Estampa imperfecta

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Recorre cual fantasma multicultural la imagen de un bobalicón babeante con su mirada prendida en el inconmensurable espacio de la noche. Nada más alejado del concepto. “En el Symposio (Banquete o de la Erótica) se discurre sobre las formas del amor. Háblase del alma humana, finita, confinada en el cuerpo, en su anhelo de superar el mundo de los hechos sensibles, en obsequio de una experiencia bella y perfecta”. 1

“…Por amor platónico suele entenderse un amor que no aspira a la posesión del ser amado, resignándose a ponderarlo y admirarlo a distancia, bien que de manera apasionada. Error. Platón jamás sostuvo la idea de un tal amor impotente, inactivo, infecundo… El amante ama la persona en su ser concreto, en unidad de lo sensible y de lo ideal. Bondad, ternura, valentía, belleza, sapiencia y demás, son cualidades que el amante reconoce, admira y aun promueve en el objeto de su amor… busca la perfección en el ser amado y aspira de manera activa y constante a la realización e incremento de los ideales… El amor, así, se convierte en un estímulo y fundamento creador de la vida ascendente”. 2

En el amor platónico, el ser amado es el elemento actuante para el crecimiento intelectual en beneficio del amante y viceversa. No hay ensueños edulcorados ni pasividad inútil. Para ambas partes el desarrollo, el perfeccionamiento en la terrenidad son parte constituyente de las personas involucradas en su pensar y hacer cotidianos. No surge de la cueva con sus sombras ni yace imperturbable en un mito, vibra a la luz del día y con la luna, soporta las imperfecciones actuales en el anhelo de lo futuro laborado, testimoniado con hechos reales, materiales y carnales que propician el despliegue de dos seres en búsqueda de las alturas. Que es un imposible, quizá. La felicidad, la eternidad, la sabiduría son también un imposible más no por ello desdeñable apetencia que aún a sabiendas de no consumar nos mantiene en el fervor de su obtención.

Todas las parejas que en la Historia son «meta» pregonan su materialidad aun en la imposibilidad, a veces con apoyo en el mito, otras en la ponderación de la información y otras muchas en la ignorancia de la realidad y en la sublimación, pocas representarán cabalmente la valía y componentes de lo que entendemos por amor dado que en la mayoría de los casos la tragedia dota con un halo de excelsitud la relación, en otros casos la pasión es una realidad artificial forzada por algún hechizo, otros son manifestaciones soportadas en el silencio sin participación, elección, acuerdo ni compromiso de la «otra parte» —más idealización en pro de lo literario que expresión erótica humana—, los hay que plagados de mutuas infidelidades sólo encajarían plenamente en la categoría de parejas famosas, aquellas otras que sufrieron dolorosamente la separación forzada por intereses en los cuales los dos involucrados no participaban, otras resultan un tanto enfermizas para nuestra comprensión y aceptación de «lo normal» con matices sadomasoquistas… ante cada pareja una definición incompartible: de la oculta China surgen Liu Guojiang y Xu Chaoqing (real y verdadera historia dentro del siglo XX), Elizabeth de Baviera y Francisco José, Tristán e Isolda (Iseo), Marco Antonio y Cleopatra (sus personificadores en el tiempo cercano: Richard Burton y Elizabeth Taylor) y un antecedente que hasta dejara un hijo: Cesarión, engendrado por Julio César; Diego Marcilla e Isabel Segura (Los amantes de Teruel), Juana «la loca» y Felipe «el hermoso»; de la India Shah Jehan y Muntaz Mahal (originalmente Arjumand), Ruy (o Rodrigo) Díaz de Vivar y Ximena, Cyrano de Bergerac y Roxanne, la arquetípica tragedia de Romeo y Julieta (con su cauda de romeos y julietas con nombres y finales trágicos diferenciados a partir de Píramo y Tisbe en Las Metamorfosis [¿Las Transformaciones?] de Ovidio), Ulises y Penélope, Pierre Abelard y Heloise, La reina Victoria y Albert, Paris y Helena, Orfeo y Eurídice, Pedro I de Portugal e Inés de Castro, Dante y Beatriz, Laura y Petrarca; los científicos y Premios Nobel: Pierre y Marie Curie, Carl y Gerty Cori; Louis XVI y Maria Antonieta, Iztaccihuatl y Popocatepetl, Napoleón y Josefina (cada uno con un listado personal anterior y posterior a su enlazamiento), Lancelot y Gwenevere, Pietro y Francesca, Maximiliano y Carlota, Bonnie Elizabeth Parker y Clyde Barrow, Dulcinea y Don Quijote, Liszt Franz y Mariè d’Agoult (Daniel Stern); Frédéric Chopin y Aurore Dupin (George Sand); Adolf Hitler y Eva Braun (o Angela Maria Raubal), Ana y Amado Nervo, Edith Piaf y Marcel Cerdan, Alcione y Ceix, Psique y Eros, la olvidada relación del valeroso Héctor y Andrómaca y rechazamos en este concepto de las celebridades en el amor al Eneas y a Dido cuya relación quedará mejor en otro renglón,… hay en la modernidad el usufructo de esta fama más por adorno que por realidad, valía gestada en las agencias de publicidad o relaciones públicas para beneficiar la «gloria» de aquellos a quienes la prensa «rosa» o «del corazón» (ambos conceptos ridículos en sí mismos atascados en la invención) impone la vestimenta cuya fama eclipsa la desesperante mediocridad humana y la finalidad de vender tiempo y espacio en los medios. Sincerémonos, no todas las parejas en la historia caben en el mismo rubro. Reconsideremos ante los impulsos de su relación en qué gradación ubicamos a cada cual, y ésta será una tarea ardua para desbrozar y aligerar a «Las grandes historias de grandes amores» a más de abrir otras carpetas para aquellos amores «malsanos» que en el transcurso de la vida fueron, son y serán, pésele a quienes decretan la moral sin ética humana.

¿Qué es ésto que aferra con fuerza gravitacional: erotismo, acoplamiento, placer o acto poético? «Sólo los hombres y las mujeres copulan con íncubos y súcubos» 3. Porque a diferencia de los animales los seres humanos poseen y ejercen su sexualidad con la imaginación, sea aceptada o repudiada en la esfera social de su desarrollo. Más allá de los nombres, su trascendencia está en las artes, reclamo y afirmación, tensión y desfogue, preguntas (¿quién eres?) y respuestas (ése/a), ¿a quién cantamos?: «yo soy tú, soy tú mismo/a»; falo y vulva en constante y variada manifestación, transformaciones continuas, variedad en colorido, texturas; en continua experiencia, conquista y liberación. En su participación, en la entrega recibe, en el acto plural exige, resulta exclusivo, el acto luminoso posee —¿cómo negarlo?— también su lado oscuro; el dolor en mezcla con  la dicha profunda y repetible.

Hay algo que falsea el reproche en cuanto al desprecio (?) de la materia a fin de exaltar el alma. Ésto si las traducciones traen el significado, la fuerza del vocablo en el original en la corriente platónica. El amor es asunto en la percepción del humano, la idea de él es convencionalmente provenzal del siglo XI y XII 4. Platón no detesta la manifestación del amor corporal, manifestación de lo bello en la vida, sólo se le ubica en un escaño inferior al del amor del alma, aquel que prospera de alma a alma, en la búsqueda de la máxima expresión del ser: la perfección, la búsqueda de la inmortalidad.

Toda esta afirmación, si los vocablos aceptados por nosotros corresponden al sentido y al sentir de aquella cultura pedestal que en su literatura arroja una prefiguración puesta siglos después, generaciones herederas y en seres distantes en la geografía: ¿significan hoy, poseen la carga emotiva a un tiempo anticipado, la experiencia de un momento exclusivo en cada lector para comprender el valor intrínseco? Su expresión no pone coto al vuelo liberado. Planea de un principio social/religioso a otro sin posarse en ninguno, sin rendirse ante nada. Va del mundo de los vivos al más allá esperado o idealizado, como esperanza y no sólo en la idealización.

Si el temor a quedar en el desamparo nos limita reubicar en apartados diferenciados a «los grandes amantes en la historia», de menos interroguémonos: ¿qué es ésto que me ata con fuerza gravitacional: erotismo, acoplamiento, placer o acto poético?

Así, queda en la vida trasladada a las palabras un anticipo del complejo y bello poema de Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez (14 de septiembre del 1580-8 de septiembre del 1645) 5:

Amor constante más allá de la muerte.
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;

mas no de es otra parte en la ribera
dejará la memoria, en donde ardía;
nadar sabe mi llama el agua fría,
y perder el respeto a la ley severa.

Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido:

su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán cenizas, más tendrá sentido;
polvo serán, más polvo enamorado.

1.- Diálogos. Platón. Página XIX en el Estudio Preliminar de Francisco Larroyo, Vigesimosexta Edición, Editorial Porrúa, S. A. de C. V., Colección “Sepan Cuantos…” 2000.
2.- Íd. Estudio preliminar, página XXVI, con referencia a La teoría platónica del amor de L. Rubin, París, 1910.
3.- Octavio Paz. La llama doble, página 15. Vigésima octava reimpresión. Editorial Planeta, Mexicana, S. A. de C. V. Seix Barral. Biblioteca Breve. Septiembre del 2003.
4.- Íd., página 34.
5.- Ejemplo que tomamos del libro La Llama doble, página 64 para valorar la pluralidad en el uso de los signos de puntuación y mayúsculas en sus variadas ediciones y repeticiones cuyo sentido trastoca la brutal expresión del poeta español. El Análisis del Poema estrujante que el autor (Octavio Paz) difiere para otra ocasión y sin embargo asienta una reinterpretación sumamente interesante de la página 64 a la 69.

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