: «… Entre las madres recordamos a la del mismo Valentín Mancera, que pedía inútilmente a los asesinos de su hijo que no lo mataran, ‘y menos sin confesión’; la de Juan Nereidas, que también intentaba rescatar al hijo bandolero de los esbirros de la Acordada, mediante una oferta de cinco mil pesos; la del capitán cristero Martín Díaz, cuyas  oraciones eran una coraza tan poderosa, que al  hijo, ‘andando entre los balazos, / nunca le pasaba nada’.» 16 Quede, para determinar el nombre de aquella a quién debiera el batallador capitán cristero en el espacio de Lagos de Moreno, Jalisco, la protección de sus rezos a la que refieren el corrido y sus versiones de manera tangencial y que a ella, provisionalmente dejamos asentada con el apellido de Velázquez —“los Velázquez del rancho de Santa Anita, cercano al Cerro de la Mesa”— el cual extraemos de los difusos recuerdos de pláticas familiares; su nombre, como resulta común después de la tercera o cuarta generación cuando mucho, yace en el emborronado pasado y sujeto al pronto olvido y desinterés. Quede pues, tentativamente el posible nombre completo del capitán Martin Díaz Velázquez —en lo paterno y materno— en tanto indagamos con certeza los de sus padres.

Hay momentos invisibles en la Historia Mexicana; hay seres fantasmagóricos, crueles, fanáticos en todos los bandos; y por supuesto, cientos de mujeres invisibles en el movimiento armado de la Guerra Cristera. Para la gran Historia omitimos por vergüenza los actos que poco aportan y cuya masa hiede a podredumbre. De (¿1917?) 1926 a 1941 atronó la violencia con su colofón vergonzante, el conveniente, el disimulado «modus vivendi» vigente hasta el año de 1979.

Leyendas, historias más o menos adecentadas, imágenes pulidas, frases en favor o para descrédito de «los otros», los monstruos, a fin de significar los miles de asesinatos para reverdecer con aquel «Emperador de los asirios» y otros logros en la literatura mexicana.

De 50,000 a 250.000 muertos aportó a la sangrienta vida mexicana la Guerra Cristera. Los números en miles varían terriblemente. «Según las cuentas de Jean Meyer, esa guerra produjo entre 70 mil y 85 mil muertos, una media de 2 mil muertos mensuales, de los cuales al menos una tercera parte fue de anticristeros.» 17 Cifra añadida a la pérdida de vidas humanas en el conflicto armado que históricamente llamamos Revolución Mexicana.

Todos ellos eran como somos todos, seres humanos en sus singularidades actuantes, entre la irracionalidad y lo real, entre el logro grupal y la derrota personal, a medias en el acierto, sumidos en la equivocación. Mientras la tropa creyente, la plataforma rala sólo deseaba la oportunidad de reencontrarse cada semana con la esencia que les silenciaran, el amparo que sus ancestros y entorno le inculcaron desde pequeño, la idea que le salvaría de ese marasmo bestial de su miseria sobre la pobreza patriarcal sin enmienda por más que trabajaran y deslomaran del amanecer al finalizar el día.

Sólo querían les regresaran la paupérrima esperanza en su mundo miserable. Porque aunque fuera de buen cuño la propuesta, por imposición, sin el convencimiento del tiempo, las virtudes resultan nocivas. Al final queda mucho más que una duda por esclarecer: ¿quiénes fueron los equivocados y quiénes los iluminados, si es que los hubo? Porque esa guerra ocultada, confusa en su historia soterrada en donde aparecen los bandos conservador y liberal —recalcitrantes, de avanzada y mesurados en ambos opuestos—, la intervención tras bambalinas de los Estados Unidos de América, el Vaticano, la cismática Iglesia Católica Apostólica Mexicana (21 de febrero de 1925), fue un intento más del intemperante jacobinismo rescatado de los anales y de la fugaz institucionalización en el año de 1861 fundamentada en la promulgación de las Leyes de Reforma cuya aplicación resultó postergada y dejó heridas abiertas. Fue y es la búsqueda de la estabilidad nacional  soportada por los intereses de grupo en sus diversos grados de fusión y reacomodo constante cuya realidad es el trauma vergonzante para las jerarquías de ambas (o todas las) partes que en su clamor por lo que es justo menosprecian la vida de sus representados y ante su invocación por la verdad pretendidamente universal omiten, con su bagaje de literatura y estudios, de análisis y tesis parciales, el brutal comportamiento de ambos bandos sin abonar con ecuanimidad por el conocimiento de aquel momento desconocido a cabalidad por el gran beneficiado/perjudicado: el pueblo llano, en donde todavía enfrenta y afrenta a las familias y a los grupos humanos con dicterios sin lógica ni comprensión.

Frente a «la razón» el juicio indemostrable, herramienta engañosa para preservar el poder de unos sobre los muchos y en donde el individuo —en su colectividad— encuentra noción para su vida  compartida, aceptación de su identidad y «sentido» a su miseria.

En su religiosidad, mediante el rito, lo íntimo e intransferible malogra la comunión en el sosiego que la realidad le escatima. Arrebatándoles su religión 18 los desamparados pierden el único asidero en una vida de explotación y anonimato.

El pleito entre las dos jerarquías fanáticas —la etérea y la terrena— cercenó el vínculo y no hubo nada más porque ya no había otra cosa para perder. Las autoridades, en su relación nicodémica, brindaron y comieron para celebrar la necedad con el triunfo de la moderación entre ellos y restituir al país la paz y la tranquilidad momentáneamente confundidas. «Juan Pueblo» aportó su sangre y carga el descrédito para su beligerancia irracional.

Notas:

1.- Fuente: anr.gob.mx consultada el 25 de julio del 2017.
2.- Antonio de la Torre. Lecturas Históricas Mexicanas. Página 383. Alfonso de Alba Martín. Sobre Malayerba de Mariano Azuela. historicas.unam.mx Consultado el 25 de julio del 2017. Alguna vez me narró Herminia con sonrisa socarrona la repetida leyenda de una gran riqueza escondida en una cueva del cerro. «Dicen que en el de la Mesa un hombre encontró una entrada entre huizaches y nopales. Entró con la ayuda de una antorcha improvisada, dentro vio pequeños bolsos cerrados y gran cantidad de monedas de oro y plata desperdigadas por el piso. Revisó los costalitos y llenó su morral con cuanta moneda pudo. Antes de salir la antorcha perdió fulgor y en la oscuridad perdió la entrada. De entre la tenebrosa oscuridad surgió una voz que exigía: ‘¡O todo, o nada!’. Asustado vació la riqueza guardada en el morral pero mantuvo unas cuantas monedas en su puño. La voz repitió: ‘¡O todo o nada!’. Abandonó lo escondido y con ello la antorcha recobró el vigor del fuego y la entrada destacó con el brillo del exterior. Ya afuera y repuesto un tanto del susto cortó algunas pencas de nopal y huizaches en donde colocó su sombrero —otros dicen que su camisa de manta— para seña del lugar. Bajó del cerro aún con las piernas y la voz temblorosas. Buscó a un su compadre a quien narró la experiencia y a quien solicitó su ayuda y la de sus burros para rescatar esa inconmensurable riqueza. El compadre en plena duda le recomendó primero ir al lugar y en caso de necesidad ya hablarían de los burros. Subieron y al llegar a donde quedaba la supuesta entrada no encontraron la señal de las pencas, de los huizaches ni el sombrero —o camisa de manta—.» En la «Leyenda de Bartolo Prieto» (¿Bartolo «el prieto»?) la historia con nombre propio gira en rededor de un antiguo bandido en el espacio laguense al que otorgan semejanza con el Robin Hood inglés (Robin «el Truhan» en el sentido de vagabundo) o con el mexicano Jesús Arriaga «Chucho el Roto», salvo que el escenario cambia ya que en esta versión la cueva está en el «Cerro de la Bola», al poniente de la población y la voz —¡O todo, o nada!— es del fantasmal Bartolo Prieto cuyo socorro a los necesitados sería sumamente menguado dada la supuesta riqueza contenida en la cueva mencionada. («Nuestras Raíces». Radio Universidad Lagos. Texto adaptado: Mario Gómez Mata; voz: María Guadalupe Padilla; Producción: Bertita Veloz; directora: Yahaira Padilla.) Visitado el 17 de agosto del 2017.
3.- eljaralhacienda.com Visitado el 3 de agosto del 2017.
4.- Lic. Juan Carlos Esparza R. La Guerra Cristera (1926-1929) 2/Una breve perspectiva. Aguascalientes, México. liceus.com Visitado el 3 de agosto del 2017.
5.- Marisa Montanez. Guerra Cristera. delcaudillismoalpresidencialismo.blogspot.mx Visitado el 3 de agosto del 2017.
6.- Cronología de algunas batallas cristeras. 23 de abril de 2012
7.- Dueto Los Traviesos. De este corrido llevado de voz en voz queda la variante con el nombre de Los versos de Martín Díaz, con el Dueto Frontera: En el nombre sea de Dios / voy a empezar a cantar / los versos de Martín Díaz / que no he podido arreglar. / / En esa Mesa Redonda / comenzaron a pelear. / Martín le dice a su gente / tomen bien sus posiciones / nomás no den mucho blanco / que no los vean los aviones / apunten bien sus descargas / sobre las federaciones. // Los muchachos de Martín / que bonito se tendían / por encima de los rifles / apenas se distinguían, / a gritos y carcajadas / los disparos repetían. // Limón le dice a Martín, / la noche está muy contraria, / se ven muchas lucecitas / que parecen luminarias, / hoy les rompemos el sitio / con pura reglamentaria. // Bajó Martín adelante / con su caballo estirando / no sabiendo que el gobierno / ahí lo estaba esperando [otra vez la afirmación ilógica] / él con su 45 / a varios iba tumbando. // Corre caballo alazán, / sácame de esta montaña, / has podido con el tercio / contimás con las barañas / ¿qué pensarían los pelones / que no nos sobraban mañas?
8.- En albumcancionyletra.com Y aunque pareciera un desperdicio de espacio, por los detalles aportados quede la extraída de YouTube, «En Lagos de Moreno 3»: En el nombre sea de Dios / voy a empezar a cantar / los versos de Martín Díaz / que no he podido arreglar. / En esa Mesa Redonda / comenzaron a pelear. / / Serían las 10 o las 11 / cuando el combate empezó / serían las diez de la noche / ya estaba a fuego cerrado / un coronel del gobierno / se hallaba desesperado.// Pero llegó el día 21 / no me quisiera acordar, / llegaron seis airoplanos / queriéndolos bombardear / los muchachos de Martín comenzaron a temblar. / Martín le dice a su gente, / no larguen sus posiciones / nomás no den tanto blanco / que no los vean los aviones / las descargas stán cayendo / sobre las federaciones. // Gritaba Pedro Velázquez / con una voz muy ladina / si yo bajo de la Mesa / me llevo mi carabina / la Virgen de Guadalupe / me ha de servir de madrina. // Martín le dice a Limón / no te rajes compañero, / esta noche nos bajamos / aunque nos rompan el cuero, / nomás me cuidas la espalda / a ver si deveras puedo. // Martín le dice a su gente / está orden les voy a dar: / aprieten bien sus monturas / porque vamos a bajar, / dejen el miedo aquí arriba / no se vayan a cuartear. // Bajó Martín por delante / en su caballo tirando / pero los federales / ya lo estaban esperando / Martín con su buena escuadra / a varios iba tumbando. // Corre caballo alazán / corre por esas montañas / si has podido con el tercio / contimás con las barañas / ¿qué pensarían los pelones que no nos quedaban ganas? // Otro día por la mañana / ya venía alboreando el día, / ya no llores mamacita / ya estoy en tu compañía. / Aquí termina el corrido / del capitán Martín Díaz.
9.- Revisada el 24 de julio del 2017.
10.- Corrido de Martín Díaz. Fonoteca del INAH. Corridos de la Rebelión Cristera. Número 20, con el comentario: «Martín Díaz fue uno de los jefes cristeros más importantes en la zona de los Altos de Jalisco, operaba en los alrededores de la Mesa Redonda, pequeña meseta en cuyas estibaciones se encuentra el poblado de San Miguel El Alto.» Cabe la aclaración de que el Cerro de la Mesa Redonda geográficamente está entre Lagos de Moreno y San Juan de los Lagos, San Miguel El Alto queda hacia el surponiente de éstas.
11.- Karla Zafiro Rizo Contreras. Adiós a la Mesa Redonda. La Segunda Cristiada en Lagos de Moreno, pagina 137, Universidad de Guadalajara. Puertas Abiertas, 2013.
12.- Karla Zafiro Rizo Contreras, op. Cit, páginas de la 139 a la 144.
13.- Marco Fabrizio Ramírez Padilla. Introducción. La guerra de religión en México (1926-1929). Palabra de Clío. Historiadores Mexicanos. palabradeclio.com.mx Visitado el 28 de septiembre del 2017.
14.-  Agustín del Castillo. «Religión, tierras y trabajo, las cargas de una niñez entre balas.» milenio.com Visitado el 4 de agosto del 2017.
15.- Comunicación personal con el compositor musical y maestro José Luis Wario Díaz.
16.- Juan Diego Razo Oliva (Antigua Academia de San Carlos), página 83. Revista de Literaturas Populares. Año II, Número 2, julio-diciembre de 2002. rlp.culturaspopulares.org Visitado el 13 de agosto del 2017.
17.- Héctor Aguilar Camín. Los santos y la guerra cristera. milenio.com Visitado el 4 de agosto del 2017.
18.- El Diccionario de la Lengua Española contiene: «Religión. Del latín religio-õnis. 1. f. Conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales, principalmente la oración y el sacrificio para darle culto. 2. f. Virtud que mueve a dar a Dios el culto debido. 3. f. Profesión y observancia de la doctrina religiosa. 4. f. Obligación de conciencia, cumplimiento de un deber… 5. f. Orden.» dle.rae.es Visitado el 14 de octubre del 2017. Aplicado en estrecha ligazón para con Dios (o un Dios o varios dioses), el término, con sus más y sus menos acercamiento a la vida del hombre, contiene con Cicerón, con San Isidoro de Sevilla, con Lactancio, con Lucrecio… fundamentalmente la finalidad de religare=unir lo que está separado y es, curiosamente, su aplicación con descrédito para otras formas falsas de «religión» motivo de separación en las sociedades y los humanos. Si la religión, lo que re, el prefijo que marca la repetición de algo y ligare, lo que ata, une lo separado hasta entonces, por más que en su práctica, corresponda a una plural variedad de manifestaciones en las sociedades desde el inicio de la apetencia del hombre por escudriñar la esencia de la/las divinidad/es. Mucha tinta y sangre vertida para acentuar, asentar e imponer la valía de un sistema por encima de otras estructuras doctrinarias.

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