No hay papel picado para engalanar una mesa en honor de quienes ahora son dioses. Queda un reguero desordenado de recuerdos y un rechazo inconmensurable en la memoria frente la realidad abrumadora. Hay harta moderación acumulada en el penar inconfesado. Beberé lo que me apetezca y fumaré sólo por placer. Por esta avaricia punzante niego una flor de cempaxúchitl y las obligadas «calaveritas de azúcar»; no ofrezco un pan endurecido y con «huesitos» para ablandar finalmente en una taza de chocolate; reacio en estos días al aroma del incienso, sin dedicación de una veladora por cada pérdida, no engalanaré un altar con un mantel morado ni reposarán sobre él los platillos, dulces y frutos predilectos; queda postergada la colocación de los muchos retratos —tronchado árbol de la vida— que ahora son más que un muestrario de innúmeros instantes para siempre.

ofrendaDejé una flor desvaída —pretendida imitación de cristal— sobre un rescoldo de imagen en esta atmósfera densa, opresiva, de la ausencia definitiva adherida a un rencor por el proceso natural consumado que me niega la reconciliación pese a los días, meses y años transcurridos. Hay un hueco permanente sin posibilidad de sanar y una procura recurrente por el sueño para renovar un poco de aquellas alegrías perdidas.

Que venga calendáricamente el día no mueve más que otro cualquiera para el recuerdo ni para enmudecer una maldición con el amargo ¿porqué? Si hay saber después de ésto, bien sabrán el camino para llegar a donde es opresión la ausencia.

Quedó tanto por compartir y una memoria flaca en palabras hermanada a una resignación carente de conjugación en tiempo pasado. Hay ya tanto silencio y muchos huecos en la vida diaria que ningún rito bullanguero minimiza. No hay papel picado para engalanar una mesa en honor de quienes ahora son dioses. Queda un reguero desordenado de recuerdos y un rechazo inconmensurable en la memoria ante esta realidad abrumadora.

En donde estén —ahora que ya son dioses—, si algo importa, por un momento efímero sean algo más que una presencia esquilmada y anhelada.

No hay papel picado para engalanar una mesa en honor de quienes ahora son dioses. Aquí estoy solo y sólo para apostrofar un día —y otro día y otro día y otro día— por la vida derrotada y la plegaria inútil.

«Ofrenda» (óleo sobre cartón 27.3 x 51.0 centímetros), la imagen que acompaña este texto, tuvo espacio en la exposición colectiva presentada a partir del jueves 27 de octubre del 2005 en el Centro Cultural Juan Rulfo de la Delegación Benito Juárez de la ahora Ciudad de México (ahora en el espacio personal de la Dra. Julia Moysén Ortiz). El conjunto, titulado «No se pasen de vivos», tuvo por componentes los trabajos de Armando Cárdenas, Ana Lilia López Arzul, Arturo Zamarripa, Alfredo Flores, Bernardino Ordaz, Catalina Torres, Dolores Carrillo, Daniel de la Torre, Evelin Cabarcos, Xilberto González, Jorge Andrade, Octavio Franco, Raúl Ríos, Rubén Tapia y la obra correspondiente de Rodolfo Torres Alzati a quien agradezco nuevamente la gestión personal para la inclusión de este trabajo (junto con ¿En dónde estás?),  amigo muy apreciado en quien esperamos que la vida le premie con la recuperación de su salud.

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