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viernes, abril 26, 2024

Heredad

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Agua.

Es tuyo el vientre sereno de la vida, sean tu caudal compartido la fuente primigenia y el agua bautismal, la extraída a una roca con golpe certero de un báculo, la lluvia placentera y el impetuoso tamborilear en tu ventana; son tuyas la tormenta diamantina y parlanchina en la catarata formada en la alta montaña ―sabrosa y rauda―, la de la presencia calma en el pozo ancestral del poeta, la de un rápido en el ensueño subterráneo, la fresca reclusión en el jarrón de la antigua mesa familiar… en tu beneficio aporto la frescura del lago y la refulgente quietud en la laguna apenas agitada por los rítmicos coletazos de los peces multicolores en el emulo claustro del recordado surtidor conventual; evocaré el rostro lunar entre las ondulaciones de nuestro rio, el perlado roció en la cabellera de Hortensia y el perezoso murmullo sobre el lomo de un rucio compañero… A partir de hoy son para tu deleite los rizos bulliciosos cargadas de sal y de sol, la del cenote sagrado, la ciénaga y la acequia, el manantial sulfuroso… las formas portentosas de las arremolinadas nubes con destino bienhechor…

Tierra.

Desde hoy son tuyos el negro y fecundo suelo, la pequeña parte del terruño contenido en la maceta, en el prado, en la huerta comunal, la portentosa aridez inmemorial, la ahora yerma y la del persistente verdor hospitalario; el humus para la multiplicadora tenacidad en la fronda (casa del jaguar, del tucán, del mono araña, de la mariposa y el colibrí…) tuya es la comarca hecha con lejana piedra triturada, arrastrada mil veces por el temporal, apisonada durante milenios para hacer camino hasta una casita ―con muros de adobe― junto al cauce barroso en donde aparece cada ciclo el hogar del conejo. Tuyos son los montes nevados y sus faldas en donde corretea el teporingo, el terreno horadado por las tuzas y lombrices y la arborización densa, santuario para el ritual de las luciérnagas… las encrucijadas, el camino definido con el sorpresivo alineamiento de flores silvestres y zacatales; los montes, bajíos, cañadas, barrancos, los campos labrantíos, valles y planicies: ámbitos para la multiplicación…

Aire.

Ya es tuyo el aire sorpresivo: fragante o hediondo, perfumado o pestilente en el antes y ahora de la fecundación, el soplo ondulado entre los cabellos de la huidiza infancia, el aliento vívido con sus vapores matutinos y los del despertar turbulento; el que contiene aroma y sabor a hierba y a parcela distante, a susurro delicado de las voces pajariles; el de las gibas proféticas con fragancia a Agosto; el que preserva la particularidad de un abrazo, el tornadizo dibujante para arrebolar una faz marchita o anidado hálito posado en una mano asida a los barrotes de una cuna… Vaya en manso aliento una caricia en un distante rostro amado, el suave vaivén sobre los jilotes, las espigas y los juncos; queda para tu placer el viento/soplo que impulsó un velamen/corazón ―exaltación rubí en lecho viridina―; no relegues el aire sagrado del primer inhalar y el último clamor de la fugacidad en este discurrir desde el aire fresco de la madrugada hasta el deslucido batir entre los muñones del invierno…

Fuego.

Te dejo el aroma del hogar familiar resguardado por el Dios Viejo, el vigor surgido en estertores y rugidos de volcán, el estruendo celestial, la parte vibrante de una flama de donde surge la salamandra compañera y un tanor semejante a un adormecido incensario… el de la tea exorcizante, la mínima luminosidad para destruir el lugar de pesadumbre y para guiar la perenne búsqueda del cínico Diógenes. Queda en tu futuro el fuego devastador de un beso y la crepitante galería para hornear el pan, el habido en la forja creadora, el espontáneo vigor del San Thelmo y el simbólico claustro estrecho del saber…

Origen y Destino

Con tu inteligencia, sensibilidad y conciencia disfrutarás lo intangible, la profundidad del infinito, recinto de miríadas luminosas para el vagar incansable de tus ojos… allá pulsa el aliento potencial del agua, de la tierra, del viento y el fuego, de ahí tomamos el silencio, para allá va el primer verbo…

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