Cualquier organismo depende de su capacidad para interpretar la realidad y sobrevive si lo hace eficazmente: «La vida depende casi exclusivamente de interpretaciones inconscientes», explicó Marcelino Cereijido, durante la charla: «México atascado: evolución de las maneras de interpretar la realidad», celebrada en el Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam).

«El orden de selectividad biológica es un mecanismo no consciente en el que mi cuerpo me hace preferir una sustancia primero con respecto a otra, es decir, mi tiroides siempre buscará yodo, no hierro, no calcio porque esa sustancia es la que necesita».

El experto en fisiología celular y profesor del departamento de fisiología, biofísica y neurociencias del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados –institución que forma parte de la mesa directiva del Foro Consultivo Científico y Tecnológico– señaló que mientras que los filósofos interpretan el mundo de forma consciente, los científicos demuestran que el orden de selectividad es la forma biológica de interpretar la realidad.

Pese a que Cereijido ha declarado en múltiples ocasiones que no se considera filósofo ni sociólogo de la ciencia, el científico ha reflexionado sobre estos campos y menciona que para luchar en la vida, cada una de las especies ha desarrollado una herramienta especial, un arma que la ha ayudado a evolucionar. En el caso de los humanos es la consciencia, que pasó por varios trayectos, desde otorgarle alma a la naturaleza, pasando por el politeísmo, monoteísmo y, finalmente, por la ciencia.

“La ciencia surge como una evolución de las formas inconscientes de concebir la realidad y esta no hubiese surgido sin las religiones, ya que la ciencia no admite milagros, revelaciones, dogmas o principios de autoridad”, explicó.

Sin embargo, dijo, México está atascado en una forma precientífica de interpretar la realidad. Incluso la cultura —que es la que transmite la visión del mundo— no incluye a la ciencia, entonces para el “analfabeta científico” la ciencia es invisible.

“Tenemos una comunidad de intelectuales que no ve la ciencia y nuestros divulgadores de la ciencia toman las cosas notables, las convierten en curiosidades para comunicar la ciencia como: ¿sabían qué?… entonces la gente interpreta que los científicos son una bola de idiotas buscando curiosidades cuando los científicos odiamos las curiosidades, lo que nosotros buscamos son las leyes generales que nos permiten explicar cómo funciona la naturaleza y eso es lo que deberían de comunicar los divulgadores”, enfatizó el científico argentino naturalizado mexicano.

La toxicidad cognitiva continúa con el problema del analfabetismo científico en el que no se sabe que (la ciencia) hace falta, y cuando lo notamos, no se sabe qué hacer con ello, criticó el Premio Nacional de Ciencias y Artes 1995 en el área de ciencias físico-matemáticas y naturales.

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