“En la vasta geografía del cema-náhuac ―la tierra en el anillo del agua―, que más tarde se nombró Nueva España, hubo asentamientos de pueblos y ciudades de cuya existencia hablan relatos que son mitos o historias o ambas cosas a la vez. La textura del mito la tejen palabras primordiales; la de la historia, según se dice, palabras resultado de indagación. Etimológicamente, mito ―mythos― significa palabra; historiar ―del verbo historein― es inquirir. ¿Mitos e historia son expresiones irreductibles? ¿O son dos modos distintos de evocar un pasado? ¿Son dos formas de construir significación en el discurrir temporal de los seres humanos? Desde la perspectiva de sus consecuencias, ¿qué ha calado más hondo en sus vidas, los relatos míticos o los que llamamos históricos? ¿Los relatos sagrados ―los que dan cimiento a las creencias religiosas― son míticos o históricos o una y otra cosa?… 1

baba

El llanto de la Princesa.
(Michoacán.)

En las historias de los P’urépeha queda el nombre del Irecha (“Señor de las innumerables casas”) Tangaxoán II quien para salvar a su pueblo del desastre y muerte ante los embates de aquellos extraños hombres encabezados por Cristóbal de Olid, aceptó un tratado de paz (1522) nulificado por Nuño de Guzmán en 1530 con el saqueo de la región, la destrucción de los templos, centros ceremoniales y tumbas en donde suponían que habría oro oculto, a más de la muerte del propio dirigente acusado de practicar su antigua religión y “alterar el orden con la desobediencia”.

Según esta leyenda, a la bella Eréndira ―hija de este Tangaxoán― la raptó un español. Ella, dolida por la muerte del más amado y valeroso guerrero entre los suyos, despreciaba la cercanía del hombre blanco quien la llevó a un lejano valle donde la dama sólo miraba las montañas y el verdor a su alrededor.

Erendira, sentada en una roca lloraba con tal pena y abundancia que los dioses ancestrales Xuriata y Xarátanga (del día y de la noche) con sus lágrimas formaron un gran lago en el cual, desesperada, buscó el olvido y fin a su penar. Desde entonces, al amanecer sale del agua para enamorar a los hombres embusteros y ahogarlos. A este grandioso y bello lago los purépecha le llamaron Zirahuén, que en su lengua significa: “espejo de los dioses”. (En algunas versiones, Eréndira posee cola de serpiente acuática y en otras de pez.)

La Tlanchana.
(Estado de México.)

Del náhuatl: atl, agua; tonan, madre; chane, ser mágico: originalmente Atltonan Chane, la madre de las aguas, señora a quién dirigir las rogativas antes de la siembra del maíz, de los matrimonios, de las batallas…Tlanchana. (En lengua de los matlatzincas, la localidad tiene por nombre Nepinta-Tuhi ―el lugar de los habitantes de la tierra del maíz―; en otomí, Ntaguada; en náhuatl, Metepec ―sobre el cerro de los magueyes―. 2)

“Hace ya muchas generaciones, cuando los hombres sabían el lenguaje de las plantas, de los animales, de los vientos, las nubes y las aguas, de la laguna provenía el sustento para las comunidades asentadas en sus orillas. La pesca era la actividad de los hombres jóvenes y fuertes mientras los viejos creaban las vasijas para el uso diario, remendaban las redes y compartían las historias del pasado; en tanto las mujeres tejían y cocinaban, llevaban el pescado y la leña a los mercados, cuidaban e instruían a los niños y les transmitían los valores de su cultura, aprendían el valor de las yerbas para aliviar a los enfermos y alizar la hora final de los individuos.

“Las aguas bienhechoras no privaban a sus hijos del alimento de sus aguas, sólo exigían el esfuerzo continuo y de vez en cuando, una muestra de agradecimiento.”

Casi al centro de la gran laguna, en una isleta ―para otros era un mogote de raíces― rodeada de tules y plantas de agua, por las noches o cuando a la luz del sol la opacaba la neblina, los pescadores salían cautelosamente a su labor, y dejaban el islote a la mayor distancia posible. Dicen que durante esas horas, una hermosa mujer adornada con ensartado de acociles, peces, ranas y ajolotes, cantaba armoniosamente en tanto arreglaba esmeradamente sus largos cabellos negros, hablaba a los hombres y si llegaba a enamorarse de alguno o algún incauto disfrutaba de la voz, lo atraía a su hogar en el fondo de las aguas.

(Otros cuentan que era de carácter sumamente voluble que, cuando estaba contenta sus piernas tomaban forma de cola de pez, o, enojada por el desprecio de algún hombre atemorizado, adquirían forma de serpiente negra, con ella rodeaba al elegido y lo llevaba a las profundidades  de la laguna.)

“Pasaron los años y las generaciones. Un día llegaron del oriente unos hombres extraños que traían otras palabras y raras vestimentas y desde entonces, lentamente la hermosa Señora de las aguas y de los peces silenció sus canciones y ya no salía a platicar y enamorar a los hombres cuyos padres, abuelos y familiares más allá del recuerdo, huían de la laguna en las horas de la noche y cuando la neblina cubrían las ondas del agua para no perder el juicio ante los encantos y canticos de la mujer.” Hoy, pocos hombres hablan a la lluvia, al viento y a los animales; pocas mujeres saben del poder de los bienes en la tierra, de la hora final… la Tlanchana es sólo una figura perdida en las ondas de una laguna olvidada.

Sihuanaba.
(Leyenda en El Salvador, Guatemala, Honduras y sur de México.)

Nadie sabe en realidad cual es el origen de este personaje. De un lugar a otro varían las circunstancias y detalles de los hechos. Decían en el pasado que Sihuehuet (“mujer hermosa”) tuvo relaciones con el dios Sol, y que de ellos nació Cipitío. Tornadiza, Sihuehuet traicionó al dios solar con el dios Lucero de la Mañana. Ante ello, Tláloc ―el dios supremo en estas localidades― castigó a la voluble mujer transformándola en Sihuanaba (“mujer horrible”) y maldijo a Cipitío quien, desde aquel día vive una infancia permanente, juega bromas inofensivas a los humanos y procura los espacios de las fogatas y cocinas en donde come vorazmente las cenizas y con ellas cubre su cuerpo. Cipitío vive entre la maleza a las orillas de los ríos y lagunas en donde atisba a las mujeres cuando van a bañarse para cortejarlas y arrojarles flores.

Por su parte, desde la abominación, Sihuanaba vaga sin descanso por las noches en lugares cercanos a las aguas en donde después de bañarse peina sus larga cabellera y con su atractiva figura, velada apenas con tenue vestimenta, atrae a los hombres trasnochadores, a los engreídos por sus conquistas, los embauca, los incita a seguirla incansablemente por lugares solitarios y por fin, al alcanzarla y estar cerca de ella les muestra su rostro con rasgos de fealdad indescriptibles. Por ello, más de uno perdió la cordura.

Xúmfo Dehe.
(Cultura otomí. Altiplano central mexicano.)

Xúmfo Dehe (“La señora del agua”) vive en los rio, lagunas, manantiales, arroyos y pozos, es una hermosa mujer un tanto vanidosa que adorna su cuerpo con engarzados de gotas de agua y a la que debemos agradar para evitar su enojo.

Nadie sabe en nuestros días cuál es el origen de Xúmfo Dehe. Para algunos es la diosa de la vegetación y del amor a quien es vital mantener contenta ya que de desearlo, arruinaría las siembras y los frutos de la tierra; subyuga a los hombres con su belleza, los encanta y los lleva esclavizados al fondo de las aguas para su servicio. Xúmfo Dehe posee también carácter benéfico ya que cuando lo desea, lleva felicidad y bienes al elegido. A ella los otomíes regalan sandalias, joyas, pendientes, peines y hermosos vestidos, así mismo sabrosos guisos para lograr su contento.

Para otros, en desapego al ámbito de las divinidades otomíes, es el espíritu sin descanso de una mujer que herida por el abandono de quien le jurara amor eterno encontró el silencio y tranquilidad en lo profundo de un lago, de un río o un pozo. Al falsario buscaría Xúmfo Dehe en todos los hombres para vengar una vida de dolor y vergüenza entre los de su pueblo.

El fantasma en la laguna.
(Comala, Colima.)

Algunos testigos afirman que en las noches de luna llena de la bruma del agua en la laguna cercana al Volcán de Colima, lentamente surge la figura de una mujer de andar ligero sobre las ondas calmas de la laguna que, a más de joven es hermosa, posee largos cabellos negros en contraste con su vestido blanco, vaporoso y reluciente. Los lugareños le dan por nombre María, una joven que hace muchos años muriera accidentalmente, al decir de unos ―por autoinmolación de amor, comentó don Carlos, propietario del restaurante a las faldas del volcán―.

Con muy cercana semejanza corren versiones de las vigorosas aguas de la Cascada El Salto (de Tepuxtepec, Michoacán) con sus casi treinta metros de caída cuyas paredes de roca volcánica sugieren que en el pasado el torrente era mayor y poderoso. Afirman que si el sorprendido visitante escucha atentamente, entre el estrepito de la cascada oirá el profundo lamento y el llanto de la mujer. Si alguien la mira de cerca y le habla, el fantasma suelta un fuerte clamor y huye ligera. Quien la ve, pierde el sueño y enferma.

LA MADRE DE AGUA
(Antioquia y Tolima, Colombia.)

Por fecha queda el espacio temporal posterior al 1550. Una hermosa joven española, rubia, de ojos azules, hija de un importante jefe entre los españoles supo de un principal ―¿príncipe?― apresado por su padre al que azotaban infructuosamente a fin de sonsacarle el escondite de sus tesoros.

La joven española tan pronto vio al príncipe quedó profundamente enamorada. Suplicó el fin del tormento brutal y en un momento de descuido le ayudó a escapar refugiándose ambos en una choza en lo profundo de la selva. Amándose, al tiempo les vino un hijo.

Poco tiempo después el padre recibió información del lugar en donde escondían sus vidas ―en unas versiones fue por medio de una despechada enamorada del joven―. Llegadas al sitio, las fuerzas comandadas por el padre iracundo aprehendieron a la familia: al niño lo arrojó a un rio cercano ante la mirada y desesperación de los padres atados a un árbol, al príncipe lo decapitó y a la hija poco tiempo después la dejó en libertad, mas ella enloqueció de dolor y arrojándose al rio murió ahogada. Desde aquel infortunado día, cuando el tiempo es calmo y las aguas tranquilas, sale del rio con un arrullo en busca de su hijo. 3

En el Estado de Morelos, concretamente en Tepoztlán, en las aguas de su rio efímero durante la temporada de lluvias, surge su lamentosa mujer. Esta comunicación nos vino en una conversación personal. En su historia local, los personajes principales son miembros de dos comunidades hostiles y sigue cercanamente la historia anterior.

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Las versiones llevan un ajuste en cuanto a sus detalles ya que, al provenir de varias fuentes, los complementos entre ellas no son fieles la una con la otra, de ahí a que tomamos el tronco de las historias para dejar el sentido de las historias-leyendas según el dictado de lo general. En otras eliminamos el término “sirena” ya que éste corresponde a un añadido posterior ajeno a las ideas en las localidades. Es el caso concreto de la Sihuanaba, a la que, para marcar lo horripilante de su rostro, en algunas de las versiones consultadas le dan por rostro el de una cabeza de caballo, es, obviamente un añadido posterior ya que este animal hacia siglos que no correspondía a la experiencia directa para entrar nuevamente al continente con la llegada de los europeos. De las múltiples leyendas en las que la mujer-pez o mujer-serpiente… etcétera, la mujer asociada al elemento agua da para una investigación mucho más profunda por lo complejo del símbolo del pez y de la serpiente (en la narrativa en su presencia de víbora de agua). ¿Es acaso una manifestación materializada del estado de gestación en donde el agua es vital para la creatura? ¿Remite al origen biológico de las creaturas con el consabido dolor del regreso a lo ya desconocido? La mujer que sonsaca al pobre mortal (varón) para finalmente castigarle aparece en incontables poblaciones en que a las orillas de algún torrente, ojo, manantial, pozo o laguna, los seres forjaron un pequeño espacio para su bienestar y el de su familia. Así, El fantasma en la laguna posee su manifestación local en el espacio de Xalapa, Veracruz, en el pasado remoto de Mayorazgo, Puebla, a la orilla de un arroyo en la parte en donde Villa de las Flores (Coacalco, Estado de México) divide la primera de la segunda sección ―aunque en este caso concreto, la dama vestía de negro y propiciaba los accidentes en automovilistas trasnochadores (lo cual implica un ajuste a las circunstancias en favor de la modernidad)―; en la zona de los balnearios de aguas termales en el Estado de Hidalgo… la mujer es parte inherente al agua, en ella encuentra refugio, o de ella surge para aplicar su justicia. (Mujer, flujo mensual, la luna en la noche).

Notas:

1.- Miguel León Portilla. “En el mito y en la historia: del Tamoanchan a las siete ciudades”, en arqueología mexicana, mayo-junio 2004, vol. XII, 67, páginas 24 a 31. alogro.files.wordpress.com Visitado el 23, 24 y 26 de febrero del 2018.

2.- Metepec, Estado de México. siglo.inafed.gob.mx Visitado el 1 de marzo del 2018.

3.- Con base aromadepapel.blogspot.mx «La Madre de Agua» y diversos textos similares.

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