Tiempos de definiciones

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Todos los días, al amanecer, antes que salga el sol, miles de personas se lanzan a la calle para vender diversos alimentos de los llamados antojitos mexicanos. Lo hacen en las esquinas, en las puertas de sus casas y por donde la gente transita. La mayoría no están organizados; son mininegocios familiares. Ofrecen lo mismo tamales que arroz con leche, café con leche, tortas y otros manjares calientitos y recién elaborados.

Son muestras de la remembranza de las vendimias prehispánicas cuando la mujer elaboraba algunos productos alimenticios para ayudar al sostén económico de los hogares. Era parte de su trabajo, además de preparar los alimentos familiares, cuidar a los hijos y los huertos y animales domésticos que aportaban los insumos básicos de esos alimentos.

Así vivió México durante siglos. En este comercio participan los hijos, muchos de ellos, estudiantes, y hasta niños. Se les ve con sus libros y cuadernos para hacer las tareas escolares y, ahora con la masificación de la tecnología, es común que utilicen celulares y tabletas.

El arribo del liberalismo económico trajo consigo un desdoblamiento de este tipo de comercio informal. Surgieron los ambulantes o comerciantes callejeros que, en México, según datos oficiales, alcanzarían los 2 millones de personas en todo el país, aunque las cifras extraoficiales ubican esa cantidad en torno a los 4 o 5 millones.

Como todo en la vida: hay buenos, regulares y malos comerciantes ambulantes, pero todos se lanzan a las calles a ofertar sus productos que dejaron de ser sólo alimentos y presentarse por las mañanas para ofrecer todo tipo de productos, durante todo el día.

También lo hicieron en forma organizada y, por lo mismo, ocuparon de líderes quienes intermedian entre estos grupos de comerciantes y las autoridades respectivas, previo pago de cuotas a sus representantes, aunque no al fisco.

Pero como los líderes buscan otros intereses, pronto los afiliaron al partido político que más les convenía a ellos, no a los ambulantes.

Se crearon grandes grupos de ambulantes que los líderes ocuparon para participar en eventos proselitistas («acarreados», es el término que se usa en México) y todos tienen «que bailar al son que les toquen los líderes».

En la Ciudad de México, existen varios líderes, pero uno de los más tradicionales es la familia Sánchez Barrios, cuyos orígenes se remontan a la época en que el PRI (Partido Revolucionario Institucional) era el más grande y casi el único, por lo que garantizaba a esos líderes acceder al poder, aunque fuera mínimo y a las canonjías.

Más tarde, cuando el PRI dejó de ser «una oficina de colocaciones laborales», la familia Sánchez Barrios cambió bandera y se unió al PRD (Partido de la Revolución Democrática.

Hoy, Diana Sánchez Barrios renunció a la militancia perredista. No dijo a cuál partido político se irá y se llevará a los casi 2 millones de agremiados que dice tener, pero, seguramente, será al Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), el partido sensación al cual están llegando de otros partidos políticos donde no encontraron satisfacción a sus ambiciones personales o de grupo.

Así es política que en todo el mundo se olvidó de los ideales y convertió en un simple pragmatismo para alcanzar el poder por los medios que mejor les convenga a líderes, políticos, partidos y buscadores de empleo; pragmatismos que algunos estudiosos designan políticas antisistémicas.

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