Oro

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El grado de perfección para alguna cosa o idea la expresamos con el término de quilate que en algún pasado la escribiéramos kilate quizás ante una confusión por su origen: «Del árabe hispánico qiráṭ, del árabe clásico qīrāṭ, y este del griego κεράτιον kerátion‘ peso de cuatro granos’,» la forma expresada en español es quilate al no provenir de kilo, y es, en su segunda acepción: «2. Unidad de ley de una aleación de oro equivalente a cada una de las veinticuatroavas partes, en peso, de oro puro que contiene una aleación de este metal, y que a su vez se divide en cuatro granos.» 1 Así pues, entendemos que la pureza del oro la fija la proporción de otros elementos en su composición a la que denominamos 24 quilates y que corresponde al 99.9% de dicho metal. Aunque ignoremos gran parte de la química, la Tabla Periódica de los Elementos nos rescata de la ignorancia ambulatoria. En ella —en la Tabla Periódica— vemos que el oro es un elemento de número atómico 79 con masa atómica 196.967 ubicado en el grupo 11. Es un metal precioso blando de color amarillo. Su símbolo es Au del latín urum: «brillante amanecer».

En el pasado mesoamericano eran una sola cosa la imbricación de plumas, piedras preciosas (chalchihuites; asociadas a la mujer, la luna/oscuridad, la fertilidad, la humedad) y el oro (lo masculino, el sol/diurno, la sequía), posee el color amarillo/dorado de las plantas en temporadas de agostamiento, representa a las sustancias envejecidas, lo seco, la parte viril del cosmos una de cuyas representaciones es Quetzalcoatl el favorecedor y patrono de los orfebres, vinculado cercanamente con el dios buboso (Nanahuatzin), aquel que tras su sacrificio en la hoguera divina reapareciera transformado en el Sol, de ahí a que el poder de este metal beneficiará al herido con las crueles bubas; sólo de oro son los objetos suntuarios propio de las divinidades y sus representantes en la tierra; las altas jerarquías, los cuales con su significación mítico-religioso otorga el poder, la autoridad y la encomienda para mantener y transmitir los bienes de la civilización heredada de los toltecas. 2

El oro no crea orín y debido a su escasez es un elemento sagrado, son las excrecencias venidas de los dioses, por ello son áureos los cálices, los bordados y los elementos del culto sagrado, son del metal de los dioses para honra de los dioses y simbolizamos su descendimiento a la tierra al replicar su esencia temporal en sus creaturas/emisarios quienes cubren los antebrazos con su preciosa materia; calzan sus pies, protegen el pecho y la cabeza con la materia suprema de la mineralogía, aparece un destello de la divinidad en las dentaduras al sonreír o al momento de la suprema facultad: la palabra; resulta imprescindible en los delicados bordados de las vestimentas rituales y de toda parafernalia sagrada; es la elección primera de los diseñadores y fundidores de exquisiteces para encadenar una presencia inmutable o un homenaje sobre el torso, en los dedos, orejas y cabelleras de las damas de alcurnia cuando en un pasado historiado perdió su valía sacra para ser motivo de ostentación. El hombre, al desacralizar a sus dioses y atribuirse el derecho divino por su «procedencia celeste», adopta y pervierte la suntuosidad del maravilloso metal dorado, adultera lo que vistieran sus dioses, adorna su cuerpo con las galas que destellaran en las divinidades, exige el tributo a su persona con algo que fuera sacro y colectivo, que fuera meta y hoy apropiación impía. Cuando el hombre pervierte a sus dioses degenera su vida interna; cuando hizo del oro su ornamento personal desnudó a los seres etéreos y los rodeó con la humana podredumbre.

La ciencia, esa apetencia natural del conocimiento del hombre por sí mismo y su entorno iniciada con el terrible ¿porqué? ubica provisionalmente la fábrica del oro y los metales pesados habidos en la Tierra en una lejana galaxia enana (Reticulum II) distante a 98 000 años luz. En un remoto pasado, el material arrojado al espacio en alguna de las múltiples explosiones de estrellas gigantes o la fusión de estrellas de neutrones, único caldero hasta ahora comprendido para la creación del oro. La materia, el polvo estelar formaron nuevas estrellas, los planetas y asteroides. La mayor parte del oro «original» yace desde su formación en las entrañas del planeta (los planetas), en tanto, el habido en la superficie proviene de los asteroides impactados en la pequeña esfera y sus vecinas.

La obra maestra— la trasmutación— precisa un athanor purificador con la fuerza del fuego, de la labor en solitario que obliga a la interiorización a extraer el poderío en donde la debilidad era señera y cuando la vocación abandonó la traza fácil. El hornillo ya no sirve cuando la finalidad es miserable, al momento en que en anhelo por la posesión sin esfuerzo cautivó la voluntad de ser. El trofeo es el rostro desconchado que hiere la imaginación para replicar malamente una gloria pasada siempre evasiva y momentánea, chapa para un sepulcro milenario violado para extraerle las ofrendas áureas ahí santificadas con el sueño eterno. El oro— el sudor de los dioses—, las lágrimas de los dioses (¿el oro? ¿el ámbar?), la semilla perfecta y pura liberada de sus heces lleva el pensamiento a lo superior en donde hay un vislumbre de la obra consumada que, para algunos fue realidad —o así nos lo afirman—, para otros una fatalidad y para los más un imposible, que si es inalcanzable no resulta desdeñable ni restringe el esfuerzo, y si de ese saber simbólico extraemos un poco, esa minucia será “un brillante amanecer”.

En los «cuentos infantiles» el oro posee un valor dual, es la tentación y/o la solución a un conflicto interno personal, es el relleno en la olla al final del arcoíris, propicia la aparición simbólico literaria de una gansa o de una gallina que «pone» huevos de ese metal para retar a la insaciable avaricia; es la riqueza escondida en los muros de las viejas casonas que esperan al lúcido descubridor de las alforjas, de un costal o un barrilito rebosante de riqueza; es el motivo para la injuria en ida y vuelta cuya pugna legítima por la posesión aún no disponible envenena la sangre de las familias o distingue la cabellera de la bella princesa.

Dicen que la Banca Nacional guarda en oro el equivalente al valor en las monedas y billetes (o la tarjeta plástica) que llevamos en el bolsillo, con esta solución convencional desechamos la talega y es manejable el intercambio comercial vecinal e internacional sin la afrentosa discusión.

Para un ignorante irremisible en los juegos de mesa, la aparición del Rey de Oros mantiene una perplejidad semejante al de cualesquiera otra de las barajas por más que la afirmación sea de una fortuna especial en el afortunado poseedor en el terreno de lo material, de lo amoroso o ambos; esta carta —símbolo del poder y de la fuerza— representa a una persona con cuya ayuda lograremos nuestros deseos allende a la satisfacción material de nuestros apetitos. Opuestamente, Rey de Oros también enfatiza el éxito sujeto al esfuerzo y talento propios, distante a la «fortuna» y a lo meramente fortuito. En la Historia de los caballos en México sobresale por el trágico fin de su poseedor el «As de oros».  La bella y fértil tierra de Colima posee entre su vasta vegetación un árbol al que, por su peculiar forma de hojas y colorido recibe el nombre de «lluvia de oro» (lamburnum styraciflus).

El oro se hace semilla,

la semilla semillero:

sácale semilla al oro,

que semilla es lo que quiero. 3

El oro es la riqueza nacional y la tentación ancestral del hombre. Sobre él sangra la historia, destruye civilizaciones, califica de engañado, equivocado, fanático al otro, al poseedor de un puñado del escaso metal merecedor de la medida correctiva. Ciega con su posesión a Midas, es la zalea  del carnero sacrificado representado simbólicamente con el vellocino llevado a la cúpula celeste para configurar la constelación de Aries=El Carnero también presente en el distintivo collar de la caballeresca y muy cristiana Orden del Toisón (en lengua borgoña «toisón» corresponde al vocablo vellocino) de Oro proclamada por  el Rey Felipe III El Bueno en pro de la gloria de Dios, la defensa de la religión, reverenciar a la gloriosa Virgen María y al apóstol San Andrés, patrono de la Casa de Borgoña el 10 de enero del 1430 en la ciudad de Brujas (Brugge); de oro son las manzanas de un único árbol en el Jardín de las Hespérides que otorgan la inmortalidad, fue en forma de manzana dorada el premio «para la más bella» (Hera, Atenea y Afrodita)que desatara la violencia sobre la ciudad solar (Ilión), aparecen otras manzanas doradas en la cultura nórdica para hallar cobijo en «El oro del Rhin» de Richard Wagner; es peregrinar de profunda apetencia redentora en búsqueda de “El Dorado”, el polvo de oro deifica un cuerpo humano para celebrar la honra a los creadores, preserva hacia el futuro el rostro del hijo elegido, cae por las cascadas del Potosí o desde los hombros en la desnudez de la doncella prisionera. Por una puerta áurea surgen a borbotones las flaquezas del ser, la reyerta, marca el canal de sangre fraterna derramada y del poderío mundano, indica el área compositiva en las artes y blande por motivo las ideas de vanguardia y las pías para llenarse las manos con la destrucción del otro que también buscaba arrancarle a un roñoso lo que con harta avidez escondía en «su pocilga». La mayoría de los enanos —en el espacio/tiempo feérico— trabajan arduamente en las minas para hacerse con el oro e inmovilizarlo en sus arcas con el membrete de «riqueza».

“El Dorado”, “El Potosí”, la «Fuente de Juvencia» y la piscina de Betesda o Berthesda —imbricados en el sueño áureo—, representan el ideal en pro de lo fácilmente conquistable, obnubilan y trastocan violentamente cualquier razón a fin de sujetarla a una legislación oportunista y convenciera. Son el premio en los sueños de los esforzados. Las culturas trabajaron el oro para distinguir a los guardianes de las creaturas formadas por los dioses y manifestar su aliento vivificador en «el elegido», para honrar un pensamiento de divinidad que comparte los dolores, penas y tragedias de la vida diaria, para enclaustrarse en la figurilla que pregona su presencia en la labor preciosa de la placa y de la filigrana. Es la «copa de oro» (hueipatli, en náhuatl) el ritual para la consulta chamánica con sus divinidades en pro de la salud y en contra de la ponzoña de víboras, alacranes… y es en ella misma donde está el castigo para quien busca birlarle a los dioses su sabiduría. El oro dedicado a la divinidad es una plegaria, una súplica, un ruego, una petición, una imploración, una invocación, un homenaje…, finalmente, pretendemos el oro y el moro,

El sagrado y laborioso escarabajo, el anj o ankh —¿representación de lo femenino [la parte de la asa o ans] y lo masculino [la forma de t]—, el ojo de Isis (Ast, en su forma egipcia), la llama, el unicornio, el pez… reunidos en el pasado místico de la cultura heredada exigen por su sacralidad, la representación en oro.

El oro de Motecuzoma engañó al español, que no entendió el significado de «tratado» confundido con la idea de ofrenda del débil. «Los objetos de oro más antiguos elaborados en Mesoamérica corresponden a la Tumba 7 de Monte Albán (1200 d.C.), y para el caso de la Cuenca de México, una referencia histórica menciona que los mexicas de Tlatelolco, entre 1372 y 1418 d. C., ya lo comerciaban; sin embargo, el trabajo de oro conocido por los tenochcas se da en la época expansionista (1440-1520 d.C.) en que se construye el gran imperio, que facilitó la llegada de materiales preciosos al centro del país. 4

Frustrado el rescate real, al sueño del oro en camino a Cajamarca lo integran incontables vicuñas, soles, platos, frutos y hojas eternas, máscaras, pectorales, medallas, brazaletes, pendientes, niños y adultos en cadena armónica, diademas, lagartijas, mariposas, culebras… vasos de vida y muerte, de muerte y resurrección, Tummis entre picos nevados y bajas tierras fértiles de Tawantinsuyu (Las Cuatro Partes —el todo Inca—), sol en declive cuando ya fue botín, porque ya no queda valor ritual en el símbolo degradado, menoscabada e interrumpida eternidad.

El pensamiento en la milenaria China taoísta hacía de la filosofía y la ciencia la unidad esencial. Ella ofrece el pensamiento intuitivo y el racional (yin y yang) a la psicología moderna, es una herramienta para la comprensión y sanidad de la mente humana por medio de la meditación: «Soy un médico,y tengo que ver con gente común. Por eso sé que las universidades han cesado de actuar como fuentes de luz. La gente está saciada de la especialización científica y del intelectualismo racionalista. Quiere oír acerca de una verdad que no estreche sino ensanche, que no oscurezca sino ilumine, que no se escurra sobre uno como agua, sino que penetre conmovedora hasta la médula de los huesos. Ese buscar amenaza, en un público anónimo pero amplio, con desembocar en rutas falsas.», asienta Erich Fromm en la página 13 correspondiente a «En memoria de Richard Wilhelm», un tanto presentación de «El secreto de la flor de oro». 5

La gran «fiebre del oro» adulteró el rostro natural de la tierra en los Estados Unidos de Norteamérica y el Canadá con nuevas hondonadas y profundas cicatrices en el terreno y en la vida humana durante el siglo XIX. El ser humano, con su destemplado apetito por el oro —el deshecho de los dioses—, contrariamente a la capacidad del Rey Midas —regalo del dios Dionisio—, busca afanosamente —y en ocasiones es un logro donde no hay vergüenza— transmutarse en Rey Mierdas. El oro, en su identificación simbólica con las deyecciones, yace en los estudios de Sigmund Freud referentes al legendario monarca frigio y que, en la actualidad, no hay río Pactolo suficiente para «limpiar» la aberrante inclinación desmedida.

Sabiduría, poder, conocimiento de todo y sobre todo eran las virtudes del rey Salomón provenientes de un anillo de oro con poderes otorgado directamente por Dios: «… harás un anillo con las medidas y los grabados que te voy a dar y te concederá la sabiduría para poder resolver todos los problemas que te estrujan en la vida, consiguiendo así también salud y bienes materiales.» 6. Otras fuentes determinan que fue el arcángel Miguel (Mija-El[ohim], Mikaiyáh o Mijaiá= Quién como Dios, el ángel principal) quien entregó, en este caso, el objeto/anillo de oro que posee, también, la capacidad de corromper al poseedor.

El oro, el metal menos profuso en la Tierra abunda en la ilusión del hombre y, aunque la sabiduría popular lo estime en gran medida, la verborrea destemplada desprecia la valía de «El silencio es oro».

Sólo turban la paz una campana, un pájaro…

Parece que los dos hablan con el ocaso.

Es de oro el silencio. La tarde es de cristales… 7

 

  1. Real Academia Española. rae.es consultado el 30 de mayo del 2017.
  2. Recomendable visitar la entrevista al maestro Oscar Moisés Torres Montúfar titulada “El oro entre los mexica”, transmitida el 28 de enero del 2016 en el espacio de radioinah “Somos nuestra memoria».
  3. Extracto de las Coplas del Toro. (dominio popular), tomado de Jesús Flores Escalante. Nuestro mero mole. Breve historia de la cocina mexicana.El fragmento aparece también en Stavaganza de Leopoldo Costa. En las páginas 329, 330 y 331 correspondiente al Capítulo XI «El espectro del hambre» del libro de Francisco Ramírez Plancarte «La Ciudad de México durante la Revolución Constitucionalista» (acervo del Instituto de Estudios Históricos de la Revoluciones de México) aparecen las coplas íntegras con el título de «Agarra el oro». archivo.juridicas.unam.mx Consultados el 12 de julio del 2017.
  4. El oro, símbolo de poder y divinidad entre los mexicas. Sobre el libro Los señores del oro. Producción, circulación y consumo de oro entre los mexicas de Oscar Moisés Torres Montúfar inah.gob.mx, boletín visitado el 16 de abril del 2017.
  5. scribd.com/document/349295609/C-G-Jung-y-R-Wilhel, consultado el 30 de mayo del 2017.
  6. despertares.com.ar consultado el 8 de junio del 2017.
  7. Juan Ramón Jiménez. Fragmento de El silencio de oro (1911-1913), tomado de brassensenespanol.net el 7 de junio del 2017.
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