De los aedos de la antigua Grecia heredamos el canto en donde aparece la afamada Penélope en Ítaca, la que tejiera de día el sudario para el rey Laertes y deshiciera por la noche su labor. Por veinte años esperó al errante Odiseo frente al telar, por veinte años la vida le cercó de pretendientes indeseables.*

Iztaccíhuatl, la bella princesa esperó días tras días —en otros textos los días son  años— el regreso vencedor del valeroso Popocatépetl, la envida apareció y cubrió la gloria con falsa muerte: ella, desesperada llegó a la helada región donde el sueño no es el principio ni demarca un final.

Giacomo Puccini musicaliza la historia de Cio-Cio-San —sobrenombrada Butterfly por un marinero desmemoriado— y es profecía incumplida la dolida promesa de ésta a Suzuki. Cio-Cio-San, la que perdió todo en la añoranza, la que dejará todo para obtener la soledad. Porque siempre vence la voz del autoengaño, porque siempre forjamos un lucero en el ensueño.

Un bel dì vedremo / Un bello día veremos

levarsi un fil di fumo / levantarse un hilo de humo

sull’estremo confin del mare / en la lejanía del mar

e poi la nave appare, / y después aparece la nave,

poi la nave bianca / la nave blanca

entra nel porto, romba il suo saluto. / entra en el puerto, retumba su saludo.

Vedi? Ègli è venuto! / ¿Ves? ¡Ha llegado!

Io non gli scendo incontro… Io no. / Yo no voy a su encuentro, yo no.

Me meto là sul ciglio del colle /  Me iré a la cima de la colina,

e aspetto… e aspetto gran Tempo /  y [ahí] espero, espero mucho tiempo,

e non mi pesa a Lunga Attesa. / y no me pesa la larga espera.

E uscito dalla folla cittadina / Y surge de entre la multitud de la ciudad

un uomo, un picciol punto, / un hombre, un pequeño punto

s’avvia per la collina. / que sube por la colina.

Chi sarà? Chi sarà? / ¿Quién será? ¿quién será?

e come sarà giunto / y cuando esté aquí

che dirá? che dirá? / ¿qué dirá? ¿qué dirá?

Chiamará Butterfly dalla lontana / Llamará Butterflydesde la distancia,

Io senza dar risposta / yo sin responder

Me ne staró nascosta / estaré escondida,

un po’ per celia, / un poco por broma,

un po’ per non morire / y un poco por no morir

al primo incontro! / al primer encuentro.

Ed egli al quanto in pena / Y después, un tanto preocupado

chiamerá, chiamerá: / llamará, llamará:

«Piccina —mogliettina olezzo di verbena» / «Mujercita, fragancia de naranja»,

I nomi che mi dava al suo venire. / los nombres que me daba al venir.

Tutto questo avverrá / Todo ésto sucederá

te lo prometto! / ¡te lo prometo!

Tienti la tua paura! / Ahuyenta tus dudas

Io con sicura fede… L’ASPETTO! / Yo con fe segura… ¡lo espero!

 

Apartémonos de Cio-Cio-San (Butterfly) en su sueño para convencer a Suzuki y automirarse feliz con el regreso del marino. Salgamos discretamente a fin de posponer la autoinmolación de la engañada japonesa, quizá por esta vez, sin testigos, la conclusión aciaga resulte sólo una errata en el guion sin culminación atroz; callemos para no perturbar el reposo nevado de la bella princesa, sueño al que ya pertenece el guerrero que en pie cuida el tiempo interrumpido de la dama; dejemos a la Penélope de Ítaca tejer el sudario ajeno y compartamos su alegría final ya que, al menos para ella, el regreso fue realidad. Las tres viven una esperanza anudada con hilo de ausencia anclada eternizadamente en el brillar de sus pupilas. Para cada una un lamento y ante las tres un girón de olvido para no constatar el daño.

 

*La misma Penélope aparece con otros rasgos en leyendas no homéridas y con destino menos favorecedor.

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