La partida

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Sobre tu espacio abandonado el sol adquirió un tono opaco, con tu ausencia llegó el temblor a los dedos de las manos, un balbuceo indescifrable en siete idiomas coloridos entre el ahogo y un suspiro estrujado por el eco.

Desde que ya no estás aquí el cobertor perdió el calor y el gato aprendió a comer en otro plato, los pájaros beben en aguas lejanas y el perro le gruñe a una luna sombría. Con tu ausencia vino otro invierno y decenas más con otros nombres al lugar en que extravié la tranquilidad y conocí el vacío.

Si regresaras, algún día reinventaríamos el calor, dotaríamos con buena luz a este sol ahora umbrío y proveeríamos al cielo con un azul en pinceladas tersas; las hojas caídas de los árboles mantendrían su verdor, tendríamos un gran puñado de luceros para que la lluvia semejara su brillo: entonces, restaurado el verbo, el viento no deshojaría impíamente una sonata para cuatro manos abandonada en el atril.

Regresa tzentzontle mensajero con voz de lluvia, de viento entre los jilotes, que tu canto resucite la bondad de la esperanza; vuelve para entibiar la estancia, augurio de un buen soñar para verte en vuelo al despertar, renueva la entonación en tus palabras y el vigor en nuestras canciones encalladas.

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