El sábado pasado, a las 11:00 horas se inauguró en la Ciudad de México la Feria de las Culturas Amigas, edición número 8, evento que, cada año, se vuelve más atractivo para la población.

Esta expo internacional que en este año reúne a 94 países. Se desarrolla en el Zócalo de la capital del país. La nación invitada, esta vez, es Francia. Tras la inauguración miles de capitalinos recorrieron los diversos stands para conocer las novedades que presentan las “naciones amigas”.

En las afueras de la feria fue común encontrar personas con cartulinas que exponían su rechazo a Monsanto y la reiteración de la defensa del maíz para extender su protesta hasta allí, que una hora habían realizado en el emblemático Ángel de la Independencia, situado en el corazón de Paseo de la Reforma, bajo la bandera de Greenpeace con lo que celebró el Día Mundial contra Monsanto.

Las pancartas que portaban hacían hincapié en el rechazo a transnacional semillera, puesta en el ojo del huracán desde hace poco más de 20 años.

La población, en general, poco entiende de esta lucha que libran, por un lado, los opositores a los productos genéticamente modificados (OGM), en particular la siembra del maíz, y, por el otro, quienes los impulsan.

Los productos OGM o transgénicos, llamados en sus inicios comida frankenstein, surgieron como resultado de las investigaciones biotecnológicas, cuya finalidad es producir la suficiente cantidad de alimentos para saciar el hambre de la creciente población mundial y ante la finitud del área arable en el planeta.

Para cualquier fiel cristiano es muy difícil entender esta lucha porque se da en medio de intereses económicos, políticos y sociales que utiliza muchos tecnicismos, entendibles sólo para los especialistas, aunque la propaganda en pro y en contra recurra a términos populares.

Curiosamente, esta lucha la iniciaron en México especialistas en temas agropecuarios de Sudamérica. Las primeras informaciones sobre los posibles riesgos salieron de la argentina Ana de Ita y de la brasileña Silvia Ribeiro, entre otros protagonistas más, a quienes se unió más tarde la agrupación campesina canadiense ETC.

Por supuesto, los debates más fuertes se daban en la academia y en medios informativos muy especializado. El gobierno se mantenía sólo como observador hasta que las empresas biotecnológicas se agruparon dentro de AgroBio México, creado ex profeso para hacer llegar información accesible a la población sobre los beneficios de los productos biotecnológicos, incluyendo los transgénicos.

Ahora, ya existen organismos federales especializados en este tema, como la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad de los Organismos Genéticamente Modificados (Cibiogem- Conacyt) para contar con estudios científicos sobre el tema.

Greenpeace, aunque participaba en esos debates, tenía una presencia secundaria. En ese tiempo sus baterías estaban encaminadas a la lucha contra el uso de energía atómica y, en especial, a las nucleoeléctricas.

Para atraer a la academia e investigación y a los medios informativos, AgroBio México, creo los Premios AgroBio que atrajeron la atención de ambos sectores, pero, poco a poco, perdieron interés, tanto en calidad de los trabajos participantes como en los premios que otorgaban a los ganadores de esos concursos hasta perderse casi en la ignorancia.

Ahora, Greenpeace, acompañado de organizaciones político sociales mexicanas, como “Sin maíz no hay país” y “Semillas de vida”, ha encabezado la lucha con epicentro contra Monsanto, en México.

El sábado pasado, cientos de civiles y activistas de Greenpeace protestaron en Ciudad de México para crear conciencia sobre el peligro de los transgénicos que produce Monsanto.

Greenpeace aseguró que “que tras 20 años de lucha, hemos podido frenar la siembra de maíz transgénico en el país (México) y la soya transgénica en comunidades mayas de Yucatán”.

En contraparte, la Alianza Protransgénicos (APT) exigió a la Secretaría de Agricultura (Sagarpa) tomar “una decisión responsable” sobre los cultivos genéticamente modificados, luego de que un nuevo estudio sugirió que son seguros.

La APT citó el estudio “Cultivos genéticamente modificados: Experiencias y Perspectivas”, de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, y afirmó que “los cultivos biotecnológicos (genéticamente modificados o transgénicos) son tan seguros como sus contrapartes convencionales”.

La manifestación mundial contra Monsanto se realiza el penúltimo sábado de mayo de cada año y este año contó con 500 ciudades como sede, a fin de alertar sobre el tema.

Similares protestas tuvieron lugar en Francia, Suiza y Uruguay, para expresar su desacuerdo con el agronegocio y su efecto en el medioambiente, entre otras. También se registraron protestas de Greenpeace frente a la embajada de México en Alemania para exigir al gobierno de Peña Nieto cancelar permisos para la siembra de maíz transgénico, al igual que en nueve países donde le pidieron rechazar las solicitudes de siembra comercial de maíz transgénico en territorio nacional.

Greenpeace informó que con la imagen de Yum Kaax, dios maya del maíz y la juventud, se manifestaron frente a las sedes diplomáticas de Alemania, Austria, China, Sudáfrica, España, Francia, Hungría, Israel y Rumania, donde los activistas entregaron una misiva para que los embajadores hagan llegar esta demanda de protección a la cuna del maíz a Peña Nieto.

En 1999, el gobierno federal estableció la moratoria a la siembra de transgénicos, con lo cual se lanzó el mensaje de que este país no pondría en riesgo su economía, su biodiversidad y su cultura al instalar un modelo de negocio monopólico para la producción de maíz, recordó Greenpeace.

En octubre de 2009, el gobierno de Felipe Calderón decidió levantar la moratoria y permitir que las empresas Monsanto, Dow Agrosciences, Pionner y Syngenta hicieran siembras experimentales y piloto, con la promesa de abrirles el camino para la producción comercial de grano patentado en los campos de cultivo en los que se cosecha maíz mexicano, a pesar de que estas siembras contaminarán las 59 razas de maíz.

A principios del año en curso, un magistrado federal ordenó a la Sagarpa abstenerse de otorgar permisos en la materia hasta que se resuelva en definitiva un juicio colectivo promovido por científicos, especialistas y productores.

A esta sentencia judicial, Monsanto advirtió que aún no hay una “sentencia final” sobre la siembra de transgénicos en el país. “Evaluaremos a detalle la sentencia emitida por el magistrado para determinar el curso de acción que dará continuidad al esfuerzo de lograr el uso pleno de semillas de maíz genéticamente modificadas, ya que como hemos expresado anteriormente, en Monsanto estamos convencidos de que la aplicación de la biotecnología en los cultivos de maíz puede convertirse en una parte fundamental del desarrollo económico del país y en una solución para optimizar la productividad del campo mexicano y la seguridad alimentaria de la población”, habría dicho la transnacional, a ese respecto, según información de la Revista Proceso.

También advirtió que seguirá difundiendo “información con base científica, que permita a la opinión pública esclarecer dudas y desmitificar la tecnología y beneficios que representan los organismos genéticamente modificados”.

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