Ver una silueta por el rabillo del ojo, poder caminar y distinguir objetos cuando se va la luz, diferenciar el rostro de un amigo del de un desconocido, apreciar una obra de arte, distinguir colores e intensidades lumínicas. La mayoría de las personas diría que esas cualidades radican en los ojos, sin embargo, decir eso es solo contar la mitad de la historia porque sin el cerebro los ojos son inútiles.

En el marco de la Semana del Cerebro, Rocío Salceda Sacanelles, del Instituto de Fisiología Celular (IFC) de la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam) explicó en su charla titulada: Los ojos: Las ventanas del cerebro, que los ojos y el cerebro trabajan en equipo para que los seres vivos puedan traducir la luz del espectro electromagnético en todas las imágenes que componen su entorno.

Los ojos son una ventana al mundo, pero las ventanas solo son la abertura por la que pasa la luz y los ojos son estructuras complejas que permiten este ingreso de luz, pero es necesario que el cerebro le de sentido y orden a toda la información que está entrando. “Aunque hay otros órganos sensoriales que nos pueden ayudar a reconocer el medio ambiente, particularmente el hombre es una especie que se caracteriza por usar en gran medida el sistema visual, más en la actualidad con todo el uso de las imágenes y la computación”, dijo Salceda Sacanelles.

Es importante hacer una aclaración: Uno no ve con los ojos, sino con la retina y el cerebro. La anatomía del ojo está diseñada para que haya varias capas externas que permitan la entrada de la luz visible (tan solo una pequeña porción del espectro electromagnético) a la retina, “localizada en el fondo del ojo y constituida por células fotorreceptoras capaces de reconocer esos fotones o partículas elementales de luz. Cuando las neuronas especializadas (los fotorreceptores retinianos) reaccionan con los fotones, producen un cambio eléctrico que transmiten a otras neuronas (proceso conocido como fototransducción) hasta llegar a la capa de células ganglionares cuyos axones llegan al cerebro, formando el nervio óptico”.

Las células fotorreceptoras se dividen en dos, conos y bastones. “Los conos reconocen la longitud de onda del color y los bastones tienen mayor sensibilidad a menores cantidades de iluminación, de ahí que en condiciones de obscuridad seamos capaces de detectar intensidades de luz muy pequeñas”, explicó.

La investigadora del IFC expuso que los fotorreceptores están caracterizados por una región que contiene toda la maquinaria de la célula para poder funcionar y otra región sensible a la luz. El segmento externo sensible a la luz está formado por una gran cantidad de membranas con forma de discos constituidas por fosfolípidos y proteínas, entre las que se encuentra la rodopsina que reacciona con la luz y sin la cual veríamos todo en blanco y negro.

“Cada uno de los ojos tiene un campo visual que se marca en la retina y de la retina es procesada, enviada al cerebro en donde se cruzan la información proveniente del ojo del lado derecho con la del izquierdo, en una región llamada quiasma óptico, y la información de los dos llega a cada uno de los hemisferios de nuestro cerebro en una región en la parte posterior conocida como la corteza visual”.

Entender todo el proceso importa, pues, por ejemplo, nos ayuda a tomar acciones preventivas, como una visita regular al oftalmólogo, porque si algo falla en el camino nuestra percepción del mundo se verá alterada. Problemas como la ceguera pueden surgir por múltiples factores entre los que se encuentran un desprendimiento de retina, daño cerebral o desgaste de la retina por exceso de glucosa (como ocurre en la diabetes), pero también hay enfermedades como el daltonismo que alteran nuestra percepción del entorno.

Los ojos son la ventana del cerebro, y cuando cerebro y ojos se unen forman la ventana al Universo porque aunque el proceso visual es muy similar entre los organismos vertebrados, también hay algunas diferencias que modifican lo que pueden y no ver, sin mencionar a algunos invertebrados que perciben partes del espectro que nosotros no, como la luz ultravioleta; ¿cómo ven ellos?, ¿qué nos estamos perdiendo? sería interesante poder preguntarles, mientras tanto, nos conformaremos con seguir haciendo investigación, porque en este caso, las características del mundo realmente sí dependen del ojo con el que se miren.

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