donde01Un sinfín de nombres oscurece bajo el número tu ausencia. Guerrero vencido con rango de emisario, desde la piedra ascendió tu fuerza para despertar en un colibrí con el primer aviso del trueno y engalanar con su aleteo el ondular del soplo renovado.

Quizá dejaste una parcela a medias estrujada y una mujer con el vientre abultado te esperó una noche y otro amanecer encadenadamente hasta parir en el silencio y la soledad a otro ser restañador del vacío.

Si volaste sobre los jilotes, si libaste en las corolas ya también es historia vencida al pudrirse el amatl con el sabio trazo del tlacuhilo. De ti no queda ni el plumaje arrojado al polvo del camino, vigoroso Señor desplomado en tierra ajena. Quizás eras de tus padres el amado nombre cantarín arrancado brutalmente cuando el aliento unido al viento ensartado a una esperanza ajena empañó fugazmente a un pedernal para dejarnos un suspiro extraviado, una noria de embozado rito.

Fuiste uno de entre cientos —miles, decenas de miles—  de emisarios surgidos en la piedra sacra. ¿En dónde quedaron los anhelos, los sueños, el hambre y las penas, el dolor y la consciencia del sacrificio maldecido? ¿En dónde te abandonó la fuerza cuando a tu cabellera la oprimió un puño ajeno para encontrar en un cielo que no era el tuyo la morada para los dioses con otros nombres conminados? ¿En dónde estás guerrero impetuoso? ¿En dónde encontró oídos el himno de tu flauta? ¿Hay algún tambor ancestral que repita el ritmo de tu corazón quebrantado? ¿Quiénes son tus hijos, si todavía no cala el despiadado olvido?

Sin tus ojos perdimos el lugar del gran tular, sin tu aliento fugóse el tono de la voz junto a las viejas palabras; sin tu tacto huyó el calor de la vida, el silencio obstruyó a la caracola y una caricia no llegó hasta tus flores. No eras ni mi abuelo, ni mi padre, ni mi hermano… pero algo de tu aliento bulle en mí, hay una mota de polvo de tu vida en la carne que me forma.

¿Cuándo dejó de fluir el llanto de unos ojos femeninos? ¿Por qué ignoramos el lamento por los huérfanos? ¿En dónde estás? ¿En dónde te busco para entender que tu fuerza era la nuestra, para aprehender tu canto y perfumar tanta carencia; para recuperar la honra estropeada y unas alas vigorosas, bellamente coloridas?

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