La técnica llegó a su máxima expresión en las pasadas ediciones de los Juegos Olímpicos; ahora, Brasil vuelve a los orígenes. Conecta de nueva cuenta al ser humano con el universo y lo proyecta a su conquitsa, como lo fue al inicio de estas competencias: luchar contra todas las adversidades que enfrenta para vencerlas con su fuerza y espíritu.

Es el eterno retorno de Nietzsche. Volver a las fuentes que le dieron honor y gloria en competencias directas de tu a tu con sus congéneres.

Río 2016 mostró en sus imágenes iniciales toda la riqueza de su inmensa naturaleza. Los azules zafiro alternaban con los verdes esmeralda de sus mares que, más tarde, se unían a la rica vegetación de su Amazonia, la más grande extensión vegetal del orbe, que comparte con sus vecinos, sólo cruzada por el Río Amozonas, el más caudaloso del mundo.

En una visión somera, Río 2016 hizo un recuento de la historia de América Latina, desde sus orígenes y conquista española (portuguesa, en este caso particular) hasta la aparición de los enormes rascacielos, símbolo de la ciudad sede de estos juegos, aunque siempre bajo el dominio del hombre.

Hubo tecnología de punta, indiscuitiblemente. No se puede vivir de espaldas al desarrollo tecnológico, pero el corazón del evento fue, una y otra vez, el indómito carácter del ser humano para ubicarse por encima de todo, incluyendo el avance técnico que él mismo ha creado.

Es el preámbulo del nuevo orden mundial que ya asoma, aunque todavía en ideas y, sobre todo, en acciones incipientes, que se manifiestan en la nueva axiología, cuya tabla de valores se expresa en la equidad de género, protección de los animales, apoyo a personas con características diferentes al común de la poblacion, la ecología y el cuidado y protección del medio ambiente, entre otros más.

Fue, precisamente, este último el tema que ocupó un lugar especial, al convertirse en termómetro para medir los embates del cambio climático en el globo terráqueo y mostrar algunas ciudades de los cinco Continentes que podrían sucumbir ante ese fenómeno global.

La humanidad ha caminado en su ya largo peregrinaje bajo tres ejes: política, economía y sociedad. Los gobiernos empujan cada uno de ellos, mediante diversos esquemas para darle el equilibrio adecuado en su tránsito por el universo.

Para nadie es un secreto que actualmente se vive la era económica. Todo está en venta. Nada de lo humano se escapa al comercio, a veces escandaloso, como hay varios ejemplos del capitalismo agreste que cobija la actual economía global.
Pero ya se perfilan visos hacia el rescate del aspecto social en donde el ser humano sea la epicentro del desarrollo. No la política y, mucho menos, la economía atroz.

Río 2016 es la fiesta del espíritu, el reencuentro con el pasado y la vuelta de la mirada a la naturaleza.

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